Encuentro cercano romance Capítulo 267

—Mamá, ¿qué pasa? Me he dormido y te has caído —gritó Mónica mientras corría hacia el hospital. Tanteó a la Abuela Hernández como si la acariciara.

—Alfonso, es mi culpa. No debería haberme dormido. No esperaba que mamá anduviera por ahí cuando yo estaba dormido —Mónica se puso celosa al ver que Alfonso y Fernanda estaban juntos.

—No es tu culpa. Puede que mamá no haya dormido bien. Vamos a esperar los resultados y ver si le pasa algo más —Alfonso consuela a Mónica al verla llorar tan tristemente.

Lo ocurrido hace unos días hizo que Alfonso odiara mucho a la Abuela Hernández. Le había dicho que no le gustaría Mónica, pero ella seguía apretando sus botones.

Alfonso sentía que Mónica también era muy pobre. La Abuela Hernández la obligó a casarse con él, pero no pudo conseguir su amor y estar sola. Alfonso quiso compensarla con dinero, pero ella renunció a todo cuando se divorciaron y no le hizo ascos.

—Pero me siento tan culpable. Me pediste que cuidara de mamá, pero no pude —Mónica sollozó. Ahora se sentía tranquila. Mientras mamá no se despertara, estaría a salvo.

—No es tu culpa —dijo Alfonso mientras tomaba la mano de Fernanda, lo que hizo que Mónica se sintiera muy incómoda.

—Papá, ¿cómo está la abuela? —Alejandro dejó rápidamente su trabajo y se apresuró a venir al escuchar la noticia de la caída de la abuela. Aunque la Abuela Hernández no era bienvenida en la familia, era una persona mayor y él tenía que cuidarla.

—Ahora está a salvo, pero puede que no se despierte durante un tiempo. Es demasiado mayor para recuperarse de sus heridas —le dijo Alfonso a Alejandro.

Alejandro miró a su abuela. Estaba tumbada en la cama con los ojos cerrados. Su rostro estaba pálido y arrugado.

—¿Qué pasa? —Alejandro miró a Mónica.

—No tiene nada que ver con la señora Cisneros. Estaba durmiendo la siesta y la abuela estaba caminando fuera y se cayó —dijo Alfonso.

Alfonso estuvo todo el tiempo de la mano de Fernanda. Quería explicarle su negocio, pero no tuvo oportunidad. Cuando volvieron al coche, Alfonso quiso explicarle.

—No. Es todo culpa mía. Debería haberte creído —Fernanda le tapó la boca a Alfonso.

Alejandro sintió envidia al ver que sus padres se querían tanto. ¿Cuándo podría él estar con la persona que amaba?

Sin embargo, lo ocurrido recientemente le molestó. Todas las evidencias eran desfavorables para Danitza, pero ella parecía no darse cuenta. Eso le hizo sentirse extraño, ya que si él pudo recibir la noticia, Danitza también debería saberlo.

De todos modos, Alejandro tuvo que preguntarle a Danitza al respecto.

—Victoria, ¿qué debemos hacer? Danitza está tratando de salvar al Grupo HD. Nuestros esfuerzos pueden no tener fin —Ema encontró a Victoria y le contó todo lo que sabía.

—¿Llevar a ningún fin? No lo será. Está bien. Hará que Alejandro se sienta perdido, y seguro que le preguntará a Danitza qué pasa. Pero no importa, él no sabrá nada. Sigamos con nuestros planes. No te pongas muy nerviosa, tengo todo bajo control —Victoria odiaba a Ema por ser tan tímida.

—Oh, bien. Me preocupa mucho que se den cuenta de nuestro plan y que fracasemos —Una vez que Ema escuchó que Victoria tenía un plan detallado, se sintió aliviada.

—Haz lo que te dije. No eches de menos a ese tal Paulo. Cuando consigues las cosas, ¿qué clase de hombre no puedes conseguir? Un desalmado como el hombre no merece tu amor —Victoria miró a Ema con cara de pocos amigos. Ema era una mujer tan estúpida y quería inculpar a Danitza. Sin Victoria, esta mujer habría sido expulsada de la familia Hernández.

—No lo eché de menos. Sólo que no podía perder la cara para que mis amigos supieran que mi marido tiene una amante —A Ema no le gustaba nada Paulo, y no le importaba que tuviera una amante. Lo que más le importaba a Ema era su identidad como la señora Ema de la familia Hernández.

Ema y Victoria discutieron algunos detalles antes de separarse.

Cuando Alejandro quiso encontrar a Danitza, recibió la buena noticia de que el inspector había sido encontrado. Se habían escondido y a sus hombres les costó un gran esfuerzo atraparlos.

Los dos hombres estaban de rodillas, temblando. Cuando entró Alejandro, ambos se pusieron nerviosos.

—Dime quién te obligó a hacerlo —Alejandro puso cara de frío al verlos, que habían sido golpeados.

—No, nadie nos dejó hacerlo. Nos descuidamos en la inspección, por lo que ese lote de productos no está calificado —dijo el inspector más gordo.

—¿Descuidado? Pues no parece que tengas un buen ritmo —Alejandro se volvió hacia los hombres de negro.

Los hombres vestidos de negro se acercaron entonces a darles una fuerte paliza, y les habían arrancado los dientes.

—Di la verdad. Quiero oír la verdad —Alejandro se levantó lentamente de su asiento y se acercó a los dos inspectores. Miró sus rostros hinchados y se mostró satisfecho con los hombres de negro.

—Nadie nos pidió que hiciéramos esto. Fuimos descuidados. Fuimos descuidados —y aún así se negaron a decir la verdad.

Alejandro estaba a punto de darles otro golpe cuando el otro hombre cedió.

—¡Lo voy a contar! Por favor, para —dijo uno de ellos.

—No lo hagas. La señorita Jones ha sido tan ratona con nosotros que no podemos traicionarla —El que insistió en no decir la verdad, vendió a Danitza.

—Esta es la cuestión, Sr. Hernández. Somos hermanos y nuestra familia es muy pobre. Nuestra madre necesitaba dinero para curar su enfermedad, pero no teníamos dinero. En aquel momento, una buena persona nos dio mucho dinero y nos curamos. Para agradecer a esa persona, le hicimos algo horrible —Se inventaron una historia.

—¿Quién era esa persona? —Alejandro había oído a la señorita Jones, pero tenía que asegurarse de ello.

—La señorita Jones del Grupo Jones. Ella sabía que nuestra familia estaba en problemas y nos ofreció un millón para salvar a nuestra madre.

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