-Mamá, ¿estás bien? -Jaime preguntó con preocupación después de que Calvo y el resto se fueran-. Esos hombres ya se fueron.
—¡Por qué tuviste que salir y ofenderlo! —ella regañó.-
-Recoge el dinero del suelo de inmediato. Es lo que hemos guardado minuciosamente todo este tiempo.
Agachándose en el suelo, Jaime volvió a poner los billetes y el cambio suelto en la bolsa.
-Mamá, seré el sostén de la familia en el futuro, mientras tú y papá pueden descansar. En cuanto a tus ojos, pensaré en una forma de tratarlos.
Cuando terminó de recoger el dinero, le devolvió la bolsa a Elena.
-Me alegra oírte decir eso -respondió Elena, antes de romper a llorar de nuevo-. Ahora que estás de vuelta, mi mente por fin se tranquiliza. Si no fuera porque estaba
preocupada por ti, habría muerto hace mucho tiempo.
Los ojos de Jaime no pudieron evitar llorar cuando vio la mirada en el rostro de su madre.
¡Bam!
Incapaz de contener sus emociones, golpeó la mesa con el puño.
¡Crac!
La mesa se hizo añicos al instante.
«Los Sabinas, los García... En definitiva, les haré pagar a todos».
Una rabia ardiente comenzó a crecer dentro de él.
Sintiendo la furia de Jaime, Elena agregó con rapidez:
-Jaime, por favor, no causes más problemas. Ahora que volviste, deberías conseguir un trabajo adecuado. Todo saldrá bien después de eso.
—Mamá, no te preocupes. Sé lo que tengo que hacer. De todos modos, me voy.
Después de consolar a su madre, Jaime planeó confrontar a Sandra y exigirle saber qué había sucedido en realidad.
Mientras salía de su casa, Jaime estaba envuelto en ira.
Justo cuando estaba cruzando la calle, un Porsche rojo aceleró hacia él y chocó contra él, mandándolo por los aires.
¡Bam!
Jaime aterrizó con pesadez en el suelo. Probablemente habría sido asesinado si no fuera por su entrenamiento con Daniel.
-¿Quién es el conductor loco?
Jaime, que ya estaba enojado, se enfureció aún más después de ser atropellado en el momento en que salió de su casa.
En medio de las maldiciones de Jaime, una voz femenina gritó:
-¿Por qué no miras por dónde caminas?
Al momento siguiente, una hermosa mujer se apeó del Porsche. Llevaba un vestido blanco de cuerpo entero y tacones asesinos. Sin embargo, miraba con enojo a Jaime.
Frunciendo el ceño, Jaime decidió volver a acostarse en lugar de levantarse.
-¡Detente! -La mujer bloqueó el camino de Jaime y lo fulminó con la mirada-, ¿Qué quieres decir con eso? ¡Habla con claridad, o no te dejaré ir!
En ese momento, el hombre de mediana edad también se acercó a Jaime con el ceño fruncido.
-La condición de tu padre es grave debido a la herida en su pulmón izquierdo. En menos de cinco minutos, sufrirá dificultad para respirar y morirá asfixiado. ¿Puedes llegar al hospital en cinco minutos? —Jaime le preguntó con calma a la mujer.
-¡Estás fanfarroneando! Mi papá solo tiene gripe...
-Josefina -le espetó el hombre de mediana edad a su hija antes de dar otros dos pasos hacia Jaime. Con una mirada atónita, preguntó-: Joven, ¿cómo sabes que mi pulmón izquierdo se ha lesionado antes?
-No lo entenderías, incluso si te lo dijera. De todos modos, estoy ocupado en este momento y no tengo tiempo que perder con ustedes dos.
Con eso, Jaime se dio la vuelta y se preparó para irse.
—Joven... —El hombre de mediana edad volvió a llamar antes de estallar en una tos intensa. Después de que logró calmarse, agarró el brazo de Jaime de inmediato—. Joven, ya que puede diagnosticar mi enfermedad, estoy seguro de que puede tratarla. Espero que estés dispuesto a salvarme la vida, y estoy feliz de pagar cualquier precio por ello. ¡Toma, esta es mi tarjeta!
El hombre de mediana edad le entregó una tarjeta a Jaime.
Sin embargo, Jaime no quería aceptarlo ni involucrarse. Sin embargo, en el momento en que vislumbró el nombre en la tarjeta, la tomó de inmediato.
-¿Eres el director ejecutivo de Grupo Serrano, Gonzalo Serrano?
-Sí, lo soy -Gonzalo confirmó con un asentimiento.
De repente, Jaime extendió su mano y clavó su dedo en los principales puntos de acupuntura de Gonzalo.
Sus acciones fueron tan rápidas que ni Gonzalo ni Josefina tuvieron tiempo de reaccionar.
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