—Pareces estresado—, dijo una voz.
Martiniano levantó la cabeza y vio que era Mateo, su mejor amigo.
—Siempre estoy estresado—, respondió Martiniano con desgana.
—No, esto no es estrés laboral—, reconoció levantando una ceja.
—Estoy bien—, suspiró, encogiéndose de hombros para quitarse la chaqueta. —¿Qué te trae por aquí?
Mateo se adelantó y tomó asiento frente al escritorio de Martiniano.
—Iba a almorzar y pensé en pasar por aquí. Hoy he despedido a Gina—, dijo con frialdad.
Martiniano lo miró con curiosidad.
—¿Gina, tu ayudante?
Mateo asintió.
—Sí, esa misma.
—¿Por qué? Pensaba que era la mejor que habías tenido—, afirmó Martiniano encontrándolo difícil de creer, viendo que en un momento Gina y sus excelentes habilidades de secretaria era de lo único que presumía.
—Era la mejor, hasta que decidió intentarlo conmigo.
Martiniano lo miró sin comprender antes de empezar a reírse.
—Vale, ¿así que se te insinuó y la despediste? —, preguntó como confirmación.
Mateo asintió.
—Amigo, ¿eres gay? Gina es una belleza con cerebro—, exclamó asombrado.
Mateo se rió entre dientes.
—No me insultes hermano, me encantan las mujeres. Sin embargo, no soy partidario de la confraternización en el lugar de trabajo. Para mí son estrictamente negocios—, explicó con firmeza.
Martiniano asintió en señal de comprensión.
—Vale, ¿dónde vas a encontrar una sustituta?
—Bueno, ya he publicado un anuncio en los periódicos y mañana haré entrevistas, así que espero encontrar a alguien impresionante—, suspiró.
—Oh, bueno haz lo que tengas que hacer.
Mateo asintió.
—Entonces, ¿listo para contarme tu problema?
Martiniano pensó en Kiara por un segundo y resopló.
—Nah, este problema te dará dolor de cabeza.
Mateo sonrió y empezó a levantarse de la silla.
—Si tú lo dices. Bueno, tengo que irme, tengo trabajo extra entre manos.
—Por supuesto. Buena suerte.
—Gracias—, contestó Mateo antes de salir de la habitación.
Martiniano suspiró una vez más, observando la retirada de su amigo mientras pensaba en Kiara y en un enfoque diferente que podría adoptar para acercarse a ella.
Kiara estaba a punto de darse una ducha cuando oyó que llamaban a su puerta. Suspiró, porque lo último que quería era compañía. Se sentía decaída y lo único que le apetecía era ducharse y buscar trabajo en Internet.
Arrastrándose perezosamente hasta la puerta, Kiara la abrió y se encontró a Fátima con dos bolsas en las manos.
—Oh, eres tú—, dijo con dulzura.
—Pues pareces la prima del infierno—, se burló Fátima al pasar junto a Kiara.
—¿Qué pasa Fátima? — ella preguntó, cerrando la puerta.
—¡Oh! — sonó su voz. Dejó la comida sobre una mesita y cogió su bolso.
—¿Qué pasa? preguntó Kiara alarmada.
Fátima guardó silencio mientras rebuscaba en el bolso y sacaba un periódico. Pasó las páginas sin contestar a Kiara. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando encontró lo que buscaba. Empujó el artículo hacia Kiara y marcó con el índice el lugar que quería que ésta viera.
—Vi esto esta mañana y pensé que sería perfecto para ti—, sonrió.
Kiara leyó su contenido.
Mateo Enguix, director general de Enguix Enterprise, buscaba un ayudante licenciado en empresariales que dominara el inglés y cualquier otro idioma extranjero...
Kiara miró a Fátima con los ojos muy abiertos.
—Tienes razón, esto es perfecto para mí—, sonrió.
Fátima asintió.
—Lo sé, lo sé. Las entrevistas sin cita son mañana a las ocho, así que prepara lo necesario e intenta dormir bien esta noche.
Kiara abrazó a Fátima.
—¡Eres la mejor! —, resopló, sin poder contener las lágrimas.
Fátima le acarició la espalda y sonrió.
—Lo sé. Bueno, con este trabajo podrás buscarte un piso nuevo y empezar a hacer cosas para el bebé. Paga lo suficiente.
—Gracias, Fátima—, sonrió Kiara.
—Ni lo menciones—, sonrió.
Aquella noche, después de que Fátima se marchara, Kiara buscó su mejor traje y preparó todos los documentos necesarios. Luego se dio un largo baño caliente antes de dejarse caer en la cama, pensando en las posibilidades que surgirían si de hecho conseguía el trabajo. En un día parecía que su mundo iba a derrumbarse y en otro, las cosas empezaban a mejorar. Kiara no estaba segura, pero reflexionaba sobre la idea de que aquello fuera el principio de algo nuevo.
Después de todo, había algo de esperanza.
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