"Tu eres Carl Situ?"
El Topo mira de frente al hombre que se encuentra dentro de la pequeña celda.
Él no se parece nada a la foto que le habían facilitado sus hombres.
Cabeza rapada, tatuajes en ambos brazos, nuca y pecho.
Su físico delgado está increíblemente trabajado, se le saltan las venas del cuello, brazos y los tendones de las manos.
Sus ojos fríos le sostienen la mirada al Topo y se acerca a la puerta de su celda.
"Eres el Topo?"
Su voz denota ira, odio y resentimiento que tiene después de tres años encerrado en ese mismo lugar donde ha tenido tiempo suficiente para planear a detalle su venganza.
"El mismo."
Responde el gordo hombre sonriendo.
"Me dijeron que quieres vengarte de Mascara de Bronce."
"Puedo ayudarte con eso."
Carl en su celda estuvo tramando su venganza teniendo en cuenta hasta el más mínimo detalle.
Todas las palizas brutales que le dieron cuando llegó a la cárcel...
Todas las noches que tuvo que defenderse de los demás convictos para que no lo asesinaran...
Todas las veces que tuvo que pelear para que no lo violaran en multitud le habían dado el alma asesina e inhumana que ahora poseía.
Nada le importaba mas que vengarse de Edward y de su abuela.
Matar a sangre fría a sus pusilánimes padres, a Elizabeth y en especial a Lucy.
Esa bastarda hija de puta que todas las noches regresaba a sus sueños para reírse en su cara de la paliza que Mascara de Bronce le había dado en ese coliseo.
En sus sueños, Carl mataba a golpes a Lucy en esa misma arena y después se divertía torturando lentamente a ese hijo de puta que tanto daño le hizo.
Derivado de la golpiza, Carl tiene una ligera cojera en su pierna izquierda, debido a que su rodilla quedó muy lastimada y nunca pudo recuperarse del todo.
Pero todo eso no le había impedido entrenar al limite en su celda, volverse mas rudo, mas desafiante, sin corazón ni alma.
Solo la furia lo mueve.
Solo sería feliz hasta acabar con cada uno de los miembros de la familia Situ y proclamarse el único Situ.
Carl quiere tomar las riendas de todo el emporio Situ, tener una mujer, pagada, esclava o libre que le diera descendencia y que así el apellido Situ continuara por su línea solamente.
"Eso me dijeron mis hombres aquí."
"Cuando comenzamos?"
Pregunta Carl acercando completamente la cara a la celda.
A pesar del frío que hace en los pasillos y en su celda en particular, pues no cuenta con una ventana que le proporcione algo de sol al lugar, Carl permanece descalzo, sin camiseta y solo trae su pantalón naranja de uniforme de preso.
Al Topo le gusta la actitud de Carl.
No pide nada, no tiene condiciones.
No es irrespetuoso y quiere a trabajar de inmediato.
"No es tan fácil sacarte de aquí."
"Tu primito Edward se encargó de tenerte bien vigilado."
"Ha comprado al director de la cárcel y a algunos de guardias."
Responde el Topo.
"Pero ire a ver si puedo hacer un trato mas jugoso y que puedas salir esta noche."
El Topo observa cuidadosamente la piel tatuada de Carl...
Es impresionante la cantidad de calaveras y esqueletos que recorren sus brazos musculosos y fuertes.
En su pecho una gran muerte se puede observar con su nombre y apellido.
Tiene demasiadas cicatrices cruzándole el pecho, la cara y su estómago increíblemente plano y con abdominales bien marcados y poderosos.
Si no fuera por sus ojos fieros, su cara llena de furia y su cabeza rapada, Carl pasaría por un modelo de gimnasios o de pasarelas.
"Estoy listo para cuando tu estés listo."
"Tengo todo lo que necesito y mis hombres saben donde comenzar."
Carl le da la espalda regresando a su camastro, donde se sienta derecho observando como el Topo lentamente se aleja de su celda.
Una y otra vez Carl repite su mantra.
Una y otra vez se dice que esta vez no habría vuelta atrás ni remordimientos.
Una y otra vez recrea en las imágenes y el inenarrable dolor que sintió cuando escuchó la risa burlona de Lucy desde el palco de ese Coliseo aunada a los golpes de muerte que le propinaba Mascara de Bronce.
Todo le ayudaba para poder tener claros sus objetivos.
Afuera de la prisión, padre y tío adoptivos de Lucy contemplan el complejo penitenciario desde fuera y les parece de lo más ruin y asqueroso el edificio.
Tienen lista la información y las cosas que Carl les había pedido.
Todo gracias a que Carl había dejado dinero escondido por alguna eventualidad como la que le había pasado.
Cuando Carl llegó a esa prisión, se encontró sumergido en un mar de convictos bastante peligrosos, asaltantes,
matones,
pederastas,
violadores,
asesinos y
de todos ellos solo había otro hombre como él que había cometido crímenes de cuello blanco.
Pero da la casualidad que ese hombre estaba encarcelado junto con su hermano muy cerca de la celda de Carl.
Por lo que en los descansos, Carl pudo comprobar que conocía a esos hombres pero jamás hubiera imaginado que resultarían ser el tío y padre adoptivos de Lucy.
Y más impactante fue para Carl enterarse de que la misma Lucy había sido quien los había encarcelado con ayuda de Edward.
Los tres hombres tenían dos objetivos en común, Edward y Lucy.
El padre adoptivo de Lucy tenía un plan de venganza el cual compartió con Carl.
Los dos detallaron todo lo que tenían que hacer.
Tanto tio como padre de Lucy terminaban su condena antes que Carl, le prometieron pedir ayuda a alguno de los capos que operaban en la ciudad para que pudieran cumplir su venganza.
Pero cuando salieron ambos hombres de más de cincuenta años, se encontraron con un panorama nada alentador.
Mascara de Bronce se había adueñado de todo el territorio con mano implacable junto con su mano derecha Carolina.
La mujer más fiera que ninguno de los dos hubieran visto nunca en su vida.
Buscaron en vano ayuda por todo el inframundo y más aún cuando hacia tres años un acontecimiento raro y extraño unió y blindó a Edward Situ, pues se le vió con guardaespaldas que muchas veces custiodaban a Mascara de Bronce.
Pero eso no los detuvo.
Ellos recogieron el dinero escondido, lo invirtieron sabiamente en la bolsa de valores logrando que en unos años tuvieran una riqueza mediana.
Justo la adecuada para comprar lo que necesitaban para cuando alguien decidiera por fin ayudarlos.
La oportunidad llegó cuando se enteraron que los grandes capos de la mafia estaban disgustados porque una mujer, Máscara de Plata ahora se encargaría de recolectar los impuestos, amasar la fortuna de la mafia, brindarles protección.
Además todos responderían con su vida se se atrevieran a hacerle algo a Carolina o la sucesora temporal de Mascara de Bronce.
No dejaron pasar más tiempo y pidieron varias audiencias con algunos cabezas de mafias.
Solo el Topo los había tomado en serio, tal vez impulsado por sus ansias de derrocar a aquella mujer barata y m poder coleccionarla como una esclava sexual.
Tales cosas lo sabían ellos, pues el Topo mismo se los había dicho en persona.
Quería golpearla,
mutilarla,
violarla y
causarle tanto dolor...
Tanto daño como fuera posible para de ese modo castigar a Máscara de Bronce por haber matado a su segundo al mando, nada más que su hijo predilecto.
Pero no pararía ahí, pues cuando Mascara de Bronce regresara, le diría que tenía a su preciosa sucesora y que la intercambiaría por él para de esa forma torturarlo y matarlo también.
El Topo espera que Mascara de Bronce no se enterara de las cosas terribles que le haría a esa mujer hasta que estaba regresara a la ciudad a ocupar su lugar como Rey de los capos de la mafia.
Esto también lo sabían los dos secuaces de Carl.
El Topo sin reparos les había dicho que es lo que quería hacer con todas esas malditas y asquerosas Máscaras.
Después se coronaria Rey del inframundo como siempre había querido.
"Crees que pueda sacarlo de ahí?"
Tom, el padre adoptivo de Lucy pregunto a su hermano menor Bernard.
"Sabes que podrá porque es el único que tiene los suficientes recursos para poder comprar al director."
"Esperemos aquí."
Ambos hombres se habían enterado recientemente, gracias a sus sobornos que una mujer de cabello rubio y hermosa había matado a Lucy en su celda.
Eso los había dejado desconsolados, pero no porque les doliera la muerte anticipada de su hija y sobrina adoptiva, si no porque ellos no podrían matarla o golpearla como antaño lo habian hecho con sus propias manos.
Sin embargo, el premio en el horizonte se veía prometedor.
Una bolsa de cristal de la mejor calidad, pues él también es un consumidor y la tarjeta con la foto de la chica.
Se le hace agua la boca al hombre quien se pasa la mano por el pelo mirando al Topo que lo observa con una sonrisa burlona de lado mientras fuma despacio su puro y tira las cenizas en el piso recién pulido.
"Debe haber una distracción, no puede irse como así por su propio pie."
Responde Mark cediendo.
"Tal vez nadie pregunte por ese interno, ni nadie lo haya visitado en los tres años que ha estado aquí, pero de todos modos, si alguien más sale antes y habla..."
Mark cruza la pierna izquierda y se recarga en su silla detrás de su escritorio esperando la respuesta del Topo.
"Sabia que dirías eso!"
"Por eso cuento con mi gente."
"Tu déjame todo a mi y prepara al interno para su rápida salida."
"Tu ayuda será más recompensada si lo das por muerto por el momento."
"Estaremos en contacto y no olvides a la deliciosa Paulina."
"Dile a Ron que vas de mi parte y estoy seguro que te dará la mejor habitación de su lugar."
El Topo se levanta pues su cometido esta hecho y solo espera salir de ahí como Maurice, el empresario de mesas de billar que vino a hacerle una visita a su cliente preferido Mark, quien tiene un cuarto de juegos en su prisión realmente envidiable.
Ambos hombres se despidieron en la puerta de acceso de la cárcel.
Maurice subió a su impresionante camioneta blindada ayudado por sus guardaespaldas, pues sus cortas y rechonchas piernas no le ayudaban a subir hasta los asientos traseros.
Mark observa cuando la caminoneta se retira.
El burdo hombre mete las manos a las bolsas de su pantalón costoso.
Era mucho dinero lo que el Topo le había dejado en su oficina.
Era mucha droga para repartir entre sus custodios...
La tarjeta prometía un sexo salvaje con esa niña que sabia que había sido robada desde los trece años y la habían estado entrenando para complacer a los más "exigentes" clientes.
En el edificio modesto del centro donde tenían sus oficinas Tom y Bernard se preparan para la noche.
Ellos ya tiene todo listo y cargado cuando el Topo llega para informarles que todo había salido bien y que podían proseguir con el plan.
Para ser unos hombres cincuentones, ambos tienen un físico impresionante que escondían perfectamente con sus trajes y sus chamarras holgadas.
Sus caras detrás de los lentes se ven pacíficas y aún sin tantas arrugas.
Sin tatuajes, ni ninguna marca distintiva los dos hombres se pueden mezclar perfectamente con las personas que nunca sabrian sus verdaderas intenciones.
Cargaron el destartalado auto que usarían y justo cuando el sol comenzaba a meterse por el horizonte emprendieron el camino hacia la prisión.
En el auto resonaba una canción antigua que ambos les gusta demasiado por lo que la repiten una y otra vez.
Cuando llegaron al lugar indicado, bajaron del auto, sincronizaron sus relojes y el reloj el del artefacto dentro del auto.
La música fuerte se quedaría sonando dentro del auto.
Ellos esperaban que la música fuera lo suficientemente alta para llamar la atención de los guardias de la entrada lateral para que fueran a inspeccionar abriendo la puerta que dejaban entreabierta.
Revisaron todo dos veces, caminaron despreocupadamente al otro lado de la acera y entraron a un callejón que los llevo a una puerta secreta.
Esa puerta donde Carl los vería y que habían hecho durante muchas madrugadas para no levantar sospechas de la policía ni de ninguna persona.
"Tres, dos, uno..."
Una fuerte explosión se dejó sentir en toda la área cercana a la prisión.
El hermoso hongo de fuego que se levantó en ese sitio fue visible desde muchas areas de la ciudad.
Los hermanos saben que tienen diez minutos máximo antes de que policías, periodistas y demás curiosos llegaran hasta ese sitio.
Se quitaron las orejeras a prueba de ruidos, los trajes especiales que se habían puesto, los cascos y esperaron.
Unos leves toquidos les dieron la señal.
Frente a sus ojos esta Carl, sin un rasguño.
"Se tardaron demasiado imbéciles castrados."
Tom fue el primero en darle la mano.
Ambos hombres se dieron un abrazo, Bernard le dio unas palmadas en la espalda como muestra de su aprecio.
"Es hora de que nos pongamos en marcha, pero hay unas cosas que debes saber Carl..."
Afuera el caos reina mientras que los bomberos, cuerpos de auxilio, medios de comunicación y demás curiosos observan la enorme fuga de prisioneros de esa cárcel....
***By Liliana Situ***
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