Amaia Domínguez García
León, Guanajuato, México
Claro, esa era lo más probable que hiciera en una fiesta que no me gustaba, porque no era de asistir a muchas fiestas, podría decir que a ninguna, esta porque era algo especial por parte de papá y porque Prudencia no iba a ir.
–Cierto, debí pensarlo antes. Pero ya que estamos solos, ¿Me podrías dar un besito? – Le pidió Ale a Axel – Está noche, estás más guapo que nunca Axel, no seas tímido dale un beso a tu socia, además nadie se tiene por qué enterar, que sea un secreto entre tú y yo.
No podía creer que mi hermana se atreviera a tanto, sé que se le escuchaba un tanto tomada y creo que eso le había dado el valor para lo que estaba diciéndole, por más que lo pensaba no me lo podía creer.
–Ale, ya has tomado demasiado alcohol – Axel le paró el alto – Mejor ve a buscar a Amaia y yo iré a ver a Mauricio, dices que nos busca a Amaia y a mí.
–Siempre hay tiempo, el tiempo justo y necesario para un beso ¿No te gusto Axel? – Ale le preguntó en un tono sugerente – No me digas, que, en todo este tiempo, no has fantaseado con tu socia en la cama.
Sus insinuaciones me provocaban dolor de estómago, se notaba que estaba desesperada por un beso de Axel o que las cosas fueran más allá, que cinismo el suyo.
–Ale, en serio esto está mal – Axel volvió a aplacarla – Afuera está tu padre, mi socio, tú estás casada y afuera también está Cecy mi esposa. Ten un poco de respeto por ti misma, por favor.
–Vamos entonces, salgamos juntos para ver en dónde se ha metido Amaia, que el novio está como tonto en la mesa solo y ella, no sabemos a dónde se fue – Ale estaba enojada – Apúrate Axel.
–Vamos, te sigo Ale.
Axel se salió con Ale de la oficina y cuando pasó un poco de tiempo salí de mi escondite y me puse al fin mi ropa interior, entré al baño privado de Axel a arreglarme un poco todo, el peinado, el maquillaje y el vestido. Las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos y me las limpiaba y más me salían hasta que tuve que exigirme a mí misma un poco de autocontrol. Me había dolido su reclamo, pero no me iba a quedar llorando toda la vida.
Tenía que salir de la oficina de Axel a como diera lugar para que Ale, me encontrara afuera cómo dijo Axel fumando un cigarro. Abrí una de las ventanas y me salí por ahí como pude, cerrándola por fuera y cuando vi en la entrada del despacho a Bin Laden, supe que estaba salvada. Me le acerqué, ya me había arreglado bien el maquillaje que no notaba que había llorado.
–Amaia, ¿Dónde estabas? Tu papá los anda buscando a ti y a Axel – Me informaba Bin Laden – ¿Qué haces afuera de la fiesta? Está muy buena.
La fiesta pudo haber estado muy buena, pero ya me quería ir, no soportaba que Axel estuviera con su mujer.
–Bin Laden, es que me salí para comprar unos cigarros – Mentí – Pero ya la tienda de aquí cerca está cerrada. No sé por qué, ponen el letrero de abierto 24 horas cuando no es cierto.
–No gracias, no me gusta fumar. Allá ustedes sí quieren que les dé cáncer de pulmón. Amaia, cuando te desocupes con tu vicio, entras por favor a buscar a mi papá – Me pidió Ale.
Mejor me terminaba de fumar el cigarrillo para dejar tranquila a mi hermana, que parecía que más le urgía a ella que a nuestro padre. Pero no quería acabarlo y ya, debía tranquilizarme yo también, así que me lo fumaría empleando el tiempo que necesitaba.
–Ya no es necesario – Dijo mi papá detrás de nosotros – Ya Axel, me ha ayudado con ese asunto. Pero entremos todos a seguir disfrutando de la fiesta.
Terminamos de fumar Bin Laden y yo, nos metimos seguidos de mi papá y de Ale de nuevo a la fiesta y al volver a la mesa, horror. Cecilia y Axel se estaban besando ahí delante de todo el mundo y yo, sentí que no iba a poder con todo eso, quería llorar, quería morirme, quería desaparecer y apenas me acababa de sentar de nuevo.
Luis Miguel percibió que eso me había afectado demasiado y entonces me dio un beso de novela, que me tomó desprevenida y al mismo tiempo le estuve muy agradecida. No había estado en mis planes, pero lo tomaría como tal, pues Luis Miguel sabía por qué me había puesto casi al borde del llanto.
Sí, Axel podía besarse con su mujer delante de mí, yo bien podría hacerlo con otro, aunque no fuéramos novios de verdad. Cuando nos separamos de ese beso, Ale y los demás de la mesa aplaudían incluso la misma Cecilia, que no supe en qué momento, dejó de estar haciendo su show con Axel. Solo él no aplaudió y me miraba como si encerrara en esa forma de mirarme, todos los reclamos que no podía hacerme.
No era que me estuviera vengando de lo que él estaba haciendo con su esposa, simplemente se dieron así las cosas y no iba a rechazar un beso de mi supuesto novio delante de todos, pues se supone que eso es lo que hacen los novios o los casados como él y Cecilia.
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