Encuentro cercano romance Capítulo 200

Alejandro y Danitza volvieron a su villa y vivieron una vida tranquila, dejando atrás a los otros Hérnandez que no cambiarían de opinión y que de todas formas no querían nada bueno para la pareja.

—Danitza, compra algo para papá y algo bueno. Y puedes ir allí primero. Me reuniré contigo después del trabajo —Alejandro se dirigió a la oficina de Danitza y le dijo

—De acuerdo, estoy planeando comprarle algo de ropa. Entonces me saltaré el trabajo y le llevaré de compras esta tarde —Contestó Danitza. Hoy era el cumpleaños de Gonzalo. Danitza había estado ocupada con demasiadas cosas últimamente y no había tenido tiempo para hacerle una visita. Hoy no podía perder esta oportunidad.

Tras la operación de corazón, Gonzalo se recuperó muy bien y llevaba una vida plena. Corría por las mañanas, daba un paseo por el parque y practicaba Tai Chi todos los días. Estaba muy ocupado y cada vez más sano.

Cuando Danitza le llamó para hacer la compra, él se negó enseguida, pero aceptó después porque Danitza era muy persistente. Además, pensó que era bueno que Danitza se preocupara por él.

Gonzalo se preparó para la cena a primera hora de la mañana. Compró todo lo necesario y puso el guiso en el fuego.

En cuanto Danitza entró en la casa, olió el guiso.

—Papá, ¿qué estás guisando? Huele bien —dijo Danitza.

—Su favorito —Intestino delgado. Lo estoy cocinando a fuego lento. Estará perfecto para la cena.

Gonzalo señaló la olla y le dijo a Danitza.

—Vaya, echo de menos tu cocina. Papá, te quiero. Siempre te acuerdas de lo que me gusta comer, pero no he hecho mucho por ti.

Danitza tuvo ganas de llorar mientras hablaba. Desde que su madre se fue, Gonzalo había sido un padre y una madre para ella. Y los años habían arrugado su rostro.

—Tontita, no estés triste. Sólo tengo cincuenta años, no soy muy viejo. Ni siquiera he sido abuelo. Podéis empezar a trabajar en ello.

Gonzalo le dio una palmadita en el hombro a Danitza.

—Vale, claro —asintió Danitza.

Se dio la vuelta y se secó las lágrimas mientras Gonzalo no miraba.

—Vamos, papá. Vamos a ir de compras durante mucho tiempo. Tienes que estar preparado.

Danitza se dirigió a Gonzalo, que volvía a estar animado.

Gonzalo miró a su hija, sintiéndose apenado. Aunque había nacido con talento para los negocios, Gonzalo quería para ella una vida más sencilla y tranquila.

El padre y la hija llegaron al centro comercial. Danitza quería comprar ropa para su padre. Su ropa estaba un poco vieja, pero no quería tirar ninguna. Danitza sabía que Gonzalo no quería que gastara demasiado en él. ¿Pero cómo no iba a hacerlo? A Gonzalo le había costado mucho criarla, ella sólo le estaba pagando, ahora que era capaz.

—Esto es muy caro.

Gonzalo miró el precio de cinco cifras y no lo quiso realmente.

—Papá, ya tienes cincuenta años. ¡Carpe diem! Esta camiseta te queda bien, al igual que este pantalón, me llevaré los dos.

Danitza hizo que el vendedor cortara las etiquetas.

—Está bien, pero será mejor que me los quite. Tengo que cocinar más tarde.

A Gonzalo le dolía el corazón con esa ropa tan cara.

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