En las manos del presidente (COMPLETADO) romance Capítulo 36

La relación entre Leonard y Carla parecía ser una batalla de quien aguantaba más, todo indicaba que mi había amor, sólo que estaba muy oculto. 

Zaid dejó a Valeria, dejó que ella fuera feliz. Aunque, su felicidad no estaba a su lado. 

Ian…

Estaba mirándola dormir tan cálidamente que se preguntó qué diablos estaba siendo mal con ella para que lo odiara a tal grado de que tener sexo con él provocara que saliera huyendo hacia el lugar más cercano a vomitar o a quitarse las marcas de su cuerpo durante largos minutos.

Ella era tan hermosa, tan llena de vida que no entendía muy bien qué hizo con mal para que todo estuviera de cabeza. 

Si tan sólo se hubiese asegurado de matar a Edward con sus propias manos, ella tal vez no estuviera con tantas dudas. 

En el pasado fue una persona tan cruel, que intentó matar a sus padres para quedarse en el poder. 

Su propia esposa intentó matarlo, acabar con su vida como si nada. Dejarlo a un lado de todo para ser feliz, y él por su enojo, avaricia y orgullo; deseó matarla. 

Extendió su mano hacia su rostro, y acarició sus mejillas pálidas, hasta detenerse en sus labios que ya no sentía que lo besaban como antes, que simplemente estaba haciendo todo para cumplir con lo ordenado. 

No se sentía para nada bien tener que obligarla a cumplir con algo que no se sentía propio de ella.

Sus amigos a la espera de que él decidiera hacer algo, Zaid decidió romper cualquier lazo con Valeria, Leonard y Carla estaban de mal en peor en su relación… y él sólo quería terminar con todo.

Fue una idea pésima el regresar de entre los muertos, mientras estaba lejos de las personas, podía ver como su esposa cuidaba de sus hijos o como los pequeños crecían día a día y dejaban ver sus personalidades.

Algo que ya no podía…

Rachel se movió en la cama, despertando de golpe, asustándose al ver que Ian estaba tan cerca de ella y con una mano en su mejilla. 

— Puedes irte —alejó su mano, haciéndola un puño —. No voy a retenerte conmigo más tiempo. Eres libre de ir a donde quieras

— ¿Qué? —se sentó en la cama, tapando su cuerpo con una sábana —. ¿De qué me estás hablando?

— Que no eres ninguna prisionera en esta casa —sintió que sus propias palabras eran un puñal en su pecho —. No eres feliz conmigo, ni siquiera pareces querer fingir como antes para escapar.

— Yo no… no creo que sea bueno que intente fingir para poder matarte después… no habrá más razones para que tengas confianza en mí —miró hacia la cama —. Dejaste muy en claro que yo no me iría jamás de tu lado, que seguiría siendo tu esposa. 

— Ya no quiero eso —por primera vez quería ponerse a llorar —. No quiero que me temas, que sientas que yo no puedo amarte, cuando en verdad lo hago… para que tengas una idea de lo mucho que te amo, no maté a tu hermano, lo dejé con vida y de esa manera estará contigo a pensar de todo…

— No lo quiero conmigo, ese sujeto no es mi hermano —frunció el ceño —. Él sólo fue la persona que usé para huir, no lo considero alguien cercano y menos después de que me vendió a Tomy…

— Lo siento… tanto —suspiró, con los labios temblorosos —. Perdóname por todo… pero no me dejes, no puedo resistir otro abandono de tu parte… voy a cambiar por ti, haré todo lo que me digas y…

— No puedo quedarme contigo —murmuró —. Me hiciste mucho daño, cada vez que estamos juntos siento que todo se pone de cabeza, ya no es lo mismo, ya no siento que ambos debamos de estar juntos. 

— Entiendo, sé que quieres alejarte de mí por todo el daño que te hice, y es algo que entiendo a la perfección —sonrió a medias —. En un momento estarán esperando por ti, para llevarte a donde quieras. Puedes tomar el dinero que puse en la mesita a tu izquierda…

— No tienes que darme de tu dinero, es tuyo —trago en seco —. ¿Por qué haces esto por mí?

— Porque te mereces eso y más —casi iba a acariciar nuevamente la mejilla—. Te amo, no lo olvides. 

Rachel se quedó un momento mirando la cama, era libre. Al fin podría estar con sus hijos, podría estar con ellos. Liberarse de Ian. 

No se lo pensó dos veces y bajó de la cama, fue corriendo hacia donde estaba el closet y prosiguió a sacar toda la ropa que pudiera caber en dos maletas.

Media hora más tarde, estaba lista y llena de alegría al saber que saldría de ese lugar. Ian no apareció más por allí, por lo que estaría un poco más tranquila que antes. 

— ¿Hacia dónde desea que la lleve el avión, señora? —preguntó el chófer, colocando las maletas en el asiento trasero —. ¿El señor dijo alguna otra cosa?

— Deseo que me lleve dónde están mis hijos, quiero estar con ellos —su pecho se infló —. ¿Qué cosa tendría que decirme Ian?

—Entiendo, indicaré al piloto que esté atento —encendió el auto —. Es porque las noticias dicen que él no ha estado haciendo las cosas bien en estos días. Que muy posiblemente esté pasando algo en su matrimonio y que por esa razón es que ambos han estado muy distanciados. 

— Nosotros nos hemos distanciado porque Ian se volvió una persona que lo único que quería era tenerme a mí a su lado, no puedo estar con él —cruzó los brazos en su pecho —. Puede ir y decirme a todo el mundo que yo intenté matarlo hace meses…

— No soy quién para juzgarla, señora. Pero, está cometiendo un error enorme al alejarse del señor —se detuvieron en la primera curva hacia la ciudad —. Cuando pasó lo del atentado, no lo hizo por él, sino porque ya la amaba tanto que dolía —se recargó con uno de sus brazos —. El señor Ian, sólo quería estar con usted, con sus hijos y dejarle saber que podía contar en todo, que usted era su alma gemela.

— No…

— He estado con él desde hace muchos años, soy su único chófer, la persona que lo ha acompañado en todo momento —le dio una sonrisa de lado —. El día del accidente en donde usted casi lo mata, él no pensó en una venganza concreta, sólo con que tenía que saber si usted estaba bien, si había comido o si durmió cómoda. 

— No tenía idea de nada de lo que me está diciendo… todo este tiempo pensé que había querido matarme, por el simple hecho de que yo no podía ser su esposa…

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