Por la noche, Mariana regresó a la villa y, tras una breve cena, se dirigió primero a su pequeño estudio y dibujó algunos diseños.
Cuando volvió a levantar la vista, ya era 23:30.
Mariana se levantó hacia la ventana y quedarse allí, abriéndola suavemente, y la brisa fresca entró. En su cuello todavía había algunas manchas rojas sin desvanecer, recordándola esa noche.
Dejó de pensar y se acostó en la cama.
Sin embargo, solo un momento después, el hombre con olor a alcohol entró, y se puso sobre ella. El calor y el olor familiar del alcohol hicieron que Mariana se relajara lentamente.
—Leopoldo...
—Shhh...
Mariana se quedó muda al sentir el roce de un dedo frío contra sus labios rojos, el más mínimo cosquilleo y dolor.
Ni siquiera quería oír su voz, ¿verdad?
Pero, aun así, se encontró vergonzosamente ahogada en esta felicidad fugaz, como si este fuera el único momento en el que se pertenecían el uno al otro.
No estaba Diana, ni Andrea, solo ellos dos en la cama.
Los jadeos eran cada vez más intensos, la temperatura del aire aumentaba y Mariana ya estaba en trance, perdiéndose.
***
Durante el día, Mariana seguía clasificando las telas dispersas en el departamento de vestuario y ocupándose de los diversos problemas de Andrea.
Por la noche, se tumbaba en la cama con Leopoldo, que llegaba a su habitación borracho, y hacían las cosas íntimas que solo los amantes debían hacer.
Fue la obsesión por él.
El día transcurrió como de costumbre, y por fin llegó el momento de que el reparto y el equipo pusieron en marcha la producción, y durante ese tiempo se rodaron algunas secuencias de Emperatriz Santa.
Mariana se levantó temprano esta mañana, se maquilló y se dirigió al lugar de celebración.
Según el acuerdo entre la empresa y el equipo de producción, todo el vestuario de los protagonistas debía proceder del equipo de vestuario dirigido por Mariana durante el rodaje de Emperatriz Santa.
Se trató de otra colaboración que beneficiará a ambas partes, además de permitirles elaborar los trajes.
Evidentemente, los beneficios publicitarios de que las estrellas como Xavier y Andrea llevaban sus diseños serían considerables.
El ruido y la confusión en los oídos de Mariana provocaron un sentido diferente en su corazón y no pudo evitar levantar la cabeza y mirar en dirección a la abarrotada puerta.
Las cámaras que se habían colocado delante del escenario y que apuntaban a él se giraron y enfocaron directamente a Leopoldo.
La mirada de Mariana se posó en aquella figura, y al otro lado, Ana comenzó a exclamar de nuevo:
—Es realmente el señor Durán, ¿no? Viene para... No puede ser para Andrea, ¿verdad?
—Siéntese aquí, señor Durán —un hombre gordo y trajeado que estaba a su lado le tendió la mano y le señaló una silla en el centro.
Leopoldo se sentó tranquilamente sin decir una palabra.
Entonces, el hombre hizo a los guardias de seguridad que lo rodearan, que inmediatamente separando a los periodistas.
—Por favor, vuelvan todos a sus asientos y siéntense, la conferencia de inversión está a punto de comenzar.
Los periodistas volvieron a sus asientos, tomando más fotos de la espalda de Leopoldo.
—¿Tienes el ojo puesto en el señor Durán?
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