El Chico Dhall © romance Capítulo 51

Capítulo cincuenta

Cada quien hace lo que quiere en esta vida.

Yo quise estar con él y aquí estoy, sola, sin alguien que me acompañe a dormir en esta cama gigantesca.

No es por algo malo que él no se encuentra durmiendo conmigo, de hecho, diría que es algo bueno lo que justifica su ausencia, pero lo cierto es que lo extraño.

Estiro el brazo notando su lado de la cama vacía y doy un largo suspiro antes de levantarme totalmente descalza a ver si ya ha terminado o está terminado.

Salgo del cuarto y bajo las escaleras hasta el segundo piso, me encamino hacia el despacho y toco la puerta antes de entrar.

—¿Romeo? —asomo la cabeza y cierro detrás de mí cuando aún lo veo con papales y más cosas en el escritorio.

Me aproximo hasta estar a su lado y él corre la silla hacia atrás para que pueda sentarme en sus piernas —¿Qué sucede, bebé? —cuestiona sin tener la mirada en mí y meto mis brazos a los costados de su traje para abrazarlo.

—Te extraño —aspiro profundo su aroma y cierro los ojos pegando el rostro en su pecho.

Sé que no debería estarlo molestando, lo sé de sobra, porque él es el que está llevando el mando de la manada ahora, también parte del Dhall holdings, mientras que su papá está por fuera buscando una solución para nuestra chica Dhall y que esta no se vaya de nuestro lado, pero...

Sus manos dejan de sostener las páginas y baja la mirada a mí, me acomoda mejor en su regazo y toma mi barbilla con delicadeza haciendo que incline la cabeza para plantar un beso en mi frente.

—Lo siento por no tener mucho tiempo para dedicarte, Julieta.

Niego —Sé que estas ocupado con cientos de cosas, así que no pasa nada —me levanto y sacudo su cabello —no te quedes dormido aquí o tendré que bajar nuevamente y llevarte medio dormido hasta el cuarto, y no me gusta porque pesas más de cien kilos —sonríe y se levanta negando, acomoda los papeles y se quita la corbata al igual que el saco. Junto mis cejas —¿Qué haces?

Alza la vista a mis ojos —Nos vamos —me toma de la mano y salimos del despacho rumbo a la puerta principal.

—¿Dónde vamos? —abre la puerta de su tan lindo coche y me hace subir en el.

—A un lugar —dice simplemente y sube al auto.

—Elián, —me pongo el cinturón por seguridad y me giro hacia él —no ves que estoy despeinada, en pijama y con las pantuflas de dormir —me señaló a mi misma y antes de salir de la casa su atención queda completamente en mí.

—Ya, pero aún con pantuflas, pijama y despeinada te sigues viendo guapísima —giña y me acomodo en mi sitio viendo a través de la ventana para no dejarle notar la rojez de mi cara en este momento.

Dhall tenía que ser.

Pero a que te gustó, cara almeja.*

En eso no le puedo contradecir nada a Fally, me gustan los cumplidos de ese pelinegro.

Supongo que me he vuelto una masoquista en ese sentido.

Arranca dejando la manada atrás y pronto las espectaculares luces de la ciudad dislumbran el casi oscuro auto por dentro, su mano toma la mía y volteo viendo su perfil.

Cabello negro, largas pestañas, ojos azules, nariz respingada, labios comestibles, mandíbula marcada y esa piel tersa y suave que te invitan a dejar muchos besos en ella, en conclusión, —un dios —digo en voz alta y él gira a verme al mismo tiempo que mantiene sus ojos en la carretera, sonríe de lado y lleva mi mano hasta sus labios para dejar un beso en esta.

—Hoy estás más cariñosa de lo normal, ¿ha pasado algo y no me lo has querido decir?

—No.

—La última vez que estuviste así de cariñosa fue cuando descubriste que ninguno de los dos bebes eran míos, prácticamente casi me matas a besos al frente del doctor de la manada.

Muerdo mis labios nerviosa —Es que estaba nerviosa por lo que decían ambos papeles y al enterarme de que no hiciste nada cochino con esas guarras —suspiro —no me pude contener.

—Y antes de eso tampoco —mueve sus cejas de arriba a abajo y abro la boca para contestarle, pero me callo al ver hacia donde nos dirijimos.

Entra a los estacionamientos del Dhall holdings y junto mis cejas confusa.

¿Más trabajo?

Detiene el coche y desabrocha su cinturón,» —Sé lo que estás pensando, pero no es lo que crees —abre la puerta y sale, me abre la mía y agarro su mano extendida para salir.

—¿Entonces que hacemos aquí? —cuestiono.

—Quiero mostrarte algo, tú confía en mí — deja un beso en mis labios y caminamos hasta el elevador, entramos y él rápidamente presiona una combinación de números haciendo que las puertas se cierren y el mismo empiece a subir sin detenerse.

Lo miro a través del espejo y él copia mi acto alzando nuestras manos agarradas —¿crees que no me doy cuenta cuando me miras? —sonrío recordando nuestro primer encuentro aquí y remojo mis labios.

—Deberías estar agradecido, ya que gracias a este ascensor te diste cuenta que era yo, ¿no?

—¿Y a ti quien te dijo que no le tengo cariño? —me suelta y para el elevador como esa vez, recuesta su cuerpo de la puerta y esos ojos azules miran los míos fijamente.

Empiezo a sentirme como una jodida bolita al igual que ese día y trago grueso sin saber que hacer o decir.

¡AHHHHHHHHHH!

¿Por qué sigue poniéndome de esta forma si se supone que ya estoy acostumbrada a su presencia?

Ah, l'Amour.*

Fally, lo último que me faltaba es que también me salieras francesa, asique cállate por favor.

Mira, cucaracha sin antena, yo puedo ser quien yo quiera ser y eso lo dice barbie, pa' que sepas nada más.

Ignoro sus palabras y sigo con toda mi atención en él.

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