El Socio de mi padre romance Capítulo 8

Amaia Domínguez García

León, Guanajuato, México

El volvió a abrazarme y me atrajo a sus brazos, nos empezamos a besar lento y despacio, lo que provocó una mayor desesperación entre los dos, yo sentía que me derretía en sus brazos y que mientras me besaba todo el mundo dejaba de girar, para detenerse en ese momento en que sus labios y los míos se dejaban llevar por toda la pasión y el deseo que ese beso encerraba.

Axel, sin pensar, me levantó en sus brazos y me sentó en la mesa del comedor y yo involuntariamente presa de la desesperación que me estaba haciendo sentir con solo besarme, abrí las piernas y él se colocó entre ellas, para después bajar su cabeza y besar mi cuello y haciendo que me quisiera hacer para atrás, su tacto me hacía ver estrellas.

–Axel, hazme el amor aquí – Le dije muy agitada – Ya no aguanto más.

No sabía que era lo que tenía Axel, que desataba en mí unas ganas intensas de que me poseyera en el lugar donde estuviéramos, me nublaba la razón y lo deseaba con locura.

–Amaia, tenemos que calmarnos, estamos en casa de Ale.

No debí decir nada, cuando de golpe él me soltó y me bajó de la mesa y fue justo a tiempo. Ale a los pocos segundos entró a la casa, lo bueno fue que no sospecho nada, al vernos tan cerca, se me bajó de un tirón las ganas que tenía.

–Ya están los dos aquí, vamos a desayunar – Nos dijo Ale – Ya traje el pan que nos faltaba para completar el desayuno.

–Ale, le estaba diciendo a Axel que no encuentro mis cosas de matemáticas – Dije para aligerar tensión y porque era cierto, además – Yo creo, que las recogiste tú.

–Están encima del ropero de la recámara tuya y de tus sobrinas, ahí lo puse con eso que dejas todo tirado siempre, hermanita.

–En eso no le puedo discutir nada a Ale – Axel le dio la razón – Es como hace en el despacho, deja todo por ningún lado.

–Gracias por la ayuda – Lo miré divertida, se veía guapísimo con ese traje azul a rayas, que me despertaba todos los bajos instintos hacia él – Pero tú no eres muy ordenado que digamos, Axel.

Tampoco se podía salvar porque también era un poco desordenado, aunque no más que yo.

–Cierto, la ordenada de nuestro dúo de trabajo siempre he sido yo – Presumió Ale – Pero ya, vamos a desayunar que tenemos todos que irnos, nosotros a trabajar y tú al Tec, Amaia.

–Sí, desayunemos.

Nos sentamos a desayunar y después de terminar. Llegó la señora que le ayudaba a Ale con el aseo, ella recogió la mesa. Yo entré a lavarme los dientes a la recámara y fui por mis cosas de matemáticas a la recámara que compartía con mis sobrinas, ya con todo en mano.

Ale se fue en su auto, y Axel, me abrió la puerta para subirme al suyo y para irnos detrás de ella, ya que tomamos una desviación para ir al Tec, él se orilló en un espacio del camino para besarme y mis lágrimas cayeron sin poder hacer nada para detenerlas, esto no tenía que haber acabado así con Ale.

– ¿Qué tienes cariño? – Me preguntó él al verme llorar – No pasa nada, perdóname por cómo le hablé a Ale, pero es que no pienso permitir que nadie te trate mal, delante de mí, además no fue tu culpa que se dañara la batería.

Ese era el problema, que como él me había defendido, ella se la tomaría en mi contra y no iba a aceptar que por mi culpa la regañaran y teniendo ella la razón, la batería estaba dañada.

–Axel, no quiero problemas con ella, no quiero que me eche a la calle porque no regresaré a dónde mi papá y Prudencia y no tengo a dónde irme – Seguí llorando – Por favor, que sea la última vez que me defiendes, no sabes cómo son las cosas de la puerta hacía dentro.

El volvió a abrazarme y me limpió con un pañuelo desechable las lágrimas, después volvimos a besarnos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para hacerlo y cuando nos separamos y estuve más tranquila, seguimos con camino al Tec y él me dijo algo antes de bajarme en la entrada del Tec, una vez que llegamos.

–Amaia, cariño. Qué bueno que yo te traje, porque pienso pasar por ti, iremos a ver departamentos.

–Está bien, pero no sé a qué hora salga, pero da igual. Si por mí fuera, me quedaría todo el día contigo.

El bajó del auto para abrirme la puerta y poco me importó que estuviéramos en la entrada del Tec, me lancé a sus brazos y le robé un beso para despedirme de él. Me fui caminando feliz para entrar al Tec, pensando que hoy iríamos a ver un lugar que sería solo nuestro, y nadie podía saber de él.

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