— Son de lo peor. No saben todo lo que estoy sufriendo y tienen el descaro de burlarse —se queja Pablo al ver que todos nos estamos burlando—.
— Vaya, en combate eres estupendo pero cuando te toca curar tus heridas eres una gallina completa. Dime, ¿Dónde vas a poner los huesos? —dice Estiben mientras se burla—.
— Tú ni hables, Estiben — reclama Pablo a su hermano — si no es porque entró al garaje te hubieran hecho puré. Así que tú estas peor que yo. Ya que, yo si se defenderme. Por lo tanto, no puedes opinar. En vez de ponente a burlarse de mí, busca cómo practicar algo de defensa, porque de nada sirve ser tan grande si no te sabes defender o defender a la familia. — responde Pablo con seriedad.
Todos lo quedamos mirando a los chicos y nadie se atreve a hablar.
— Es cierto, pero por lo menos no es un bebé llorón cuando hay que curarlo— digo mientras me siento al lado de Estiben—.
— Rayos —dice lamentándose Aidan— tu hermano se quedó con la chica, recibe sus buenos tratos y lo defiende. Eso no es justo.
Yo ruedo los ojos y me despido para poder dormir. La noche ha sido muy larga y desesperante para mí. Así que, necesito dormir rápidamente o caeré profundamente dormida.
— Espera un momento —dice Javier mientras sale en dirección a quien sabe donde—.
— No se porqué, pero esto me da mala espina —digo y todos asienten.
Fueron pocos minutos que duró Javier para entrar nuevamente a la habitación en la que estábamos todos reunidos con una caja grande blanca que él trajo con un moño rojo.
Ya sabía de quién era, sólo Juliana haría un moño tan grande y extravagante como ella es. Lo que no sabía era ¿Cuándo lo trajo?
— Esto es para ti. Juliana me pidió que te lo entregará y hasta ahora me acordé de ello — dice Javier avergonzado.
— ¿Que es? y ¿Por qué me esta dando un regalo? — pregunto confundida.
— Eso tendrías que preguntárselo a ella. Porque yo solo sé que debía entregarte esto.
Suspiro profundo, algo debió tramar para mandarme esto. Por lo que, su contenido debe tener algo que me va a avergonzar, seguramente es una ropa sexy o algo por el estilo.
— Entonces lo abriré en mi habitación. Con permiso y que tengan buenas noches — digo levantándome de mi asiento y tomando la gran caja. Pero antes de siquiera evitarlo, Javier me quita la caja de mis manos. — ¿Qué te sucede? — pregunto confundida— ¿No dijiste que era algo para mí?
— Bueno —dice un risueño Javier— si te mandaron esto, pero ¿No seria bueno que nos quitaras la duda y lo abrieras aquí? —dice sosteniendo la gran caja lejos de mí —.
— No. Así que, dame la caja. Después de todo, es mi regalo y yo decido donde abrirlo — comento.
— No seas cruel. Tuvimos una mala noche, deja que tengamos algo de diversión ¿Te parece?
Enarco una ceja y preguntó
— ¿Sabes que hay aquí? — pregunto curiosa y Javier niega, pero las increíbles ganas de soportar la risa lo delatan.
¿Qué locura me habrá mandado Juliana?
Saber eso me preocupa. Pero más me preocupa el que vivamos todos bajo el mismo techo.
— ¿Pablo? —Llamo al mencionado— ¿Ahora tendremos que vivir juntos?
— Estábamos viviendo juntos ¿No recuerdas? —dice con tono de obviedad—.
— Tonto, tú y yo no. Me refiero a tus amigos. —Respondo—.
— Si, es mejor así —responde Fred— tenemos que tener a nuestras familias seguras del idiota de Colón por lo que vivir juntos será mejor. Afortunadamente los demás chicos no tienen una familia tan grande como el señor Evans. Por lo que, como es más fácil que los demás vengan hasta esta casa que es la más segura de los presentes. No solo viviremos juntos sino que, viviremos juntos en esta casa. Ya me encargue de avisar a las familias y pedir a los guardaespaldas que estén alerta.
¿Colón? —pienso mientras miro a Javier enarcando una ceja—.
— Ese idiota no —responde Aidan— es otro idiota y otro Colón.
Su comentario me da risa, mientras Javier está golpeando a Aidan y este está muerto de la risa. Es en ese momento de distracción que tomó la caja para marcharme.
— Bueno, yo me voy —Digo caminando rápidamente con la caja en mis manos. Pero antes de poder llegar a las escaleras, Javier me toma de la cadera y no me deja tocar el suelo.
— No, no, no mi pequeña Paulina —responde Javier— cuidado y no me di cuenta de nos cambiaste de tema abruptamente para que no te hiciéramos que abrieran la caja delante de nosotros. Pero evidentemente, no te funcionó
Maldición —pienso— Javier se da cuenta de todo, con razón es el presidente de la empresa. Todos quedan confundidos a excepción de Javier.
— Bueno y a todas estas ¿Por qué quieres que abra la caja? —preguntó — dijiste que no lo habías visto. Así que ¿Cuál es la diferencia que lo abra ahora o después? El regalo es para mí después de todo, así que, adiosito.
No sé qué fue lo que me mandó Julieta, pero a juzgar por su forma de ser, no me sorprendería cualquier lencería sexy o quién sabe qué otra cosa. Por lo tanto, no puedo dejar que los chicos lo vean, sería muy traumático para mí y les daría una razón a los chicos para reírse. Así que, no voy a darles esa oportunidad.
— No, no, no —niega Javier — yo te quiero ver con eso puesto y, estoy seguro que los demás te querrán ver también —dice sonriente
— Entonces lo viste ¿No es así? — lo observo curiosa.
— Bueno sí. Así que, abre la caja o la abriré yo.
Maldición, seguramente es algo muy revelador.
— Deja de molestar, Colón —respondo— si quieres verme con esto puesto utiliza tu imaginación. Así que adiosito.
— Vamos Javier —responde Aidan— déjame a mi enana quieta.
Antes de pensarlo, Javier me observa sonriente. Cuando noto sus intenciones, intento correr pero Javier ya me ha tomado y por mas que grite, no puedo evitar que Pablo y yo estemos encerrados en un armario.
Sin duda, esto debe ser un mal chiste.
— Hasta que no se cambien, no saldrán de allí —dice un Aida muerto de la risa mientras impide que abramos la puerta del armario.
Esto tiene que ser broma.
— ¡Hace unas horas estaban en una guerra y ahora andan con estas bobadas! ¡¿No les parece demasiado?! — grito molesta.
— Por lo mismo, mi querida Paulina —dice Javier desde el otro lado de la puerta — no sabemos cuando será nuestro último momento con vida, es por eso que debemos aprovechar nuestro tiempo alegremente.
— ¿Y porqué tengo que ser yo quien los divierta ? —les pregunto—.
— Vamos, no eres la única, estás encerrada con Pablo — dice Harry—.
— ¡Eso lo hace peor! —gritó y ello sólo causa que todos ríen a excepción de Pablo que me mira de mala gana.
— Ustedes sabrán como se arreglan, pero lo que si les puedo decir es que hasta que no se cambien no salen —responde Fred—.
— Vaya Fred, cómo has cambiado — le reprendo—.
— Naaaa siempre soy así, sólo que no habíamos tenido tanta confianza —responde—.
— No mames, wey. Nunca te di ese tipo de confianza —respondo y nadie habla del otro lado.
— No necesitas dármela y ahora, dejaremos de hablar y esperaremos pacientemente a que se cambien. — dice Fred en tono burlón.
— Son unos desgraciados — les digo pero no responden de otra manera distinta a sus burlas.
— Creo que nos tocó cambiarnos para poder salir de aquí —responde Pablo y casi al instante se quita la camisa con dificultad chocando mucho conmigo.
— Aléjate de mi Evans, si no quieres que más tarde tengas algo más que suturarte — le advierto —.
— Si, al parecer es la leona la que manda —responde Javier muerto de la risa—.
— No lo hago porque quiero. Lo hago porque los conozco y sé que si no nos cambiamos, dormiremos aquí — se queja.
Dios ¿Como me metí en esto?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ella es mi medicina