Axel Vega Lazcano
León, Guanajuato, México
–Sí, Axel, deja a esa pobre chica en paz – Cecy me pedía – Si yo fuera ella, no sería tu amiga. No la dejas vivir su vida.
–Ustedes dos, me están colmando la paciencia. Ella estaba muy ebria, pero al parecer a ustedes no les importa lo que pueda pasarle, yo me siento culpable de no cuidarla ¿Qué le voy a decir a tu papá, Ale? Que descuidamos a Amaia y que ese Luis Miguel, se la llevó a quién sabe dónde a hacerle, quién sabe qué.
–Axel ya bájale a tu intensidad – Ale me frenó en seco – Amaia no es la chica virgen que crees que es. Te puedo asegurar que ha estado en más camas y con más parejas que nosotros tres juntos y si está pasando algo con Luis Miguel, será porque la misma Amaia quiere que pase y además ella, aunque se vea ebria, está más acostumbrada a tomar que tú.
No seguí diciendo ya nada, este par de mujeres no me iban a entender y además yo no quería demostrar más de lo normal, mi interés por Amaia, porque de ser así podría encender los focos de alarma en Cecy y en Ale. Y no quería generar ningún tipo de discusión de la que tenía todas las de perder.
Era mejor dejarlo así, solo pedía en silencio a todos los santos que cuando llegara a dejar a Ale, Amaia ya estuviera en casa porque sí no, me iba a volver loco volviendo a casa con Cecilia y atormentándome pensado que Amaia podría estar en la cama con Luis Miguel. Al llegar a casa de Ale, se veía luz adentro y no estaba el auto de Luis Miguel.
–Muchas gracias por traerme Axel – Ayudé a Ale a bajar del auto – Se van con cuidado. Nos vemos Cecy.
–Nos vemos Ale, cuídate – Respondió mi esposa.
–Ya regreso, Cecy – Di a entender que iba a acompañar a Ale.
Ale y yo caminamos hasta la puerta de su casa y cuando ella abrió la puerta y encendió las luces. Ahí estaba Amaia dormida en un sillón de la sala, lucía, preciosa aún con su vestido y sus zapatillas puestas. Seguramente, le había ganado el sueño mientras esperaba que Ale regresara.
–Ya no tienes ningún drama más por hacer Axel – Me recriminó Ale – Ya has visto, que está sana y salva en casa.
–Menos mal Ale – Suspiré aliviado – Me preocupa mucho Amaia, porque no está bien desde lo que le pasó con su ex y no quiero que se ilusione de nuevo con este otro muchacho y que de nuevo tengamos, que ser tú y yo, quien juntemos los pedazos de su corazón roto para unirlo de nuevo.
–No seas negativo Axel, sí Amaia está mal aún por lo de David, pero la veo muy emocionada con Luis Miguel, merece que le demos una oportunidad y además no se fue a ningún lado, está aquí en la casa.
–Ya me puedo ir a mi casa tranquilo – Me relajé – Al ver que ella, está bien aquí en casa contigo.
–Sí, ya la has visto y es mejor que te relajes, amigo mío. Un favor – Me detuvo Ale – Antes que te vayas, ¿La podrías pasar a mi cama? No quiero dramas a media noche si se despierta, llorando porque la dejé sola en la sala.
La idea era tan tentadora y maravillosa, me veía haciendo eso miles de veces, me veía sacándole el vestido y haciéndola mía ahí mismo en la cama de Ale, pero no podía hacer eso, no podíamos arriesgar más de lo que ya estábamos arriesgando. Pues no íbamos ni a tener tiempo de hacer nada. Y en cualquier momento Cecy se iba a desesperar al ver que no salía y era capaz de venirme a buscar.
–Ale está en el baño, pero ya que salga, ella te ayudará a ponerte cómoda, cariño – La abracé sin poder contenerme – Te amo, dame un último beso por hoy.
Quería devorar esa boca que tanto me gustaba, quería borrar de sus labios los besos que le dio el supuesto novio, que lo que había sido era un aprovechado. Aunque su familia no pensara lo mismo, ya que ellos si creían que eran novios.
–Te doy los que quieras, mi rey. – Me tentaba.
Besé a Amaia nuevamente y nos perdimos en el beso, toda ella me provocaba, me incitaba a querer besarla, tocarla, poseerla y estar con ella cada minuto de mi día. No sé cómo pude vivir tanto tiempo sin sentir esto, que ahora ambos estábamos sintiendo, era la gloria misma. La tenía al alcance de mi mano y no había aprovechado para acercarme a ella.
–Te amo mi amor – Me dijo muy agitada cuando nos separamos – Si no me quieres ayudar, me tendré que cambiar yo sola.
No entendí eso que me dijo, hasta que con mis propios ojos lo vi. Amaia se sacó el vestido delante de mí y lo aventó a la cama quedando únicamente en lencería, se veía espectacular y preciosa, que no daría por hacerla, mía pensé dentro de mí cuando Ale, apareció en la recámara.
–Alguno de ustedes dos ¿Me puede explicar lo que significa esto? – Nos cuestionó Ale, fulminándonos con la mirada a los dos.
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