El corazón de Señor Peréz romance Capítulo 3

¡El tiempo parecía parar!

La mano de Mauren estaba temblando. Hedi no sabía qué hubo pasado, pero que le dolía mucho a Senda la herida del cuello.

Solo Senda, cuya cara permanecía inalterada desde el principio, en realidad, no tenía expresión.

Él miró ligeramente a los dos hombres que estaban buscando afuera, luego dijo algo increíble para Mauren y Hedi.

-¿Si conduzco?- Hedi se quedaba con la boca abierta. ¿El señor se hubo amenazado de la dama futura?

Pero, la existencia de su señor en la Ciudad Norte era como Dios, ¿cuánto tiempo se amagó con los demás?

No se hablaba de que hubo persona que se atreviera a ponerle el cuchillo en el cuello y este comportamiento era igual que buscar la muerte.

Mauren ya no era capaz de pensar, se soltó la mano y le cayó el cuchillo recortador de cejas cuando el coche se marchaba del aparcamiento del hotel.

Senda lo cogió con el largo dedo y lo tiró al azar.

-¿A dónde quieres ir?- El hombre la preguntó con una voz fascinante.

El bajo magnético a ella le encantaba mucho. Mauren le agarró la ropa subconscientemente, su cuerpo casi no podía aguantar el calor y su mente iba borrando poco a poco.

-Senda Pérez...- respiraba ella fuerte y rápidamente con voz ronca, -no te quiero, nunca jamás, ¡Don bellaco!

Hedi se sorprendió y casi volcó el coche.

Ese día era el día de comprometerse, ¡pero qué doloroso lo que hubo dicho la dama futura!

Aunque él sabía que Senda no prometería el matrimonio si no fuera para obedecer a su abuela enferma. Ella era demasiado implacable.

Pero obviamente, la dama futura se encontraba en la confusión, tal vez ni siquiera sabía lo que hubo dicho.

Mauren estaba muy mareada, y la droga volvió a empezar a atacarla después de enfadarse.

¡Qué calor era! ¡Qué cosquilleada se quedaba!, como si hubiera muchos insectos arrastrándose por su cuerpo.

Ella se acercó a Senda, e incluso, se estregaba con él.

Senda la rechazó con actitud hosca sosteniendo los hombros.

Mauren se asustó de sus ojos indiferentes aunque él no hubo dicho nada.

Ella sentía escalofríos, ¡Qué frío!, pero dentro del cuerpo era como si hubiera una llama y al aire más helado también no le quedara remedio para sofocarla.

La eficacia medicinal le hacía más fuerte a medida que pasó el tiempo, y ya no podía distinguir quién estaba frente a ella.

Ella levantó las manos y cogió el cuello de Senda, le dijo, -Qué calor, dame...-

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