El empresario del corazon roto romance Capítulo 42

[Quentin]

Después de salir de la oficina, voy directo a mi piso para cambiarme de ropa y ponerme otra más cómoda pero elegante, aprovecharé para volver a repasar el plan de hoy y cuando supongo que todo está en su lugar, salgo de ahí para dirigirme al edificio de Isabel.

El recorrido hacia allá se me hace lento, bastante, pero quiero pensar que tal vez es la emoción de que la veré de nuevo después de unos días y que ahora con ella me siento como adolescente enamorado que no puede pasar muy lejos de su amada. Debo admitir que cuando ambos colgamos por la noche siento esa sensación de vacío que me hace pensar ¿por qué ella no duerme conmigo a mi lado? ¿por qué no puedo despertar y ver sus ojos? ¿Por qué se tiene que ir? Aunque supongo que por el momento debe ser así.

—Llegamos señor.—Escucho a mi chofer y sin que él me ayude yo bajo de la camioneta para caminar hacia su hermoso piso, tan acogedor y lleno de sabores que hoy tiene que dejar.

Toco la puerta pero al ver que nadie contesta entro sin decir nada para verla hablando por móvil y moviendo unas cosas de caja en caja.

—No, no puedes decirme eso ¿en serio? — La escucho hablar con tono de preocupación.— Entiendo, pero me dijiste que a las seis ...Vale, vale, lo comprendo. Está bien, nos las arreglaremos. Hasta luego.

Ella voltea a verme y me sonríe como si no hubiera pasado nada.— ¡Amor! — Me comenta alegre y va hacia a mi para darme un beso.

La tomo entre mis brazos y después me doy un beso tierno pero largo que le comunica lo mucho que la extrañé. Isabel acaricia con sus dedos mi nuca y puedo sentir como su cuerpo tiembla un poco de el esfuerzo que hacer por esa en puntas, ya que cuando no trae tacones le cuesta un poco alcanzarme.

—Te extrañé.— Le murmuro.

—Lo noto.— Responde y acaricia mis mejillas.— Gracias por las rosas, están preciosas.

—De nada, son para ti, te mandaré un ramo cada día.— Respondo y ella abre la boca para decirme algo pero mi rostro le dice todo.

—Gracias, será lindo tener el piso lleno de flores. Por cierto, yo también te tengo un regalo.—Me dice

— A ver.— Pregunto entre sonrisas.

—Cierra los ojos, sin trampas y estira las manos.

Hago lo que me pide y después de unos momentos siento algo de tela en mis manos —¿Los puedo abrir?

—Hazlo.

Mis ojos se abre y de pronto veo un hermoso caballo negro tejido a mano que se encuentra entre mis manos. Sonrío sinceramente ya que está perfectamente bien hecho.

—Te dije que te regalaría un caballo ¿no? — Me dice entre sonrisas.

—Es precioso, gracias mi amor.— Le respondo y le doy un beso sobre el cabello—¿dónde lo compraste?

—No, yo lo hice, aproveché nuestros días separados para ponerme a tejer.

—¡Me encanta! Es precioso.

—Gracias, se llama "Galante" como me comentaste en Navidad.

—Definitivamente eres un estuche habilidades Isabel.

—Lo sé.— Me dice coqueta mientras cierra el ojo.

Vuelvo a besarla con ternura sobre los labios y luego nos separamos—¿Vamos?

—¿A dónde?

—Tengo algo que enseñarte.

—Mi amor, no puedo, tengo que mudarme, hay que pasar todas estas cajas al piso y las otras a la bodega que renté, para mañana tiene quedar todo despejado para que pueda trabajar.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El empresario del corazon roto