Embarazo no deseado romance Capítulo 12

Kiara resopló.

—¡No sé quién demonios te crees que eres!—, espetó. —Pero no soy un cachorrito obediente al que dar órdenes cuando te da la gana.

Martiniano sólo se quedó mirándola, desinteresado por las palabras que salían de su boca. Sabía que esta discusión era algo que pretendía ganar. No le interesaba escuchar nada más de lo que Kiara decía, porque ya había tomado una decisión y no pensaba cambiarla pronto.

Suspiró cuando ella continuó lanzándole insultos. Vio los movimientos de su boca, pero bloqueó los sonidos en su mente. Sonrió al verla, sorprendido de que la mujer le pareciera divertida. Era una fiera, lo sabía, pero no iba a dejarse amilanar por sus insultos.

Frustrado, comenzó a caminar hacia la habitación de Kiaras, ignorando el grito ahogado que se escapó de sus labios. Se tomó su tiempo, sin ninguna preocupación en el mundo y se dirigió a su armario. Miró la ropa concentrado, como si estuviera pensando en lo que debía sacar.

Empezó a coger un vestido que estaba colgado en una esquina del armario, pero Kiara le apartó la mano de un manotazo antes de que tuviera la oportunidad de bajarlo.

Se volvió hacia ella, sin perderse sus ojos abiertos de par en par y su cara sonrojada.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo?—, gritó indignada.

Martiniano soltó un leve suspiro.

—¿Qué te parece que estoy haciendo?—, replicó.

—¿Puedes salir de mi armario y de mi habitación, por favor?—, exclamó ella, bajando un poco la voz.

—No hasta que estés lista para que podamos irnos los dos—, respondió él con frialdad.

Kiara se pasó los dedos por el pelo, frustrada.

—No. No. No. No. Con. Contigo!—, gritó lentamente, cada palabra enfatizada y firme.

Martiniano enarcó una ceja.

—De acuerdo, entonces, vuelvo a lo que estaba haciendo—, espetó con indiferencia antes de continuar con su tarea anterior.

Kiara lo agarró por los brazos y lo apartó de su armario, pero Martiniano volvió atrás y continuó de todos modos.

Ella suspiró derrotada.

—Está bien. Si voy al médico, ¿vas a dejar de molestar?—, preguntó casi suplicante.

—No. Te vas a mudar conmigo, visites o no a ese médico, cosa que, por cierto, harás—, dijo él mientras se arrodillaba para sacar una maleta que estaba en el fondo.

—¡Tienes una prometida, m*****a sea, y a pesar de que vamos a tener un hijo juntos, somos meros desconocidos!—, exclamó en voz alta.

Martiniano se detuvo para dedicarle una mirada.

—¿Qué quieres decir?—, enarcó una ceja.

Kiara se burló.

—¿Eres idiota? siseó. No voy a ser la tercera pata en tu relación y, definitivamente, ¡no me voy a mudar a tu casa!

Martiniano sonrió ante eso y negó con la cabeza.

—Eres la madre de mi hijo.

—Y ella es el amor de tu vida—, le espetó ella.

Martiniano resopló.

—Kiara no creo que tenga mucho sentido discutir conmigo cuando ambos sabemos cómo terminará esto—. Se levantó y se dirigió a sus cajones, rebuscando.

Kiara jadeó, dándose cuenta de que era el cajón de su ropa interior.

—¡Muévete!—, le dio una palmada en las manos.

Martiniano sonrió satisfecho.

—Las he visto antes, ¿sabes?

Kiara puso los ojos en blanco y cerró el cajón de golpe.

—No voy a ninguna parte contigo, Martiniano—, dijo con las manos en alto.

—Creo que estás olvidando mi anterior amenaza—, le recordó él suavemente.

—Y quiero que sepas que, independientemente de lo que ha pasado antes, me seguiría gustando que vinieras a trabajar conmigo—, exclamó al teléfono.

—¿En serio?— chirrió Kiara divertida.

Mateo soltó una risita.

—Sí, de verdad—, confirmó.

—¡Gracias!—, dijo aliviada, y luego miró a Martiniano, cuya frente se arrugó con curiosidad. Er, ¿puedo volver a llamarte para ultimarlo todo?—, preguntó esperanzada.

—Sí, en realidad estaba a punto de decirlo. Llego tarde a una reunión, así que te llamaré más tarde. Adiós—, dijo antes de cortar la llamada.

Kiara sonrió, sintiéndose feliz.

—¿Qué te tiene de tan buen humor?—. preguntó Martiniano con mirada escéptica.

La sonrisa desapareció de su rostro mientras lo miraba sin contestar.

-

—Así que ya está—, suspiró Martiniano cuando llegaron a su casa.

Kiara bajó lentamente del coche, con los ojos fijos en la casa que tenía delante. La enormidad de la estructura no la impactó, porque ya había visto casas grandes antes, de hecho, vivió en una, pero esta casa ante ella, no sólo era grande, sino hermosa. Estaba pintada de un hermoso color oliva y crema, con palmeras alineadas en la entrada y rosas rojas entre cada palma.

Miró a Martiniano y supo que estaba esperando un cumplido de ella, y sonrió para sus adentros, decidiendo fastidiarlo. Kiara sacó suavemente sus maletas de la parte de atrás, y Martiniano, sacó su maleta.

—¡Papi!—, chirrió una voz desde atrás, haciendo que Kiara se quedara inmóvil.

Martiniano dejó la maleta en el suelo y sonrió, alzando a Sabrina en brazos. Ella le rodeó el cuello con las manos y le sonrió.

—Hola, cariño—, le dijo, besándola en la mejilla.

Kiara se quedó boquiabierta.

—¡¿Tienes un hijo?!—, exclamó consternada.

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