El apuesto esposo de la esposita romance Capítulo 8

Después de que Sofía fuera expulsada de su escuela, su teléfono se estrelló contra el suelo y se rompió. A partir de ese momento, nunca tuvo la oportunidad de comprarse un teléfono, y no había vuelto a utilizar el número.

Él encontró a algunos compañeros de clase en común con Sofía, pero ninguno de ellos tenía su número. Al fin y al cabo, tenía muy pocos amigos en el instituto, para empezar. Desde que dejó la Secundaria Rivera, nadie sabía qué había estado haciendo y adonde había ido. Si no hubiera aparecido de repente delante de todos, un año después, nadie la habría recordado.

Después de que Ricardo colgara el teléfono, permaneció en silencio mientras bella tiraba de él con ansiedad.

-Ricardo, deja de llamarla. No atenderá. Está decidida a que Karina sea su chivo expiatorio. ¡Nunca esperé que fuera tan maliciosa! Después de tener una vida promiscua que la llevó a quedar embarazada, incluso planeó calumniar a Karina para demostrar su inocencia. No podemos dejar que se salga con la suya.

Karina intervino ansiosa:

-Ricardo, ¿todavía estás encaprichado con esa zorra? Ahora me está calumniando, ¿y tú sigues sin hacer nada? ¿Acaso me consideras tu hermana?

El hombre por fin dejó de lado todas sus excusas para defenderla, ya que no había otras posibilidades. La única explicación a eso era que Sofía quería utilizar a Karina como su chivo expiatorio.

Al fin y al cabo, por fin había entrado en la Universidad Bahía, así que necesitaba recuperar su reputación lo antes posible. De lo contrario, podría ser expulsada. Dado que había hecho un gran esfuerzo para matricularse en la universidad, no se ¡ría con facilidad.

El rostro de Ricardo se ensombreció mientras se ponía en contacto con otro abogado para hacer los preparativos del próximo juicio.

No fue una decisión abrupta cuando Sofía mencionó que iba a demandarlos. De hecho, debía de haberlo planeado hace mucho tiempo, desde el momento en que recibió la carta de aceptación de la Universidad Bahía.

La sesión judicial comenzó tras el inicio del nuevo semestre académico. La demandante, la demandada, los abogados, los testigos, el jurado y el juez habían llegado, con filas de estudiantes de la Universidad Bahía entre el público. Sofía incluso invitó al director y a los antiguos alumnos de su instituto. Además, algunos padres también se unieron a la sesión del tribunal, por lo que los asientos estaban repletos de gente.

Como ese caso implicaba a la familia Heredia, muchos de sus familiares también estaban allí. Como demandados, Ricardo, Karina y su madre, la señora Heredia, tuvieron que estar presentes también.

Por parte del acusado, el Dr. Cabral, el médico de la Secundaria Rivera, estaba de pie, temeroso, mientras observaba las miradas inquisitivas de la multitud. No tenía ni idea de dónde colocar su mirada, sabiendo que no podría librarse de sus delitos sin importar cómo resultara todo hoy.

En un principio, también quiso contratar a un abogado para defenderse, pero en cuanto los abogados se enteraron de que irían contra César Feliú, desistieron de inmediato.

Aunque el Sr. Feliú era joven, tenía una presencia invencible en el ámbito jurídico.

Sentada en los asientos de la parte demandante estaba Sofía, que esta vez no llevaba un ostentoso crop top que dejaba ver su esbelta cintura y su ombligo. La ajustada camisa que llevaba representaba a la perfección su voluptuosa figura, y su piel clara complementaba sus prominentes rasgos faciales, dándole un aspecto saludable y bonito. Cuando estaba arruinada, había pasado por muchas dificultades, y se veía delgada y bronceada. Al final, tuvo la habilidad de arreglarse después de hacerse rica. Después de cambiar su desgastado uniforme escolar por un conjunto de ropa de marca, su lado asertivo se mostró de inmediato. Parecía que se había convertido por completo en una persona diferente.

Después de experimentar un viaje infernal que era casi como un renacimiento, su cuerpo y su alma habían sufrido un tremendo cambio. Ya no era la antigua Sofía.

Tenía una mirada indiferente mientras estaba sentada en el asiento del demandante, por lo que no se podían distinguir sus emociones. Mirándola desde lejos, Ricardo sintió que su corazón parecía estar tensado por una cuerda.

La señora Heredia nunca se había imaginado que se verían envueltos en un pleito así, y que su propia hija, Karina, sería la demandada. De Inmediato maldijo delante de Ricardo:

Capítulo 8 1

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