El general invencible romance Capítulo 2

La Casa de la Realeza.

Con 20,000 metros cuadrados, la Casa de la Realeza era la villa más lujosa de todo Cansington.

Tenía de todo, desde un jardín, una piscina y un campo de golf.

En el vestíbulo de la villa.

Thea tomó asiento en el cómodo sofá, mirando la villa con incredulidad. Parecía un palacio más que nada.

Cuando su abuelo eligió un esposo para ella, supo que cualquier persona con dignidad nunca aceptaría casarse con ella, y mucho menos con la familia Callahan.

No tenía ni idea de quién sería su esposo.

Sin embargo, supuso que sería codicioso y perezoso. Alguien que codiciaba la riqueza de su familia.

En cambio, él la trajo a este paraíso.

James se arrodilló y le levantó el velo.

“No…”.

Thea entró en pánico y se apartó. Con las cicatrices que le cruzaban la cara y todo el cuerpo, tenía un aspecto aterrador. ¿Y si ahuyentaba a su nuevo esposo? Ni siquiera habían sido presentados como es debido.

James le quitó el velo de todos modos.

Thea estaba muy asustada, su corazón latía nerviosamente en su pecho. Estaba muy avergonzada, y lo único que quería era desaparecer y esconderse.

James levantó su cara con delicadeza.

Tenía un impactante entramado de cicatrices.

James pasó los dedos por encima de ellas.

Sintió pena por ella, ya que sabía que todo era culpa de él. Si ella no lo hubiera salvado, Thea no estaría en esta situación.

Tenía una expresión amable en el rostro, un aspecto poco habitual en él. Casi entre lágrimas, dijo: “Ah, Thea, has sufrido demasiado”.

Thea no tuvo el valor de mirar a James a los ojos. En su lugar, jugueteó con su camisa.

Con delicadeza, James le dijo: “Confía en mí. Te ayudaré a recuperarte”.

Thea volvió a entrar en pánico y siguió con la mirada baja.

“Trae la medicina”, gritó James al ponerse de pie.

Al instante, las puertas de la villa se abrieron de golpe. Entraron unos cuantos hombres con trajes negros, cargando unas cuantas cajas.

Dentro de las cajas había costosas píldoras, pastillas y otros tipos de valiosos medicamentos.

James se puso a trabajar, manipulando los artículos dentro de las cajas y mezclando algunos de ellos para formar un ungüento.

Cuando terminó, se agachó junto a Thea. Ella seguía jugando con una esquina de su camisa. Tomó sus manos llenas de cicatrices entre las suyas, pero ella se apartó y las escondió detrás de la espalda. Con la mirada en el suelo, preguntó en voz baja: “¿Qué…? ¿Qué estás haciendo?”.

“Tranquila, Thea. Quítate la ropa”.

Thea rompió en llanto al instante y tiró de su ropa. Con lágrimas en los ojos, dijo: “Sí, sé que soy fea. Tengo cicatrices por todas partes. ¿Estás feliz ahora?”.

Sabía que cualquiera que su abuelo eligiera para ella la tomaría como blanco de burlas y la humillaría.

Se había acostumbrado a ello con los años.

Desde el incidente, estaba plagada de pesadillas. Lloraba todos los días y apenas recordaba lo que era ser feliz.

Mientras miraba a James, ella se estaba mordiendo el labio, todavía con lágrimas en los ojos. Las lágrimas se acumulaban en sus ojos y se derramaban por sus mejillas.

James sintió que su frío corazón se derretía al mirarla.

Atrajo a Thea hacia su pecho, jurando solemnemente: “Nunca te dejaré de lado. No importa tu aspecto, eres mi esposa, ahora y siempre”.

Thea se quedó atónita.

¿No iba a burlarse de ella?

No pudo encontrar una respuesta.

James la soltó y le aplicó con cuidado el ungüento que había preparado en sus cicatrices.

Luego, la envolvió con una gasa por completo, incluso su rostro. Cuando terminó, Thea parecía una momia.

James guió a Thea para que se sentara con él.

“Thea, confía en mí. Diez días es todo lo que se necesita. Te prometo que serás una persona diferente después de ese tiempo”.

“¿De verdad?”, respondió Thea finalmente, aunque no se lo creía del todo.

“Por supuesto. Nunca te mentiría”.

Aunque no podía ver la cara de James, podía oír su voz. Magnética y suave, le alegraba el corazón.

En un abrir y cerrar de ojos, habían pasado diez días.

Fueron los diez días más felices que Thea había vivido en los últimos diez años.

Todavía no sabía quién era su esposo, pero él la cuidaba atentamente y se quedaba con ella las veinticuatro horas del día.

Todas las noches le contaba historias y chistes para adormecerla.

Cada vez que se despertaba, sus fuertes manos estaban allí, sosteniéndola.

Durante los últimos diez años, había olvidado lo que era el cuidado, por no hablar del amor.

Ahora se sentía enamorada.

En la villa, frente al espejo.

Thea estaba envuelta en una gasa blanca de pies a cabeza, incluida la cara.

No podía evitar sentirse nerviosa.

Durante diez días, se había aplicado el ungüento, sintiendo cómo le ardía la piel.

James le había dicho que mientras lo hiciera regularmente, podría recuperar su verdadero aspecto.

“¿Esto… de verdad está pasando?”. Se aferraba a un par de manos fuertes.

“Sí”. James le quitó lentamente la gasa de la cara y el cuerpo.

Henry volvió a caer de rodillas. En voz alta, declaró: “Tenga cuidado, General. El Ejército del Dragón Negro estará esperando su regreso”.

“Vete”. James volvió a sentarse y agitó la mano.

Solo entonces Henry se dio la vuelta y se marchó.

Después de un rato, Thea salió de la ducha.

Había elegido un vestido blanco que dejaba ver su cuello y sus brazos tersos.

Nunca se habría puesto algo así en el pasado.

Estaba de muy buen humor, cantando una melodía en voz baja. Tocando su piel suave, esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

Se detuvo al ver a James fumando con un aspecto sombrío en el sofá.

Se acercó y tomó asiento a su lado. Tenía la cara sonrojada, aunque no sabía si era porque acababa de terminar de ducharse o porque era tímida.

“Emm…”, abrió la boca sin saber qué decir.

Aunque había pasado diez días con James, era diferente, ya que tenía los ojos vendados. Ahora que lo estaba viendo con claridad, era un poco tímida. No encontraba las palabras para hablar.

Sacado de sus pensamientos, James miró a Thea, con los ojos brillantes. “Cariño, ¿cuándo vamos a obtener nuestro certificado de matrimonio?”.

“¿Qué?”.

Thea se quedó atónita, con la boca ligeramente abierta. Se veía adorable cuando estaba confundida.

James sonrió. “Ahora soy parte de los Callahan. Soy tu esposo según las órdenes de tu abuelo. ¿Te arrepientes? ¿No quieres casarte conmigo?”.

“Sí quiero”.

Cuando Thea se recompuso, no había nada que decir excepto esas dos palabras.

James le había mostrado tanto cariño durante los últimos diez días que se había ganado su corazón.

¿Cómo no iba a casarse con un hombre como él?

Echó una mirada de reojo a James.

Era alto, fuerte y seguro de sí mismo. El simple hecho de mirarlo la hizo sonrojarse y su corazón latió más rápido.

Una hora después.

De la mano, un hombre y una mujer salieron del Departamento de Asuntos Civiles.

Thea miró el certificado rojo y finalmente cayó en la cuenta.

¿Ya estaba oficialmente casada?

Antes de esto, fantaseaba con su futuro y esperaba tener algún día una relación amorosa apasionada.

Sin embargo, las cosas no suelen salir según lo planeado o lo imaginado. Su abuelo había arreglado su destino. James, quien se casó con su familia, la llevó a un palacio paradisíaco donde permaneció diez días.

En esos diez días, se había recuperado. Volvió a ser hermosa.

Aunque todavía no sabía quién era exactamente su esposo, el sentimiento de calidez se extendió por todo su cuerpo, haciendo que se aferrara con fuerza a la mano de James.

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