En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 35

Rachel despertó por el ruido que había en alguna parte de la habitación. El dolor en su cuello era horrible, su cuerpo de igual manera dolía más de lo acostumbrado. Llegó a pensar que alguien se había metido en su casa en su segunda noche, pero lo único que pudo percibir en el aire fue el olor de Ian. 

— Ya estás despierta —Ian entró con una bandeja en las manos —. Bebe esto, es un té verde y unas pastillas para el dolor —Ella lo miró asustada —. Recuerdo haberte follado, pero no que me hayas dado una mamada —chasqueó la lengua —. No le hagas repetir la misma mierda nuevamente. 

— Tengo miedo —soltó —. Por favor…

— No hay favores que deba de cumplir por ti, mi amor —negó, con la cabeza —. Lamento mucho hacerte esto, pero no me dejaste más alternativa que marcarte a mi manera.

— No me quites a mis hijos… haré lo que me pidas, todo… sólo déjame con ellos —tapó su cuerpo con las sábanas —. Regresaré contigo, no vas a recibir ninguna queja de mi parte, todo lo contrario…

— Primero bebe esto —Rachel abrió la boca de manera sumisa, y luego Ian introdujo la pastilla en su boca —. Bebe el té que te hice sin quejas —así lo hizo —. Vas a regresar conmigo, nuestros hijos se van a quedar con mis padres —puso un dedo en sus labios, antes de que dijera algo —. Allí estarán mejor, y lo sabes. Podrás verlos todos los fines de semana, dejaré que pases ese tiempo con ellos o puedes quedarte sin verlos, ser juzgada por el país y créeme que no te va a convenir eso, porque no voy a intervenir —mintió, era más que obvio que haría lo que fuera por su omega —. Tienes tu futuro y el de nuestros hijos en tus manos.

—  Eres una persona tan cruel —hipó —. Aunque, acepto ver a mis hijos al menos dos veces a la semana —agarró la taza en sus manos —. Muchas gracias, por no matarme.

— ¿No me vas a agradecer el haberte marcado? —pasó sus dedos por la marca que lentamente iba cicatrizando —. Dejaré que se cierre sola, sin mi ayuda. De esa manera sentirás mucho dolor en el proceso. 

— Por favor…

— La idea de andar marcándote a cada rato es una solución perfecta —puso un mechón de su cabello detrás de su oreja —. No debiste de intentar matarme, si yo muero, también lo haces y soy un león, la especie más poderosa en esta puta tierra —con su dedo levantó la taza para que le diera otro sorbo —. Tú eres una híbrida, mi esposa y debes de entender que una vez que decida qué hacer contigo no habrá marcha atrás…

— ¿Me vas a matar? —sus labios temblaron —, ¿Es lo que me harás?

— Tu futuro es incierto —suspiró —. Ve a bañarte, nos iremos lo antes posible de este país.

— ¿Iremos con los niños? 

— No, no me vuelvas a preguntar sobre eso, porque sabes mi respuesta. 

— Dijiste que los fines de semana podría verlos…

— No, los veremos me salga de las bolas —la bajó de la cama, logrando que la taza se rompiera en el piso —. Recuerda, debes de hacer lo que te diga, porque destruiste mi confianza en ti y no me voy a arriesgar a que hagas algo que me colme la paciencia. 

— Lo siento…

— Deja de disculparte —dijo, molesto —. Haz lo que te diga, y de esa manera ambos podremos estar tranquilos. 

— Está bien —asintió rápidamente —. Por favor, cumple tu promesa de dejarme ver a los hijos. 

— Simplemente vas a cumplir mis órdenes y ambos podremos llegar a más de un acuerdo. 

*****

El avión ya estaba en el aire, ni siquiera estaba con deseos de dormir. Volvería nuevamente hacía el lugar de dónde huyó. 

— En cuánto lleguemos daremos una conferencia de prensa —dijo Ian, mirando su teléfono —. De esa manera trataremos que el país no quiera matarte por culpa de lo que hiciste. 

— Hice todo lo que una madre haría por sus hijos —miró sus dedos entrelazados —. Puedes hacer lo que quieras. No serías la primera persona que me usa para sacar beneficios. 

— ¿Quién más te ha usado para sacar beneficios? ¿Te estás escuchando?

— Están entre ellos mi hermano, Tomy y luego tú —estaba nerviosa —. Debo de estar acostumbrada a que todas las personas deseen algo a cambio…

— Silencio —bramó, mirándola con deseos de ahorcarla —. Esta es la vida que te tocó, prefiero que mis hijos estén con mis padres, que con nosotros. Ya te había dicho que no podíamos estar los cinco en el mismo lugar por todos los enemigos que tengo y que posiblemente tendré a lo largo de mi vida —se quitó el cinturón de seguridad —. Duerme, porque vas a necesitar muchas energías para lograr que todo un país no quiera matarte —se puso de pie caminando hacia el baño.

Rachel agarró el teléfono de Ian, y tenía contraseña. Una de cuatro dígitos. Puso el nacimiento de sus hijos, la fecha del cumpleaños de Ian, hasta que en su último intento puso su propia fecha de cumpleaños y el mes. El mismo día que fue comprada por él.

Marcó el número del padre de Ian y este después de varios intentos respondió.

— ¿Qué diablos es lo que quieres ahora? ¿No te dejé las cosas en claro cuando estuviste aquí?

— Soy yo, Rachel — la omega estaba temblando —. Ian me encontró. Me está llevando con él y tengo mucho miedo de lo que pueda hacerme.

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