Encuentro cercano romance Capítulo 306

—Señorita Jones, tengo algo que discutir con usted —dijo Alya. Después de ayudar a Danitza a hacer la limpieza, no salió.

—¿Qué pasa? —preguntó Danitza. Estaba preparando los materiales del préstamo. Aunque Antonio invirtió una cantidad de dinero, aliviando un poco su carga financiera, todavía le faltaba dinero para ese gran complejo que costaría una gran cantidad de dinero.

—El caso es que resulta que tengo algo de dinero extra, que está destinado a la inversión. Como participo en la planificación de este proyecto y creo que es prometedor, quiero invertir en él. ¿Qué le parece mi opinión? ¿Me permitirán invertir dinero en él? —preguntó Alya.

Al escuchar sus palabras, Danitza dejó la pluma y miró a Alya. Sabía que su familia era rica, pero nunca pensó que lo fuera hasta ese punto.

—¿Quieres invertir? ¿Cuánto quieres invertir? —preguntó Danitza. Ella le miró con ojos nuevos.

—Es un gran complejo turístico dotado de diversas instalaciones y un centro comercial a gran escala. Con la compensación de la eliminación, este proyecto merece mil millones. Sé que Antonio ha invertido 100 millones. Yo también invertiré 100 millones. Lo único que quiero es ganar dinero y llevar una vida acomodada —dijo Alya sin dudarlo.

Danitza estaba leyendo los materiales del préstamo de 100 millones cuando Antonio hizo una oferta tan generosa.

—¿Vas a invertir 100.000 millones en este proyecto? —preguntó Danitza con sorpresa.

—Sí, es cierto —insistió.

—No puedo creer que seas tan rico. Está más allá de mis expectativas —Danitza se levantó y se dirigió hacia Alya, que era media cabeza más alta que ella.

—Siempre te he dicho que soy rico. En cuanto a esto, nunca soy un hombre modesto —dijo fríamente. Sus palabras, sin embargo, hicieron gracia a Danitza. Le pareció muy interesante.

—Invierte 100 millones porque sabes cuánto necesito. Pero si este proyecto fracasa, tu dinero se desperdiciaría por completo —le advirtió.

—No importa. 100 millones no significan nada para mí —dijo Alya. Esto hizo que Danitza sintiera que era un diamante en bruto.

—Ya que eres rico, ¿por qué diablos vienes a trabajar para mí? —preguntó Danitza. Se supone que alguien de una familia tan rica debe trabajar para su propia empresa, sobre todo para un talento raro como Alya.

—No tengo ninguna sensación de logro porque nadie en la familia me reconoce. Pero cuando estoy con vosotros, incluso como asistente, me siento muy feliz. Estoy encantada de trabajar como una empleada más —Alya compartió con ella sus sentimientos íntimos.

Todo lo que hacía en casa, se consideraba que tenía un motivo oculto. Estaba muy cansado de la incomprensión de la gente. Era un hombre bien educado, pero todo su talento estaba a punto de desperdiciarse. Afortunadamente, conoció a Danitza y fue una buena oportunidad para aprender de ella.

—Muy bien, puedes trabajar para mí durante un tiempo y te daré algunas instrucciones. Cuando llegue el momento, puedes volver. Si no logras tener un lugar en la empresa de tu familia, puedes construir tu propia empresa. Superarás a muchas empresas por tu capacidad y talento —dijo Danitza. Apreció sus conocimientos y su valentía y le consideró un talento especial que algún día tendría éxito.

—Danitza, he comprado mangostán morado. Sé que te gusta la fruta, así que te lo traigo —dijo Ángel. Subió con una cesta de mangostán fresco en la mano y se dirigió al despacho de Danitza.

—Vaya, mi gran pintor, eres muy considerado al traer mi fruta favorita. ¿Te han extorsionado al comprarla? —preguntó Danitza. Vio que la fruta era realmente fresca.

—No lo sé. Sólo pregunté el precio y lo compré. Me olvidé de regatear —dijo Ángel. Se frotó la cabeza. La palabra «regatear» no estaba en su vocabulario.

—¿Cuánto cuesta el kilo? —preguntó Danitza. Cogió uno y lo peló. Era dulce.

—Cincuenta —dijo Ángel. Danitza se sorprendió por un precio tan alto.

Al ver las famosas bandas que le cubrían y su mirada inocente, Danitza pensó que sólo un tonto no le chantajearía.

—¿Es caro? —preguntó nervioso. Rara vez compraba cosas y a veces se limitaba a hacerlo en el supermercado, donde los precios eran fijos. Hoy vio por casualidad que vendían mangostán en un carrito de frutas que tenía buena pinta, así que lo compró.

—Es difícil de decir. Quizá este sea mejor que otros. Normalmente lo compramos al precio de 15 —le dijo Danitza la verdad.

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