La cabeza entró hasta la mitad del ano y estiró el esfínter hasta el límite. Me pareció que sentía mi ano estallar por las costuras.
De repente, algo hizo clic en mí y, presa del pánico, intenté quitarme el pene, ahorrandome un dolor innecesario. Pero el hombre parece haber previsto mis aspiraciones y acercó mi pelvis a él. Tiré bruscamente y su pene con un sonido húmedo saltó dentro de mi ano en toda su longitud.
Mis ojos se oscurecieron por un momento. Un dolor agudo me atravesó abajo y pareció paralizarme hasta la cintura.
“Aaai…” Grité y me enderecé.
Horrorizada, agarré sus piernas con mis manos y las apreté con todas mis fuerzas, de modo que mis uñas se clavaron en su piel.
“Silencio. Cállate. Te acostumbrarás ahora. Se paciente.” Dijo en un susurro caliente en mi oído. Besó el cuello y lo mordió un poco.
Esto me distrajo un poco del dolor en mi recto. Me puse de pie y sentí un enorme palo ardiente en mi culo.
El esfínter se estiró gradualmente, acostumbrándose al tamaño del pene de Arthur. El dolor empezó a desaparecer. Presionó su mano entre mis omóplatos, obligándome a inclinarme de nuevo.
El clítoris volvió a dar señales, exigiendo cariño. Los labios vaginales se pegaban y se deshacían cada vez, dándome sensaciones agradables. Empecé a emocionarme de nuevo. El lubricante volvió a fluir de la vagina y las bolas del hombre se pegaron cada vez a mi entrepierna. Me encantaba la forma en que golpeaban mis labios, haciéndoles cosquillas.
Arthur respiraba con dificultad, metiendo toda su longitud en mi ano. El portero del ano se calmó lo suficiente y mi trasero quedó libre para tomar un miembro. El hombre me sujetó con fuerza por las nalgas y me empujó con fuerza contra su tronco. El útero dio señales agradables y yo, extendiendo la mano hacia el perineo, comencé de nuevo a masajear el clítoris.
Podía escuchar el sonido chirriante de mi trasero. Me sentí avergonzada por estos sonidos y tensa. Estaba enojada con mi ano y conmigo misma porque no podía controlar la situación en este momento, así como en el momento en que los reflejos nauseosos me distrajeron durante una mamada.
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