No puedo mentir diciendo que esas pocas palabras enviadas por un simple mensaje insignificante no me afectan, hecho está que en verdad me duele leer aquello. Ya que, a pesar de que tenga un enojo inmedible hacia su persona, si su objetivo con ese breve comunicado fue hacerme sentir culpable o, aunque sea un poco mal, lo logró.
Pero, de todas formas, trato de no torturarme tanto y disfrutar el día que tengo por delante una vez habiendo abandonado la cama a la mañana siguiente. Al salir de la ducha, veo la notificación de una llamada perdida en la pantalla del celular y revisándola, logro saber que había sido emitida por un número desconocido, detalle que hace que ignore tal hecho y me dirija a la facultad sin dar más vueltas.
Del resto del día conviene ni dar detalles, mi rutina me deprime hasta a mí misma. Una mañana de cuatro horas de anatomía con un profesor que duerme hasta al esqueleto de laboratorio que usa como instrumento y una tarde de prácticas en un hospital de la zona, hacen que llegue a casa apenas pudiendo poner un pie delante del otro. La única ventaja en toda esa desmotivadora realidad es que Mía viene conmigo y planea quedarse a pasar la noche.
- Pensé que ya ni llegaba (digo apenas habiendo abierto la puerta de mi cuarto).
Mía: Callate que apenas tomaste apunte a la mañana (enciende la luz).
May: Para eso te tengo a vos (comento con una mueca divertida y recibo un almohadazo). ¿Voy a bajar a tomar agua, querés algo?
Mía: No, andá.
Nuestra falta de apetito a esas horas de la noche se debe a la cena que entrometimos en nuestros planes al haber salido de la facultad, dejando al chofer libre por una hora.
…
- Día largo, ¿no? ¿Vas a la cocina?
Escucho a mis espaldas tras pisar el último escalón y al voltearme, me encuentro con Luisa, bajando al igual que yo.
May: Si, tengo sed.
Luisa: Igual llegaste demasiado tarde, ¿estabas con...
May (la interrumpo): No. No, para nada. Menos mal.
Ella muestra su asombro frunciendo el ceño y se adelanta, entrando en la cocina.
Luisa: ¿Algo que me quieras contar?
May: En realidad prefiero no hablar de eso. ¿Te jode?
Luisa (ríe): Obvio que no (me extiende un vaso lleno con agua). Pero ya sabés que cualquier cosa podés...
No llega a terminar lo que estaba por decir ya que mi padre invade la habitación de forma desprevenida.
Tomás: ¿"Puede" qué?
Cuestiona abriendo la heladera.
Luisa: Pedirme...consejos para...
Comienza a inventar y se queda muda, mirándome. Notando esto último, papá se voltea y la observa sospechando algo.
Tomás: ¿Para?
May: La cocina (exclamo con seguridad).
Luisa: Si, ¿vió que las jóvenes de ahora no saben casi nada?
May: Bah, en mi caso el "casi" sobra.
Él ríe y mi terror de ser descubierta se transforma en alivio.
Tomás: Tengo que seguir trabajando, nos vemos después (comenta, retirándose).
May: Y yo voy arriba que dejé sola a Mía.
…
- ¡Al fin lenteja! ¿El agua lo sacaste de un pozo o qué?
Reclama mi amiga apenas entro.
Mía: Te escucho medio mal. ¿Pasó algo que llamás a esta hora? (Hace una pausa). Esperá, ¿qué?
Noto instantáneamente como la expresión de su rostro de transforma, tornándose algo preocupada.
May: ¿Che podés prestarme atención?
Mía (me mira): Shh (Vuelve al teléfono). Pero ¿cuándo? ¿Dónde estás vos ahora? (Hace una pausa). Está bien, ahora le digo (corta).
Mía: ¿Podrías callarte cuando hablo?
May: ¿Y por qué contestaste?
Mía: Porque escapándose de las cosas como haces vos no se gana nada.
May: ¿Quién era?
Mía: Eva (deja el teléfono en la cama).
May: ¿Y?
Mía: Vení, sentate acá (da golpes en el colchón).
May (obedezco): Me ponés nerviosa, Mía.
Mía: Eso es lo que trato de no hacer (se frota los ojos).
May: Pero ¿qué pasó? Hablá.
Mía: Hubo (traga saliva) ...hubo un accidente...grave y (suspira)...Samuel está internado, inconsciente hace horas.
Dice lentamente, tomándome la mano para evitar que la noticia me resulte fatal pero no lo logra, siento como si mi mundo se viniera abajo en cuestión de segundos.
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