El corazón del Alfa romance Capítulo 5

Adam se había quedado malhumorado y enfadado desde que Benedict se fue de su despacho arrancándole la promesa de que iría a su casa, y estaría al lado de su familia en esos momentos que tanto lo necesitaban. Por supuesto, no le apetecía ir, pero hacía tanto tiempo que no estaba allí, que sentía cierta curiosidad por ver como estaban las cosas.

Lo único que lo atormentaba era la idea de tener que ir solo; sabía las miradas que recibiría por parte de la gente de su padre, lo mirarían apenados, con esa sensación de que era tan fracasado que ninguna mujer había sido creada para él.

Esa era una de las cosas que su padre siempre le echaba en cara en las escasas cartas que le remitía, y era algo que Benedict le había recordado antes de irse de allí, dejándolo con un humor de mil demonios, pues en un momento de testarudez le había dicho a ese hombre mezquino que tenía pareja, y que por supuesto que acudiría a apoyar a la familia de su compañero.

El problema real era que él no tenía compañera, porque la compañera que la diosa de la Luna le había asignado cuando nació se había ido con su hermano, sin antes conocerlo, sin ni siquiera buscarlo. Él lo sabía, y había asumido ya que nunca estaría completo en ese sentido, pero no quería que su madre sufriera al ver que su hijo pequeño estaría solo para siempre.

Se quedó pensativo, con la cabeza apoyada entre las manos, imaginando la cara disgustada de su madre la última vez que se vieron, cuando él le dijo que no tenía ninguna intención de volver a su casa natal, y como ella simplemente asintió, y le dijo que algún día tendría que hacerlo. Quizá su madre había sabido ya entonces que el destino lo pondría a prueba.

Y seguía inmerso en el pozo de sus pensamientos, cuando un suave golpeteo sobre la puerta del despacho lo sacó de su ensimismamiento.

- Pase.

- Señor Lobingston.- dijo Cristina, su secretaria.- la señorita Meinland lo espera para su reunión.

Adam miró el costoso reloj que adornaba su muñeca, y vio que eran ya las once y media, por lo que no era posible cancelar o aplazar aquella cita que tanto lo disgustaba. Él lo habría hecho gustosamente, pero la cortesía que sabía quedebía de mostrar hacia sus empleados, le impedía adoptar un comportamiento tan grosero, así que, con un gesto de la cabeza, le indicó a su secretaria que la hiciera pasar.

La chica entró en el despacho con un ligero temblor, y a petición de él cerró al pasar al interior de la sala; a Adam no le pasó por alto su extraño atuendo, una blusa blanca de cuello redondo muy grande, y un pichi de color gris acero sin ningún tipo de forma, que colgaba sobre sus hombros como un saco, llevaba el cabello recogido en un tirante moño, y la cara maquillada con poco esmero, en conjunto, daba el aspecto de estar cansada, y parecía vulnerable, y por algún extraño motivo, Adam sintió ganas de proteger a aquella pequeña mujer que no llegaba al metro cincuenta de altura, y que cruzaba los brazos en una actitud protectora, como si él fuera un monstruo.

- Señorita Meinland, tome asiento, por favor.

Ella se sentó mientras intentaba disimular el nerviosismo que se detectaba en cada uno de sus movimientos.

- Señor Lobingston, gracias por recibirme.

- Señorita Meinland, supongo que sabe usted porqué se encuentra en este despacho.

Cuando Adam vio como el labio inferior de la muchacha temblaba, y como involuntariamente ella sorbía las lágrimas que estaba a punto de derramar, se enfureció aún más, porque algo primitivo había nacido dentro de su cuerpo; lo que realmente deseaba hacer, era abrazarla, y pedirle que no derramara ni una sola lágrima, y si lo hacía, deseaba borrarlas de su cara a besos. Pero todos esos pensamientos fueron interrumpidos por la respuesta temblorosa de la muchacha.

- Si, señor Lobingston.

- Llámeme Adam, por favor, y si me permite, la llamaré Sarah.

- Adam, no es lo que usted se imagina, por favor no me deje sin empleo.

- Sarah, creo que lo que ayer noche sucedió no necesita mucha explicación, fue claro para ambos que usted tiene un segundo empleo a pesar de que la normativa de la empresa lo prohíbe; y por si ésto fuera poco, su otro empleo está relacionado con actividades de moral dudosa, ¿no está de acuerdo?

5. Adam 1

5. Adam 2

5. Adam 3

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