El Jefe romance Capítulo 5

Eileen escuchaba atentamente a esa mujer, si las cosas seguían así tendría que hablar con la policía… pero… el señor Romel le había dicho que eso solo empeoraría las cosas, pero entonces ¿Qué carajos iba hacer? Las constantes amenazas ya eran más fuertes.

—Váyase de mi oficina.

En un movimiento ágil la flaca llega hasta ella para tomarla por el cuello y apretar con evidente molestia. De sus ojos solo chispeaba ira, se notaba que no estaba para juegos.

—Escúchame estúpida, como vuelvas hablarme de ese modo te juro que meteré una maldita bala en tu cabeza. Aprieta un poco más el cuello de Eileen. —Habla con el viejo, ¡que venda! O algo muy malo pasara.

Cuando la suelta, Eileen tose frenéticamente… la chica se agarra el cuello como intentando recuperar todo el aire que no pudo tomar mientras la agredían. Mira de reojo a la rubia quien ya se encontraba saliendo de su oficina, dejándola con un miedo del carajo.

La chica se sienta en su silla con todo el cuerpo temblándole como gelatina. Las cosas estaban muy mal, esas personas eran muy peligrosas y sus amenazas no eran para tomárselas para juego. A esas alturas Eileen ya no sabía qué hacer, si renunciar para salvar su propio pellejo o quedarse y morir intentando proteger la reliquia de su jefe.

[…]

Kara subía en el ascender yendo hasta la oficina de su jefe… en cuanto la puerta se abrió a la primera que ve es a la estúpida de la secretaria de este.

—Bienvenida, señorita Kara.

—¡Cállate idiota! Le dice sin siquiera verla.

Entra directamente en la oficina de Lión, encontrándolo sentado metido en su ordenador. Este no se molestó en levantar la mirada.

—Espero que traigas buenas noticias.

—La verdad es que no. La mujer insiste en que el viejo no venderá.

—¿De verdad? Este levanta solo la mirada. —Que resistente es esa chica.

—O muy idiota. Le he dejado una advertencia. No creo que aguante mucho el acoso.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Lo vi en sus ojos, estaba muerta del miedo. Esta sonríe.

Lion estaba muy sorprendido por la resistencia de esa mujer, realmente ya había captado toda su atención. Y ni siquiera la había visto, quizás ya era hora de que personalmente metiera sus manos en el asunto. Kara parecía no resolver nada.

—La quiero ver. Sentencia volviendo la vista al ordenador.

—¿Para qué?

—Quiero saber con quién estoy tratando.

—¿Cuándo la quieres ver?

—¡Mañana! Ahora vete, tengo trabajo que hacer.

—¡Claro! Es aquella, donde se encuentra aquel joven.

El mafioso fijo sus ojos en el sujeto que ocupaba la mesa, bebía champagne… este amusgo los ojos, porque el tío estaba solo. Tendría que esperar a por ella. Y todo por no querer llegar directamente al museo o su casa. Kara le había dicho que era una reunión, que lo más probable era por trabajo. Pero ese sujeto iba muy formal, y bebía champagne.

—Quiero una mesa muy de cerca de la suya.

—Pero su habitual mesa esta lista. Le dice el cupiere.

—He dicho que, cerca de esa mesa. Ordena con voz peligrosa.

—En seguida señor Walker. Responde con nerviosismo.

Segundos después, Lión se encontraba tomando whisky en una mesa muy junta a la de Eileen. Llevando la mirada en la dirección al mequetrefe se encontraba sentado en ella. Se preguntó qué tipo de reunión tendría con Williams Severu. Lo conocía, era el hijo de un empresario reconocido.

¿Qué tenía que ver el museo con ese tipo? Ahora tenía otra misión, averiguar qué tipo de conversación tendría la joven con el idiota. Y también aprovecharía para conocerla por primera vez.

Este bebió un trago de su copa, miro su reloj… ya llevaba quince minutos esperando esa mujer. Ya estaba cabreado, en eso levanto la mirada justo hacia la entrada cuando sus ojos azules enfocan a una mujer muy hermosa pasar por las puertas de cristal.

Lion la detallo completamente, su piel era tan blanca como el papel. Llevaba el cabello muy largo, tan brillante y abundante. Sus ojos eran de un color cautivador, eran del mismo color de la bebida que estaba tomando. ¿Sería ella? Se preguntó. La vio caminar detrás del cupiere, mientras que la seguía con la mirada. El cotoneo de sus caderas era enloquecedor, tanto que lo hizo morder sus labios.

Entonces su fascinación se acabó cuando la vio sentarse en la mesa del imbécil de Williams. Este se puso en pie, saludándola con un beso en la mejilla. Esa reunión no parecía para hablar de trabajo… aquello parecía una maldita cita. Lion apretó los dientes.

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