Joyas?
Fruncí el ceño suavemente y alcé la voz para decirle a Isaac, quien acababa de entrar al baño: "Isaac, Andrea ha llegado, voy a bajar a ver."-
Casi en el siguiente segundo, Isaac salió con grandes pasos y con una expresión que nunca había visto antes en él, fría como el hielo me dijo: "Yo me encargo, no te preocupes, ve a arreglarte."
El hombre, que siempre había sido calmado y reservado frente a mí, tenía un tono de voz mezclado con una emoción indescriptible, pareciendo a la vez irritado y nervioso.
Una sensación extraña surgió en mi corazón y le dije: "Ya me arreglé, incluso te preparé la pasta de dientes, ¿lo olvidaste?"
"Bueno, entonces bajemos juntos, para no hacer esperar a la visita."
Lo tomé de la mano y comenzamos a bajar las escaleras.
Las escaleras tenían un diseño en espiral, y al llegar a la mitad, pude ver a Andrea sentada en el sofá, vestida con un elegante y simple vestido blanco. Ella también oyó el ruido y levantó la vista, con una sonrisa tranquila. Cuando su mirada cayó sobre nuestras manos entrelazadas y su taza de agua tembló, derramando un poco del contenido en ella.
"Ah..."
Debía haber estado un poco caliente, pues hizo un pequeño grito de confusión.
Isaac retiró su mano bruscamente y corrió escaleras abajo, ansioso, quitándole la taza de las manos y preguntándole: "¿Cómo puedes ser tan torpe para no poder sostener una taza?"
Su tono era severo y frío, pero sin dejar espacio para réplica, tomó la mano de Andrea y la llevó al lavabo, lavándola con agua fría.
Andrea se mostró resignada, intentando retirar su mano y diciéndole: "No es nada, estás exagerando."
"Calla. Si no cuidas una quemadura, puede dejar cicatriz, ¿sabes?"
Isaac la reprendió, sin soltarla.
Isaac se quedó rígido, y solo entonces soltó la mano, evitando mi mirada, y regañó a Andrea: "¿Te quejas por que te caiga agua fría? Solo tú podrías ser tan delicada."
Andrea le lanzó una mirada de reproche y me miró suavemente mientras decía: "Así es él, le gusta hacer una tormenta en un vaso de agua, ignóralo."
Dicho eso, se acercó a la mesa de café y tomó una caja de terciopelo, evidentemente valiosa solo por su apariencia, y me la entregó.
Su sonrisa era cálida mientras decía: "Esto, debería volver a su verdadera dueña."
La tomé, abrí la caja y mis uñas se clavaron en mi palma. Un torbellino de emociones se desató en mi interior. ¿La mujer en el video era Andrea? Al levantar la vista, oculté mis emociones y traté de sonreír, pero no pude. La noche anterior, había presionado a Isaac para que recuperara el collar, y en aquel momento que lo tenía en mis manos, no sentía ni un ápice de alivio.
Miré a Isaac con ojos inquisitivos, su mirada era evasiva, y luego me atrajo hacia él.
"¿Te gusta? Si te gusta, quédatelo, si no, dáselo a quien quieras, de todos modos es solo una baratija. Te compraré otro regalo."
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Diario de una Esposa Traicionada