El corazón de Señor Peréz romance Capítulo 251

Mauren estaba en un estado de indefensión, y la bofetada fue tan repentina que la hizo caer al suelo.

Pero Nerea Pérez no se dio por satisfecha tras abofetear a Mauren y se lanzó a Muaren e intentó abofetearla de nuevo.

Pero Hedi se precipitó a detenerla y protegió a Mauren que estaba tras él, -Señorita Nerea…-

-¡Vete de aquí!- Nerea ya no escuchaba a nadie y levantó la mano, pero esta vez golpeó con fuerza a la cara de Hedi.

La bofetada fue tan fuerte que la cara de Hedi, al igual que la de Mauren, mostró inmediatamente huellas rojas de la mano, como si fuese un relieve.

Hedi guardó silencio, pero tampoco se echó atrás ante la golpiza, siguió escudando a Mauren detrás de sí mismo, como un perro leal.

-¡Te dije que vete! ¿No me has oído? Sal de aquí.-

Como una loca, Nerea dio una bofetada tras otra a Hedi.

La sala se llenó al instante con el sonido de las bofetadas.

Hedi, sin embargo, se tomó las bofetadas con tranquilidad. Se mantuvo en silencio, negándose a ceder.

El encargado de la casa echó a todos de la habitación.

Victor Pérez quería estar a solas con los restos de la abuela, por lo que los demás miembros de la familia Pérez tuvieron que marcharse primero, aunque también estuvieran tristes.

Después de que estas personas salieran de la habitación, descargaron toda su ira sobre Mauren, el chivo expiatorio.

-¡Mauren es la que empujó a la abuela al lago, esa hija de puta!-, dijo Pilar Pérez mientras corría e intentaba golpear a Mauren.

Pilar empujó a Hedi y éste no se movió, así que ella le dio una patada a Hedi de nuevo.

Hedi era como un hombre de madera, defendiendo ante Mauren.

Todavía no había llegado Senda, y Hedi no iba a dejar que esa gente hiciera daño a Mauren.

Entre tanto caos, uno de los hombres levantó de repente una silla y la golpeó con fuerza contra Hedi.

Como consecuencia, la silla se hizo añicos y Hedi permaneció en silencio como un espantapájaros, protegiendo a Mauren.

La frente de Hedi estaba destrozada por la silla, y la sangre seguía goteando por su mejilla. Pero Hedi aguantó como un guerrero.

Todo el mundo quedó desolado por la muerte de la abuela, y Hedi pudo comprender su locura.

Era porque Hedi comprendía demasiado bien ese hecho que no pudo irse. Si se fue, ¿qué pasó con Mauren?

Hedi consideró que era físicamente fuerte y que no pasaría nada si alguien le golpeara un par de veces. Pero Mauren era una mujer, y si la golpeaban, sin duda saldría herida.

-¡Hedi, sal del aquí! ¡Que esta puta explique a todos lo que pasó!-

-¡Hedi, si no te retiras, te daremos la paliza también!-

-¡Hedi, vete!-

Finalmente, dos personas salieron de la habitación médica.

Eran las dos últimas personas que Victor dejaba en la sala: Senda y Orson.

Senda caminaba hacia Mauren y, con cada paso tenía la sensación de pisar en el borde de la vida y la muerte.

Estos pasos eran pesados, agotadores, fríos e intimidantes.

Senda miró a Mauren, la chica que estaba detrás de Hedi, ya aterrorizada hasta la médula. Los ojos de Senda eran fríos y carecían de cualquier atisbo de emoción.

Finalmente, Senda se puso delante de Mauren, con los ojos como un río cubierto de nieve en invierno, y como un halcón que se apodera de su presa.

Hedi finalmente se apartó del camino y levantó la mano para limpiarse la sangre de la cara.

-¡Senda, Mauren era la única que estaba con tu abuela cuando tuvo el accidente! ¡Mauren es la asesina!-

Casimiro Pérez sabía que, si quería que Mauren fuera castigada, tenía que obtener primero el permiso de Senda.

Si Senda no lo quería, nadie podía acercarse a Mauren.

Al mismo tiempo, los presentes miraron a Senda.

La vida o la muerte de Mauren estaba ahora en manos de Senda.

Mauren levantó la vista y vio la expresión gélida de Senda.

Sus labios temblaban, y dijo con voz ronca, -Yo no lo hice, la silla de ruedas bajó corriendo por la colina. Intentaba salvar a la abuela, ¡intentaba salvarla!-

Pilar también preguntó llorando, -Candela, ¿por qué dejaste a Mauren sola con la abuela? También eres responsable de lo que le pasó a la abuela.-

Candela cayó de rodillas asustada y con sollozos, -Lo siento Señor Victor, es mi culpa, lo siento…-

No debería haber dejado a Madame Leide, pasara lo que pasara, ¡debería haber estado allí junto a Madame Leide entonces!

Fue su culpa, ¡realmente fue su culpa!

Victor miró fijamente a Candela arrodillada y preguntó con calma, -¿Qué viste entonces?-

-Vi que…- Candela trató de recordar lo que estaba pasando y no pudo evitar mirar a Mauren.

-Vi que la silla de ruedas de Madame Leide estaba fuera de control y Mada…Señorita Mauren la persiguió como si… como si quisiera hacerla retroceder.-

-¿Como si?- La voz de Nerea se alzó de nuevo.

-¿Cómo puedes usar esa palabra? ¿Estás ciega y por eso no lo has visto claro?-

-Lo siento, yo… lo siento. No podía ver bien porque estaba muy lejos en aquel momento…-

-¿Entonces no estás segura de que Mauren va a tirar la abuela hacia atrás o la va a empujar hacia abajo?-

Los ojos de Candela se abrieron con fuerza al escuchar lo que decía Pilar. Miró a Mauren, con la mente en blanco.

-La señorita Mauren estaba inclinada en el momento, con las manos en las asas…-

Pero realmente Candela no vio claramente si Mauren iba a tirar la silla de ruedas, o a empujarla.

Como Madame Leide había sido tan amable con Mauren, Candela consideró que Mauren era una buena persona.

Pero, ¿y si realmente fue Mauren quien empujó a la abuela?

Al ver esa expresión en la cara de Candela, aunque no dijera nada, la mente de todos tenía una respuesta.

Candela ni siquiera estaba seguro de si Mauren estaba salvando a la abuela o matándola.

Luisa Diaz frunció el ceño y susurró, -¿Pero ¿cómo podría la silla rodar sola al lago si no hubiera una fuerza externa que la empujara?-

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