El sol de la mañana entró a la habitación a través de los ventanales, brillando animadamente en el suelo.
Clara dio un mordisco al huevo recién frito y alzó la vista hacia el hombre de enfrente.
La luz del sol estaba detrás de él, haciendo que su figura fuera más tierna y sus facciones fueran más bellas.
Mientras bebía leche, miraba el periódico a su lado, con expresión concentrada y seria.
-Coma atentamente y ten cuidado con la indigestión.-
Clara murmuró insatisfecha, el hombre del otro lado la escuchó, sus párpados se levantaron levemente y sus miradas sonrientes se posaron en ella.
-Esto era lo que dijo mi madre.- Agregó Clara, los dichos de los mayores siempre habían tenido un cierto prestigio.
Antonio dobló el periódico y lo dejó a un lado, luego dijo levemente, -Ya que dijo tu madre, ¿cómo puedo ser desobediente?-
Clara entrecerró los ojos, -¿Te estás burlando de mí?-
-No me atrevo.- Antonio no pudo evitar levantar las comisuras de sus labios, sus profundos ojos negros brillando con una luz clara.
Clara lo miró enojada, tomó un huevo frito y lo puso en su plato, -Este huevo está frito a la perfección y está muy rico, pruébalo.-
Mirando el huevo frito dorado en el plato, levantó los ojos y la miró, solo para verla mirándolo expectante.
Entonces, tomó los palillos, tomó el huevo y lo dio un mordisco.
-¿Cómo está?- Preguntó ella con entusiasmo.
Lo saboreó con cuidado, y después de mucho tiempo, con sus miradas expectante esperando su respuesta, dijo, -Está muy delicioso.-
La alegría se extendió lentamente por su delicado rostro, sonrió con los ojos fruncidos y dijo con orgullo, -Esto era lo que frité yo.-
Antonio la miró con una sonrisa, sus ojos estaban llenos de caricias.
-Realmente tengo talento de ser una buena esposa.- Siguió diciendo Clara con una sonrisa.
-Bueno, ya eres una buena esposa.-
Le hizo más feliz tener su aceptación que ganar la lotería.
Con la gran alegría, tomó toda la leche en la taza a la vez.
-Con despacio.- Antonio la miró con impotencia y cariño.
Era una mañana llenaba de risas y alegrías perteneció a ellos dos.
…
Tan pronto como Clara entró al Departamento de Medios, apenas estaba sentada, se enteró de que el gerente general le estaba buscando.
Por el momento, frunció el ceño, -¿Qué quería hacer Nidia otra vez?-
-Clara, ten cuidado. Seguro que ella no puede resignarse por no te haber despedido antes, ahora es posible que se le ocurra alguna intriga para atacarte.- Advirtió Alejandra preocupada.
Clara sonrió y la calmó, -No te preocupes, actuaré según la ocasión.-
Después de eso, se dio la vuelta, dejó la sonrisa que tenía y sus ojos de repente se volvieron fríos.
Alguna persona realmente no se rendiría si no iba por el mismo camino hasta el final.
En la oficina del gerente general.
Clara se paró delante del escritorio, y frente a ella, la gerente general Nidia estaba leyendo documentos como si no hubiera nadie enfrente.
Desde que ella llegó hasta ahora, Nidia ni siquiera la miró, como si ella no existiera.
Como si se tratara de una rivalidad, si Nidia no la miraba, nunca tomaría la iniciativa de hablar.
Pero parecía que sólo la llamó y la humilló de esta manera.
Clara se mordió el labio y miró fríamente a Nidia, que seguía leyendo el documento con seriedad, luego se dio la vuelta abruptamente y se dirigió hacia la puerta.
-¡Detente!-
Justo cuando extendía la mano para abrir la puerta, surgió un grito violento detrás de ella.
Una sonrisa burlona mostró en sus labios, Clara retiró la mano y se dio la vuelta, mientras se encontró con el rostro hosco de Nidia.
-¿Ya te permito ir?- Dijo Nidia con frialdad.
Clara se burló, -Señora Nidia, estoy muy ocupada. Dígame lo que quiere decir, no hace falta actuar así.-
-Sí, todavía no me deja la pobre yo.- Clara tomó la taza, se levantó y caminó hacia el cuarto de descanso.
-Entonces lo accediste.- Alejandra le persiguió.
-Por supuesto, si no estoy de acuerdo, la cosa no será divertida.-
Clara sacó un paquete de café tres en uno del armario, lo abrió y lo vertió en la taza.
-Pero… ¿y si te pasa algo?- Alejandra pensaba que era demasiado arriesgada, Nidia y ellos tenían tantas intrigas, ¿cómo podía afrontarlos ella sola?
Después de verter agua caliente en el dispensador de agua, Clara removió suavemente el café en la taza con una cucharita.
El aroma del café flotaba con el calor, y Clara respiró profundamente, -Qué bien huele.-
Alejandra se quedó sin palabras.
Estaba tan preocupada por ella y, ¿cómo podía quedarse tan indiferente?
Clara tomó un sorbo de café y dijo lentamente, -Ya que acepté, claro que ya tengo manera para evitar accidentes.-
-¿En serio?- Alejandra no lo creía mucho.
Tomó otro sorbo de café, -De verdad. Después de que fui secuestrada por Delia la última vez, Antonio se preocupaba por mí y por lo que asignó un guardaespaldas para mí.-
-¿Guardaespaldas?- Alejandra frunció el ceño, -¿Por qué nunca lo he visto?-
-Debido a que están en la oscuridad, solo aparecerá cuando yo esté en peligro.-
El café era delicioso y Clara entrecerró los ojos con satisfacción.
Alejandra miró a su alrededor y no encontró a nadie escondido en la oscuridad, pero como el señor Antonio lo arregló, no podía estar equivocado.
-Incluso si tienes guardaespaldas para protegerte, también tienes que tener mucho cuidado.- Alejandra volvió a advertirle intranquila.
-Ya lo sé, mi buena amiga Alejandra.- Clara sonrió y apretó su mejilla.
-Vaya.- Alejandra le dio una palmada en la mano.
Las dos se miraron y sonrieron.
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