En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 33

Valeria abrazó la almohada, mientras sollozaba. Le había fallado a sus amigas, ya las habían encontrado y todo se sentía tan vacío que estaba segura de que en cualquier momento iba a colapsar por la falta de amor propio que no se tenía en ese momento. 

Zaid le dio la noticia de que Ian ya se encontraba de camino a la isla, en busca de Carla y Rachel, descuidando el país una vez más. 

Era horrible, no podía ni imaginar que le harían a ellas, si las encontraban. Escuchó la puerta de la habitación abrirse y Zsid prosiguió a entrar con unas nuevas cadenas y esposas, ya que las antiguas estaban oxidándose. 

— Levanta la pierna, por favor —no se movió de su lugar —. ¡Que levantes la maldita pierna!

— No tienes porque gritarme —sollozó —. De todas formas vas a matarme.

— No voy a matarte —dejó de hacer lo que estaba haciendo con las cadenas —. Esto no puede seguir así. Nos estamos haciendo daño, no pretendo que me sigas odiando más. 

— ¿Ya me vas a matar?

— No, te dejaré libre. No sabrás nada de mí, dejaré que hagas lo que quieras con tu vida —quitó la cadena de su pierna —. Te daré algo de dinero para que puedas vivir como te plazca. Ya no hay ningún motivo para que te retenga conmigo en estas cuatro paredes si dices que yo te produzco asco.

— Esto… ¿Estás seguro? ¿No hay ningún truco detrás de todo este amor?

— Quiero que seas feliz —sus manos picaban por tocarla —, pero tu felicidad no es conmigo, sino con otra persona que de seguro estará más que dispuesto a hacerte feliz, consentirte y tratarte mejor de lo que yo lo hice cuando nos conocimos.

— No… no puedo creerlo —su mirada mostraba desconfianza —. Me estás hablando de que me dejarás ser libre, que no me vas a perseguir… ¿No me vas a perseguir? ¿Verdad?

— No lo haré —se alejó, lo más que pudo —. Lo siento mucho, puedes usar el baño, tomar la ropa que quieras o toda e irte. Uno de nuestros chóferes estará esperando por ti en la entrada. 

— Es un truco, eso es. No creo que me dejes irme así como así —se sostuvo de uno de los extremos de la cama, para ponerse de pie —. Eres el tipo de hombre que dejaría que una esclava sexual se vaya de sus manos como si nada. 

— Te estoy diciendo que quiero que te vayas, que me dejes o me abandones —se quitó el anillo de matrimonio —. Ya no quiero escucharte decirme que lo único que te produzco es asco, que no me soportas o que yo lo único que hago es darte dolor y sufrimiento. 

— Sí… es todo lo que tienes que decirme. Todo está bien —fue hacia el baño —. Gracias, al fin estás dando todo lo que siempre quise y eso es algo que no pensé ver jamás.

Zaid asintió, miró el anillo y luego salió de la habitación, pensando en que no podía dejarlo dejarla ir, pero debía de hacerlo aunque le doliera.

*****

Rachel ladeó la cabeza al ver a sus suegros entrar en su pequeña cafetería, que con su ayuda pudo tenerla a un precio muy bajo.

— ¿Que están haciendo aquí? —se agachó a la altura de sus hijos para besarlos —. No pensé que ustedes vendrían a verme tan rápido.

— Tienes que irte de aquí lo antes posible —dijo Joseph, su suegro, algo preocupado —. Mi hijo sabe que estás con nosotros por culpa de un tal Tomy y no nos queda mucho tiempo para ocultarte lejos de él.

— ¿Que? ¿Cuándo pasó?

— No lo sé, tal vez hace unos días —se mostró nervioso —. Encontraron el cuerpo de ese sujeto cerca de una bodega abandonada, con las palabras te encontré por lo que supuse que también encontraron a tu hermano… lo vi caminar por la playa mientras hablaba por teléfono.

— ¿Mató a Tomy? —se tapó la boca, y luego se dio cuenta de que sus hijos habían salido del local con su suegra —. Está cumpliendo su palabra, en verdad va a matarme.

— No hará nada de eso —sostuvo su rostro con ambas manos —. Te irás de la isla a casa de un amigo en Egipto, ahí nadie podrá encontrarte, saber de tu existencia demás cosas, ¿Estamos?

— ¿Egipto? ¿En ese lugar no se supone que Ian es un...?

— Ahí no te buscará, sé que puede algo loco mi hijo, pero te aseguro que ahí sería el último lugar en el que te buscaría a menos que de este lado tenga un informante —hablaba de manera calmada, como si supiera en que se estaba metiendo —. Edward se quedará para enfrentarlo, pero tú te irás sola sin nadie. Ya después haré todo lo necesario para que tus hijos estén contigo.

— Todo estaba tan bien —su mirada bajó hasta el piso, dejando salir un sollozo —, ¿Por qué me pasan cosas malas? ¿Por qué nací siendo una híbrida?

— No te están pasando cosas malas, eres una de las personas más fuertes que he coincido —levantó su mentón —. Ve a casa, llévate a Carla, y despídete de tus hijos, ¿De acuerdo?

Se quitó el delantal, asintiendo con pesadez. Tenía una vida tan tranquila, sin ninguna preocupación o algo parecido. En ese momento sólo quería morirse, pero tenía que luchar por sus hijos a como dé lugar. 

— Hey, niños —fue hacia donde estaban —. Espero que se porten bien con los abuelos. Mami tendrá que irse por un tiempo —entendió que los niños no tenían conocimiento alguno acerca de lo que decía —. No hagan cosas que los abuelos después tengan que darles una reprimida —acarició la mejilla de Joseph —. Cuida de tus hermanas, eres un gran alfa y debes de ser el hombre, ¿Bien? —el niño se quedó quieto —. Los quiero a los tres —besó la frente de cada uno, y sin poder evitarlo lloró —. No puedo hacer esto… —su voz fue ahogada —. No puedo dejarlos, no puedo dejar que ustedes se queden…

— Es lo mejor, que estén los cuatro en el mismo lugar es peligroso y que te lo lleves es aún peor —la madre de Ian estaba triste por cómo su nuera la miraba —. Tu foto está en todos lados al igual que la de los niños, por lo que es mejor que no busques más problemas por el momento, vete ahora que puedes, ¿Sí? El tiempo vale oro y tú aquí corres peligro. 

Ni siquiera pudo despedirse bien de sus hijos, ya estaba corriendo lejos de ese lugar con su suegro.

*****

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: En las manos del presidente (COMPLETADO)