Encuentro cercano romance Capítulo 308

—Danitza, he oído que últimamente estás muy ocupada. Parece que Felipe te presentó a un montón de empresarios americanos. ¿Los has investigado? —Después de beber unos tragos, Antonio preguntó.

—Sí, la encuesta muestra que todas son empresas fiables. También pedí a mis amigos de Estados Unidos que lo verificaran y me dijeron que estas empresas son fiables —dijo Danitza. Sabía que Antonio había hecho un esfuerzo por ella, pero también hizo una investigación detallada. El número total de contratos esta vez era de más de diez mil millones, así que sería muy cuidadosa.

—Bueno, sólo hemos oído hablar de Felipe y no hemos tenido ninguna interacción con él antes. Será mejor que tengas cuidado. Ha establecido relaciones de cooperación con tantas empresas que creo que esto es demasiado bueno para ser verdad —dijo Antonio. Le pareció que había algo que no cuadraba.

—Quiero conseguir algunos logros para demostrar que no dependo completamente del Sr. Jones. Tengo la capacidad de lograrlo —dijo Danitza. Tenía prisa por triunfar porque se decía que trabajaba para el Sr. Jones no por su propio esfuerzo o capacidad, sino por la suerte y se beneficiaba del Sr. Jones. Por ello, se mostró desafiante y quiso demostrar su capacidad.

—Bien. Pero ten cuidado. Hoy es mi cumpleaños y quiero un regalo tuyo —dijo Antonio.

A Danitza le sorprendieron sus palabras. Nunca pensó que hoy era su cumpleaños. Estaba demasiado ocupada para tenerlo en cuenta.

—Antonio, siento mucho haberme olvidado de tu cumpleaños. ¿Qué regalo quieres? —preguntó Danitza con una disculpa en el corazón.

—Quiero que me acompañes a un lugar para conocer a alguien. Ese es el regalo que quiero —dijo Antonio.

Danitza sintió pena por olvidar su cumpleaños, así que accedió a su petición.

Pasaron un buen rato cenando juntos. Antonio siempre la ayudaba en silencio por lo que ella lo apreciaba mucho.

No era muy tarde después de la cena. Antonio la llevó a un lugar.

Danitza no dejaba de preguntarle a quién iban a ver, pero no obtuvo respuesta de Antonio, que quería mantener la sensación de misterio.

Danitza siguió a Antonio hasta la casa. La habitación interior estaba ordenada y no había nadie.

—Ven conmigo. Está en el jardín —dijo Antonio a Danitza.

—¡Danitza, estás aquí! ¿Cómo sabes que ha venido mi abuela? —preguntó Nora. Se sorprendió mucho al ver a Danitza y se lanzó a los brazos de ésta.

—Danitza, ¿me reconoces? —dijo la Abuela Velázquez. Con el pelo canoso, estaba de pie entre un ramo de flores. A pesar de su edad, seguía teniendo un buen espíritu y siempre parecía amable.

—¿Abuela Velázquez? —dijo Danitza. No podía creer que pudiera volver a encontrarse con la Abuela Velázquez. Hacía veinte años que no la veía.

—Tengo mucha suerte de que aún te acuerdes de mí. Has crecido y te has puesto guapa. Buena chica —dijo la Abuela Velázquez. Desplegó los brazos, preparándose para un abrazo entusiasta.

—Abuela Velázquez, ¿vuelves a casa? —Danitza estaba muy emocionada. En su infancia, la Abuela Velázquez era la que más la quería. Le dejó todo lo bueno.

—Sí, es hora de volver a casa. Este, oeste, el hogar es lo mejor. Antonio dijo que me daría una gran sorpresa. Nunca pensé que fueras tú. Sí que es una gran sorpresa —dijo la Abuela Velázquez. Siempre tuvo la esperanza de que Danitza pudiera ser la novia de Antonio, pero con el paso del tiempo todo había cambiado. No había un destino que los uniera.

—Abuela Velázquez, te echo mucho de menos —dijo Danitza. Se lanzó a los brazos de la Abuela Velázquez. Estaba muy emocionada por reencontrarse con la Abuela Velázquez.

—Yo también os echo de menos. Todos habéis crecido y yo he envejecido. ¿Cómo va todo, querida? —preguntó la Abuela Velázquez. Abrazó a Danitza con fuerza. Estaba muy contenta de haber vuelto.

—Muy bien, entremos. Fuera hace mucho viento —dijo Nora. Como era tarde en la noche y la sensación térmica rondaba, se preocupó por la Abuela Velázquez.

—OK, vamos a entrar. Danitza, no te vayas esta noche. Te echo mucho de menos. Puedes quedarte aquí y acompañarme esta noche —dijo la Abuela Velázquez. Agarró las manos de Danitza con fuerza y no estaba dispuesta a soltarlas.

—De acuerdo, llamaré a mi familia para decirles que no iré a casa esta noche. Me quedo aquí con vosotros —dijo Danitza. Luego llamó a la familia y le pidió a Abel que durmiera con la niñera.

—En aquellos años, Danitza era la más joven y la niña más bonita. Siempre seguía a Antonio y jugaba con él, así que todos pensábamos que en el futuro se casarían —dijo la Abuela Velázquez. Estaba tan contenta que decía todo lo que pensaba.

De repente, en la sala se respiraba un aire de vergüenza.

—Sin embargo, tienes mucha suerte. Quien se case contigo tendrá una vida feliz —dijo la Abuela Velázquez a Danitza. Quería decir algo para rectificar la incómoda situación.

—Todos han crecido. Danitza y Nora se han casado. Antonio, tú eres el mayor. ¿Por qué no te has casado todavía? Estoy esperando a mi bisnieto —dijo la Abuela Velázquez a Antonio. Mirando a su nieto, pensó que era una persona excelente y que debía seguir amando a Danitza. Pero eso ya era imposible. Debía reordenar su vida.

—Abuela Velázquez, mi hermano ya tiene un hijo. No tienes que preocuparte por mí. Ya son cuatro generaciones bajo el mismo techo —dijo Antonio. Nunca pensó que se dirigiera a él.

—Abuela, tus palabras tienen sentido. Está en la treintena, pero no tiene ninguna prisa por encontrar una novia. Se convertirá en un anciano dentro de unos años —dijo Nora a la Abuela Velázquez.

—El hombre debería centrarse en su carrera. Además, no tiene sentido encontrar a una persona que no amas —dijo Antonio mientras miraba a Danitza.

Danitza no levantó la cabeza. No sabía qué decir. Aunque en su infancia deseaba casarse con Antonio, éste se había marchado durante mucho tiempo sin relacionarse con ella. Nunca supo su intención. Lo pasado, pasado está. Nunca podrían volver a ser como antes.

—Oh, he hecho un arroz pegajoso con azúcar moreno que es el que más le gusta a Danitza. Tengo la intención de que Antonio se lo dé mañana en su tiempo libre. Ya que estás aquí, puedes sacarlo y comer ahora mismo. Mira si el nivel de mi habilidad se degrada o no -dijo la Abuela Velázquez. Disipó el aire de vergüenza.

Danitza estaba realmente llena pero se agradecía que la Abuela Velázquez pudiera ayudar a quitar la vergüenza.

El arroz blanco pegajoso yacía en el plato como si fuera jade, salpicado de azúcar moreno y pasta de judías. Tenía un aspecto delicioso.

—Hacía mucho tiempo que no comía el arroz pegado de la Abuela Velázquez. Hoy lo saborearé al máximo —dijo Nora mientras le daba un tenedor a Danitza.

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