Un atónito Silas entrecerró los ojos y se enfureció:
—Eso no depende de ti. Si te niegas a entregar el software, ¡te encerraré hasta que lo hagas! No subestimes mis métodos, muchacho.
Timothy se rio mientras se burlaba:
—No lo dudo. Parece que sigues siendo la misma persona vil de hace años. Tu desvergüenza me repugna —soltó. Miró a Silas con reproche—. Te he dicho que nunca te entregaré los derechos del software, ni siquiera si muero. Una escoria como tú no merece poseer ninguna parte de mi creación.
—¡Pedazo de basura inútil! Pruébame una vez más y verás si no te doy una buena paliza —Silas soltó un chasquido, su pecho subía y bajaba de rabia mientras levantaba la mano, listo para abofetear a Timothy en la cara. Sin embargo, éste se limitó a cerrar los ojos y dar la espalda, tratando a Silas como si fuera mero aire mientras lo ignoraba.
...
Mientras tanto, Tessa no era consciente de todo lo que había ocurrido. Sólo por la noche, cuando regresó a casa, cansada del riguroso ensayo, y se dio cuenta de que Timothy no aparecía por ninguna parte, pensó: «Qué raro».
—¿No se supone que Timothy ya debería estar haciendo la cena? ¿Por qué no está en casa si es tan tarde? ¿Se ha retrasado en el colegio? —murmuró Tessa, como si las respuestas a sus preguntas fueran a surgir de la nada.
Todavía se devanaba los sesos en busca de razones por las que pudiera llegar tarde, sacó su violín y lo colocó en su sitio con cuidado. Luego, sacó su teléfono y llamó a Timothy. La llamada se conectó al cabo de dos timbres y, sin esperar a que la saludaran, preguntó:
—Timothy, ¿dónde estás? ¿Por qué no estás en casa todavía?
Tessa no esperaba que una voz ruda y familiar contestara en la otra línea:
—¡No irá a casa!
Al oírla, se erizó y sus ojos se abrieron de par en par, sorprendidos. Por supuesto que reconocería esa voz; ¡era la misma que se había convertido en la base de sus pesadillas y las de Timothy! Con un aspecto sombrío, no se molestó en las sutilezas mientras exigía con beligerancia:
—¿Por qué tienes su teléfono? ¿Dónde está Timothy?
El grueso barítono de Silas sonaba petulante mientras articulaba con malicia:
—He traído a tu hermano a casa y se quedará con nosotros los próximos días, por los viejos tiempos. Ahora, si no tienes nada importante que decir, deja de llamar.
«¿Por los viejos tiempos? ¡Como si alguien pudiera creerlo!» Tessa presionó con rabia:
Nicholas parecía tan guapo e intocable como siempre, incluso cuando la frustración y la resignación se dibujaban en su cincelado rostro. Gregory había estado enfadado todo el día desde su regreso del hospital. Se negaba a hablar y apenas comía. Era como si su alma hubiera abandonado su pequeño cuerpo.
Claro, todos los miembros de la familia estaban muy preocupados.
A la hora de cenar, Nicholas había pedido al personal de la cocina que le preparara todo lo que a Gregory le gustaba comer, sin preocuparse en absoluto por ser saludable, como había advertido antes el médico.
Por desgracia, el pequeño sólo había tomado dos bocados de la cena antes de vomitar quedar pálido.
A Nicholas le había entrado el pánico, pensando que podría ser un efecto secundario de las toxinas, pero al segundo siguiente, el pequeño, fatigado y molesto, decidió hacer un berrinche justo después de vomitar sobre la mesa.
Con toda la fuerza que pudo reunir, tiró toda la comida y los platos de la mesa con sus pequeñas manos. No se detuvo ni siquiera cuando la sopa caliente se derramó sobre su delicada piel. Haciendo una mueca, no pudo contener más su tristeza y rompió a llorar, sollozando:
—¿Por qué? ¿Por qué ya no le gusto a la señorita bonita? Papá, dime por qué, por favor. ¿He hecho algo malo? ¿Por qué no me quiere?
Después de eso, rompió en llantos incoherentes, con sus manitas regordetas frotándose la cara mientras gordas lágrimas rodaban por sus mejillas.
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