El profesor y la virgen nínfula romance Capítulo 21

No era mi costumbre acostarme temprano, pero eso es lo que hice después de llegar a casa. Estaba buscando a toda costa una forma de no pensar en Celine, pero cada vez era más difícil. Me desperté con la polla dura y me encontré pensando en comerme a Celine a primera hora de la mañana, sería un sueño.

- Mierda, ni siquiera he abierto bien los ojos todavía, y este demonio ya está molestando mi maldita mente. Hablé con ira. Me levanté de la cama y fui al baño a lavarme la cara y cepillarme los dientes, tratando a toda costa de evitar las ganas de pegarme uno, pensando en sus jodidos gemidos. Fui a hacerme un café muy fuerte, y luego me fui a mi oficina a corregir los exámenes de los alumnos, ahí fue cuando mi pija decidió darme un respiro. Estuve toda la mañana y parte de la tarde corrigiendo exámenes, solo paré para almorzar. A última hora de la tarde me llamó Edu.

Eduardo: Habla compañero, te llamo solo para avisarte que hoy funcionaron las entradas para la discoteca, habrá muchas mujeres calientes para que nos gastemos la escobilla de goma.

- Hombre, realmente lo necesito, a ver si me saco de la cabeza a esa puta nínfula. Eduardo: ¿Todavía en esto Kyle? Si te dijera que la dueña y yo nos peleamos, y ella hace días que no me busca, y yo ni siquiera la perseguí, está llena de coño en medio del mundo para comer, no te puedes concentrar en uno solo.

- Peor soy yo, que nunca le follé el coño a la chica y solo pienso en ella.

Eduardo: Hoy te olvidas de ella rápido mi pareja, ahí nos vemos a las 21:30.

- Está cerrado. Me duché y fui a dormir la siesta, necesitaba estar completamente descansado para disfrutar la noche y toda la mañana. Cuando me desperté, solo faltaban 15 minutos para las 21:00. Me afeité, separé un par de jeans y una camisa negra, me vestí, me puse un poco de perfume y fui a un club a conocer a Eduardo. Mi nombre estaba en la lista y mi entrada fue limpiada, agarré mi muñequera roja y entré lista para la matanza. Edu y yo, ya teníamos la costumbre de ir a este club, fui a la zona VIP y entré a nuestra cabina que daba una vista privilegiada de la pista de baile. Eduardo: Oye hermano, me alegro de que estés aquí, ya pedí unas bebidas para calentarnos.

- ¿Y ahí? ¿Alguna vez has pasado la visión en alguna mina?

Eduardo: Hay muchos, elegir solo uno es difícil. Dijo riéndose. Tenía un vaso de whisky en la mano, cuando veo la visión del infierno, el mismo diablo entrando al club. Era Celine, con un diminuto vestido negro con un escote muy expuesto y la espalda completamente descubierta. Mientras pasaba junto a la gente, los chicos la comían con los ojos. Sentí que me hervía la sangre al verla tan expuesta y deseada.

- ¿Qué hace esta chica aquí? me pregunté, con ganas de tomarla por la fuerza y ​​llevarla de vuelta a casa. La acompañaba una rubia, que también estaba absurdamente buena. Estaba prestando atención a cada paso que daba Celine. Vi a la rubia empujando bebida a Celine.

- No va a funcionar. Yo hablé. Eduardo: ¿De qué hablas tanto, hombre? Lo miré y luego señalé a las dos figuras en el bar.

- El de negro es el dueño del coño que quiero comer y no puedo.

Eduardo: Mierda, no me lo creo.

- ¿Que pasó?

Eduardo: La rubia que está con ella es la escort de lujo de la que te hablé.

- ¿De qué estabas enamorado?

Eduardo: y ella misma. Que putada, venir a un club así, lleno de machos con un traje de esa talla. Él y yo los estábamos mirando. Hubo un momento en que Celine decidió ir a la pista de baile y me puse tenso de inmediato.

- Su puto brazalete es jodidamente rojo. Si esta chica se abre a algún tipo, me paga. Empezó a bailar sensualmente, cerró los ojos y un chico comenzó a acercarse a ella.

Eduardo: ¿Qué mierda estabas haciendo, hombre?

- Solo traje a tu chica para que ustedes dos se entiendan, mejor que estar ahí parados mirándola desde la distancia. Eduardo: Y tú también, velando por esa pelirroja amiga suya. Al decir eso, Kaká rápidamente me miró, se había dado cuenta que la Celine de mis fetiches sexuales era la misma que era su amiga. Ella trató de ocultarlo, ya que ambos teníamos las colas atadas.

Kaká: Te extrañé Edu.

Eduardo: Puedo ver cuánto lo extrañas, viene al club y se codea con un montón de extraños. Dejé a los dos discutiendo y fui a buscar a Celine, y desde las escaleras pude verla, bailando con el mismo chico y besándose con él.

- Cabrón, esta vez traspasaste todos los límites Celine. Ya no podía controlar nada.

Traté de ubicar a una mujer que estaba cerca de ellos, y vi a una morena, con cabello rizado, bailando sola. Me acerqué a ella e hice lo que mejor sabía hacer, la seduje. Celine no tardó mucho en notar mi presencia. Por más que el hecho de verla frotarse contra otra me poseía, hice un gran esfuerzo por controlarme y lograr golpearla como quería. Ella intensificó sus avances hacia el chico y lo besó con los ojos abiertos, mirándome. Sentí ganas de arrebatársela de sus brazos otra vez. Celine, entonces no digas que no te lo advertí, pensé. Abracé a la morena, y la besé, de la manera más intensa posible, algo que no me gustaba hacer seguido, porque el beso, en fin, ya he dicho lo que pienso del beso. La morena se entregó totalmente al beso, dejando claro que quería más que eso.

- Escucha, gatita, ¿qué tal si vamos a un lugar más privado? Ella asintió y miré a Celine mientras caminaba con la morena hacia el mismo lugar en el que estaba con Celine minutos antes. La mirada de Celine en mi dirección era de puro odio. No necesitaba conocerla bien para saber que vería lo que estaba haciendo, aunque ya lo imaginaba. Entré a la sala de billar, y comencé a besar a la morena, y la coloqué encima de la piscina, tal como lo hice con Celine. La morena estaba caliente y sabía exactamente lo que quería. Llevaba una falda, así que le quité las bragas, luego le quité la blusa, dejándola solo con una falda y con las tetas llenas. Ya estaba a punto de comérmelo. Saqué el condón de mi billetera, me desabroché los pantalones, saqué mi pene y me puse el condón. Le chupé las tetas mientras ella gemía y me decía caliente, y luego la penetré. Ella gimió deliciosamente, mientras que todo lo que podía pensar era en la ira que sentía hacia Celine. Fue entonces cuando decidí agarrar a la morena y cambiar el lado en el que estábamos para poder mirar hacia la puerta, por donde sabía que entraría Celine. Bajé a la morena de la piscina, y la puse de espaldas a mí, inclinada con la cara pegada a la piscina, y volví a entrar en ella, más rápido y más fuerte, ahí fue cuando se abrió la puerta.

La castaña tenía la cara vuelta y no se dio cuenta, y con el fuerte sonido de la balada, tampoco la escuchó. Allí estaba ella, Celine, de pie, mirándonos, con los ojos llenos de lágrimas, tal como le dije que haría.

Morena: Ah gata, sigue que voy llegando, anda. Celine se dio la vuelta y se alejó, y sentí que mi pene palpitaba, advirtiéndome que yo también me correría, y luego me corrí, pensando que ese semen podría costarme muy caro.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El profesor y la virgen nínfula