El Jefe romance Capítulo 8

—¿Por qué eres tan cabezotas, Romel? Ya eres un viejo, no puedes hacerte cargo de ese lugar. Responde impasible.

—Ese no es tu asunto.

—Ya veo. Le has delegado poder a esa joven, ¿Qué puede hacer ella? Ya la he visto. El viejo palidece más de la cuenta. —Ella no sabrá qué hacer cuando tú te mueras, y por lo que veo no creo que dures mucho en esta vida. Camina hacia una repisa con fotos viejas. —Si me vendes a mí, no tendrás que preocuparte por nada más. Toma una foto de una mujer.

—No toques esa fotografía. Ordena el anciano molesto. Este solo medio sonríe.

—Piénsalo Romel, sabes bien que no tengo toda la paciencia del mundo. O lo haces por las buenas. O yo te obligo a que lo hagas por el lado muy malo. Lo mira por el rabillo del ojo.

—No te tengo miedo. Mi muerte está muy cerca, no le temo a morir.

—Puedo acelerar ese proceso, si quieres.

—¡Largo!

Lion gira su cuerpo observando al viejo seriamente. Aplana los labios y asiente.

—¡Muy bien! Si así lo quieres.

El anciano observo a Lion abandonar su recamara, segundos después escucho el chirrido de los cauchos del auto. Este se quedó pensando un momento, luego cogió el teléfono más cercano disponiéndose hacer una llamada que cambiaría todo

[…]

En cuanto anocheció Eileen aparcaba el coche en la entrada de la residencia de Romel. La joven se bajó con un sobre en las manos y el agotamiento recorriéndole todo el cuerpo. Lo único que deseaba era regresar a casa, darse un baño y dormir profundamente.

Entro en la mansión de su jefe yéndose de inmediato hasta su habitación. Mientras más rápido saliera de allí, estaría en la comodidad de su cama. La rubia encontró al viejo acostado con una bombona propinándole oxígeno en el rostro.

—Por dios, señor Romel. ¿Qué paso?

—Tranquila. Dice respirando con dificultad. —Estoy bien, solo es rutina.

—Le he traído el informe de esta semana.

—Déjalo por allí. ¿Cómo estuvo el día?

—Todo estuvo bien. Mintió la joven, no quería alertar a su jefe comentándole sobre la visita de ese hombre.

—Me alegra saberlo.

—Ya me tengo que ir señor Romel.

—¡Claro! Ten mucho cuidado de camino a casa.

—No se preocupe. Esta le sonríe, se pone en pie para luego marcharse.

Condujo de regreso a casa, las luces de su viejo coche no ayudaban mucho iluminando la calle. Por ende iba despacio. Entonces de la nada, el automóvil de la rubia fue impactado por la parte trasera que la hizo perder el control del volante. Por instinto Eileen freno el coche abruptamente.

—¡Ahhh! Pego un grito cuando el coche dio algunos giros.

Intento maniobrar para que el automóvil no se volcara, pero el golpe había sido tan duro que el viejo auto termino impactando un enorme árbol. Eileen, quedó un poco aturdida por el impacto. La chica medio levanto la cabeza fijándose que un coche completamente negro avanzaba lento cuando paso frente a su coche, y luego arranco de golpe.

Eileen pestañeo llevándose la mano a la cabeza, como pudo soltó el cinturón de seguridad para poder bajarse del coche. Pero por los nervios, y por la impresión la rubia cayo de bruces en el suelo. De pronto un par de luces brillantes iluminaron su rostro cegándola de momento.

Esta gateo lejos del coche llegando a la carretera, la mansión del señor Romel se encontraba un poco retirada. Y el camino de regreso era solo una vía llena de enormes árboles. El coche freno cerca del suyo, dejando ver a una pareja bajándose hasta correr hacia ella.

—¿Se encuentra bien señorita?

—Señorita, ha sufrido un accidente grave. Seguramente está conmocionada y…

—Digo la verdad, con un demonio. ¿Por qué carajos no están tomando nota? ¿No piensan hacer nada?

—Remolcaremos su coche, y la llevaremos a casa. Déjenos el resto a nosotros.

—¿Es todo? Ustedes… ustedes están comprados. Les reprocha.

—¡Cálmese señorita! Venga, suba a la patrulla. La llevaremos a casa.

—No. Ustedes no harán nada. Ese hombre los tiene metidos en los bolsillos a todos.

Los oficiales la llevan casi que arrastras hasta la patrulla… dejándola en la parte trasera. Eileen solo lloraba, por lo que había visto la policía no pensaba hacer nada al respecto. Con razón ese hombre casi que se burla en su cara cuando le dijo que lo denunciaría con la policía. Esta limpio sus lágrimas con el dorso de la mano.

Miro por la ventanilla, divisando como una grúa remolcaba su coche. Esta negó… algunos minutos después los oficiales la dejaron en su casa, junto que la porquería que era su coche. Cansada dirigió sus pasos hasta la ducha, después de un baño se metería en la cama.

Después de un buen baño, miro su reflejo en el espejo. Tenía una herida nada grave en su cabeza, y muchos raspones en las manos. Por fortuna no había muerto en ese accidente, debía agradecer que el golpe no hubiera sido demasiado fuerte. Realmente no la hubiera contado.

Encamino sus pasos hasta la cama… y estando solo a segundos de tumbarse en ella, alguien se propició a golpear la puerta.

—¡Maldición! ¿Quién diablos puede ser?

Esta se dirige hasta ella, la abre pero dejando el seguro metálico de por medio. Cuando se fija de quien se trataba inmediatamente cierra la puerta. Su corazón comienza a palpitar conjuntamente sus piernas se volvieron de gelatina.

—¡Por dios! Dice con la voz temblándole. —¿Qué está haciendo este sujeto en mi casa?

—No pensaras dejarme en medio de este pasillo ¿o sí? Ella le escucha decir del otro lado de la puerta.

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