El empresario del corazon roto romance Capítulo 72

[Quentin]

Muchos esperan que la noche de bodas es sexo por la noche y un hermoso despertar por la mañana, pero no es así, en ambas bodas mi luna de miel fue dormir profundamente cansado hasta el otro día y la única diferencia no sólo es la mujer de al lado, si no el hermoso despertar que hemos tenido.

Abro los ojos y una sensación de descanso y felicidad llega a mi, me encuentro abrazando la almohada mientras mi cuerpo se encuentra recostado boca abajo en aquella enorme cama. Isabel no se encuentra a mi lado, pero no es algo que me asuste ya porque sé que ella se encuentra en algún punto de este hermoso yate que tenía años que no zarpaba en alta mar.

Me levanto para después caminar hacia el baño, tomar una de las batas blancas y ponérmela encima para salir a al improvisado balcón donde veo a Isabel sentada sobre los sofás con una taza entre las manos tomando café.

Me acerco por detrás y le murmuro a al oído.— Buenos días corazón.

Ella voltea y me ve sonríe.— Buenos días.— Se muerde los labios y me da un beso sobre los míos.

—¿Dormiste bien? ¿Cómoda?

—Dormí como nunca, exhausta.

—Quien dice que casarse no es cansado ¿cierto? — Le contesto y ella se ríe.

—Afortunadamente sólo planeo casarme una vez, no sé como pudiste aguantar dos veces.

—La segunda es la buena, la primera sólo fue un simulacro.— Respondo y camino hacia el pequeño servicio que el staff de la cocina seguro ha traído. Me sirvo una taza de café y me recargo sobre el barandal para ver el hermoso mar azul que se extiende ante nosotros. Isabel camina hacia mí, vistiendo ese ligero camisón blanco y el albornoz que le hace juego, y me imita haciendo lo mismo.

—Jamás había despertado en el mar.— Murmura.

—Y ¿Te gusta?

—Es… distinto. Hoy por la mañana mientras dormías eso pensaba en cómo ha cambiado mi vista en tan pocos meses. Pase de despertarme viendo la ropa interior en el balcón de mi vecino, a la nieve en la cabaña, el hermoso Coliseo a ver verte a ti.

Sonrió.— Pensé que dirías a despertar en el mar.

—También, pero eres la vista más hermosa que he visto.

—¿En serio? Porque creo que debo llevarte la contraria por primera vez en este matrimonio.— Le comento.

Dejo la taza de café a un lado y luego la tomo de la cintura para sentarla sobre el barandal.— ¡No Quentin! — Grita asustada mientras trata de no tirar la taza al suelo y quiere sostenerse de mí. La sujeto fuerte, pego mi cuerpo hacia ella y le besó, lo hago con pasión, como si ella me prohibiera hacerlo.

—Tú eres la vista más hermosa que hay Isabel.— Murmuro y ella se sonroja mordiéndose el labio.

—¿Qué haremos hoy esposo?

—Lo que desees, tu dime y lo hacemos, todavía queda tiempo para llevar a Sicilia así que pasaremos encerrados en este yate… mucho, mucho, mucho tiempo.

—Entonces, me gustaría tomar el sol, broncearme un poco, descansar a tu lado y después entrar a ese jacuzzi que tenemos abajo.

—A todo sí.— Le contesto de inmediato.

—¿Seguro? No deseas ¿no sé? Refutar lo que te acabo de decir.— Dice entre risas.

—No, porque haremos lo que tú quieras por la mañana y lo que yo quiera hacer por la noche.—Y le cierro un ojo.

—¿No deseas decirme qué quieres hacer?

—No, te lo diré en el momento, así que… tendrás que esperar hasta que llegue. Ahora bien, si deseas cambiarme el día por la noche, te puedo decir ahora.

—No, el día me gusta más… ¡Quiero sol! ¡Quiero brisa! ¡Quiero mar! ¿Podemos nadar en el mar?

—Lo que usted desee señora Valois, este yate es suyo y puede hacer lo que sea.

—Perfecto, entonces ¿vamos a nadar? Que ya casi es medio día.

—¡Muy bien! — La tomo entre mis brazos y la llevo cargando hacia la habitación, mientras ella ríe alegrando más mi día y regalándome la melodía más bonita que he escuchado.

Isabel entra al vestidor para cambiarse y ponerse el traje de baño mientras yo busco el mío entre los cajones. Me visto rápido y mientras la espero para bajar a la cubierta principal reviso mi móvil.

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