El rostro de Tobías se hundió de inmediato al quedarse sin palabras. Sergio Collado parecía haber previsto su estado de ánimo y dijo en tono de broma:
—Ah, la verdad es que me enteré de tu divorcio puesto que era el único tema del que se hablaba en el momento. Bueno, ¿qué se siente haber sido engañado?
—Vete a la mierda —dijo tras hacer una pausa.
—¡Ja, ja! Te dije que Sonia era una buena mujer, pero no supiste valorarla. Creo que fue la única que pudo soportarte durante seis años. Si fuera otra, seguro que te habría dejado hace tiempo.
—De todos modos, no la quiero —sentenció ya molesto.
—Sí, sí. Quieres a esa chica Tania, ¿verdad?
Sergio ya había conocido a Tania en la universidad. Al fin y al cabo, los espectadores eran los que mejor se daban cuenta de todo. A simple vista, pudo observar que la joven de la familia García no era una persona de trato fácil, pero Tobías… Por otro lado, Sergio tenía una muy buena impresión de Sonia. Era bastante amable con su amigo y mantenía a la familia Furtado como era debido; era una lástima que, pese a todo el esfuerzo, no hubiese obtenido nada a cambio.
—¿Me has llamado solo para ponerme en ridículo? —preguntó Tobías con expresión sombría.
—Bueno, vengo a decirte que tu exmujer se gastó un montón de dinero en reservar el primer piso del Celestial, y me invitó a ir a la fiesta. De acuerdo, no quiero hablar más contigo, prefiero mirar algunos bailes. —Tras decir eso, cortó la llamada.
Tobías miró el teléfono sin comprender durante un rato y luego siguió ocupándose de los archivos con indiferencia. En el siguiente momento, Teo entró de repente.
—Señor, la anciana señora Furtado está de regreso.
Mientras tanto, en el Celestial, Sonia invitó a Sergio con un solo propósito. Pocas personas sabían que él era el segundo hijo del vicealcalde. Su negocio principal se encontraba en el extranjero, y en esa ocasión, regresó con la intención de firmar un contrato con Compañía Paradigma. Sin embargo, la junta directiva de dicha compañía ni siquiera se inmutó ante esa incipiente estrella y lo siguió rechazando. A partir de eso, Sonia supo que su oportunidad había llegado. Con esa idea en mente, la joven sostuvo la copa de vino y se acercó a Sergio con una sonrisa.
—Señor Collado, hacía un año que no lo veía y, pese a ello, se sigue viendo tan atractivo y apuesto.
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