Dayana Berlusconi
No sé si el infierno existe en otra realidad alternativa, pero de lo que estoy segura es que lo que estoy viviendo es un calvario. Dos semanas en la que he sido violada, maltratada física y mentalmente por ese psicópata, se droga y se alcoholiza para luego descargar su frustración conmigo.
Nunca he deseado morir tanto como ahora, no existe cosa más despreciable que una mujer siendo utilizada como un juguete sexual. También he tenido sangrados, no creo resistir mucho tiempo este calvario, Sergey Ivanov es como una sentencia de muerte y ya creo entender la razón por la que Cristal se suicidó, esa chica tomó la mejor decisión de su vida.
Aunque toda vida sea valiosa existen momentos en los que perdemos el camino, la esperanza y la fe de vivir mejor, Dylan me mantiene de pie, pero soy un ser humano que tarde o temprano termina rompiéndose en fragmentos irreparables, suspiro, él prometió destruirme y lo está logrando.
Quiero darme por vencida, sucumbir y morir de una vez por toda, pero pensar en que mi pequeño crecerá sin su madre a su lado me llena de tristeza. No sé si está con Donovan y tampoco quiero irme sin poder escucharlo decir te amo otra vez, me duele con toda mi alma el que no pueda recordarme, sollozo sin poder evitarlo mientras observo las paredes que me mantienen cautiva.
Es una casa vieja y muy lejos de todo, no conozco Rusia y por lo tanto no tengo una ubicación exacta de donde me encuentro. Solo sé que estoy en el bosque y que a pocos metros hay un lago, Sergey sale y regresa con comida para ambos, no tengo idea de si tiene algún cómplice, pero dudo que alguien lo apoye después de haberle disparado a su padre, con eso demuestra que está loco.
El miedo que siento nunca lo había sentido, mi vida es un desastre terriblemente mal organizado. Fui feliz por un largo periodo hasta que de la nada toda la felicidad fue arrebatada como un puñado de arena lanzado al aire, se desvaneció por completo. No existen palabras para describir este momento de crueldad en lo que me toca aferrarme a mis recuerdos para poder coexistir con la realidad que me tortura hasta no soportar un segundo más.
Mi captor regresara, se mostrara amable y con ganas de resolver nuestras indiferencias, me resistiré a sus besos y entonces él se enojara por mi insolencia, suspiro al recodar con agonía lo que prosigue. Se aprovechara de mi debilidad, desnuda estoy y me sujetara las manos para volverme dócil y que pueda defenderme, callara mi boca con un pañuelo para que mis gritos no sean escuchados, es la realidad a la que debo regresar y aunque sea dolorosa, se repite la escena una y otra vez en mi cabeza, es su rostro lo último que veo antes de caer en la inconsciencia por la presión que ejerce su mano en mi cuello mientras me asfixia para llevarme a mis límites.
Espero morir, pero luego despierto, sucia, manchada de sangre y con mi garganta ardiendo mientras que mis manos duelen por el forcejeo que hago para liberarme y poder salvar mi vida, patético querer vivir sabiendo que volverá a suceder lo mismo, pero una vez dije que Sergey Ivanov se arrepentiría de hacer esto y hoy es el día en que seduciré a la bestia y luego encajaré mis dientes sedientos de su sangre por todo el dolor que me ha causado, me convertiré en una asesina y eso será lo que me haga tomar la decisión más dolorosa de toda mi existencia.
Proteger a Dylan y Donovan es lo primordial, si Sergey vive, ellos estarán en peligro y si llego a matarlo, sentiré la vergüenza más profunda de todas y mi alma se consumirá de oscuridad, no puedo dejar que mi hijo tenga una madre asesina a su lado, por lo que en un susurro le pido a mi amado que me perdone por abandonarlos.
Donovan Bristol
El señor Ivanov logro recodar un lugar donde solía llevar a su hijo cuando este era más pequeño. Ahora voy de camino con algunos de los hombres de mi padre, no puedo evitar sentir la ansiedad devorar mi cuerpo, es como si algo muy malo estuviera a punto de suceder.
La carretera se me hace larga, pero al final llegamos al lugar donde se encuentran, salgo del auto y saco mi arma hago seña para que dos vayan por detrás y que el último que queda, me siga, camino hacia la entrada y en el momento en que mi mano toca el pomo de la puerta el ruido de un disparo acelera mi corazón.
—Dayana, —susurro angustiado.
Asiento.
Dayana no quiso ver a su hijo, se puso a la defensiva mientras gritaba con miedo de que no quiere tenerlo cerca, me preocupo de que le haga daño y por eso decidí que lo mejor sería darle un calmante, no sé qué hacer y la situación se está saliendo de control.
Lo peor fue ver las marcas en su cuerpo, sus manos con esos raspones y marcas rojizas mostrando que fue amarrada. En su espalda señales de las mordidas de ese psicópata, me llena de rabia e impotencia no haber estado allí para evitar que abusara de ella. Duele como la mierda saber que a tu mujer un bastardo la estuvo profanando como un juguete, su cuello tiene señale de haber sido ahorcada e incluso creo vi que fue golpeada con alguna especie de vara.
No puedo evitar cerrar mis puños y mis ganas de ir donde está su asqueroso y repulsivo cuerpo para golpearlo una y otra vez crecen cada segundo, pero saber que de nada me vale hacer tal cosa disminuyen esos deseos, suspiro y recorro el pasillo hasta la habitación donde esta Dylan dormido.
—Mamá pronto estará mejor, —acaricio su mejilla sonrojada. —Nosotros dos ayudaremos para que se recupere pronto y así podamos ser una familia otra vez, tal vez lejos de todo esto, —la idea de irme lejos con ellos ha pasado muchas veces por mi cabeza.
No puedo permitir que Dylan crezca en este mundo y tampoco que ella sufra más por todo esto que le ha estado pasando, tal vez iniciar de nuevo no sea tan malo, Henry lo entenderá cuando le explique y espero que mis amigos también comprendan por qué tome esa decisión de irnos lejos donde nadie conozca nuestro pasado.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario