Danitza no podía creer que Victoria la invitara a tomar una taza de té, especialmente en la casa de té de Fernanda. Victoria era una alborotadora, que no andaba en nada bueno.
—Danitza, ¿temes venir? —preguntó Victoria con voz atractiva.
—En efecto, tengo miedo de ir porque no estoy acostumbrada a quedarme con un sinvergüenza —dijo Danitza, fingiendo temor.
—Ja, ja, no me gusta nada de ti más que tu franqueza. Muy bien, nos vemos, mañana —dijo Victoria sin dar detalles concretos de lo que diría mañana. Danitza no sabía lo que Victoria planeaba hacer, pero al menos no podía perjudicarla en la casa de té de Fernanda.
Danitza estuvo de acuerdo. Ella sólo lo hizo de oído mañana.
—Danitza, ¿vas a ver a Victoria mañana? —preguntó Alejandro.
—Sí. Dice que quiere ponerse al día conmigo y que hay que solucionar algunos malentendidos —Danitza se lo explicó brevemente.
—No tienes que verla. Deberíamos tener cuidado con esa mujer. Como siempre tiene gente a la que culpar, es molesto que no podamos encontrar ninguna prueba que demuestre que ella es la culpable y que la castiguen —dijo Alejandro. Después de escuchar las palabras de Danitza, se negó a permitirle ir a ver a Victoria.
—Está bien. Puedo protegerme. Quiero saber qué dirá —dijo Danitza. Como nunca había interactuado con ella cara a cara, quería ver lo astuta que era.
—Que te acompañe Raúl o no podrás ir —le ordenó Alejandro. Le preocupaba que ella corriera peligro si iba sola.
—De acuerdo, iré con él —dijo Danitza. Ella no sabía que la cita con Victoria perjudicaría a varias personas.
Danitza y Alejandro no dijeron nada en toda la noche. Pronto llegó la mañana. Estaba nublado y hacía frío, probablemente porque empezaba el otoño. Danitza se puso un fino abrigo.
Raúl estaba listo para salir. Iba vestido todo de negro. Rara vez se quedaba con Danitza, así que hoy estaba muy emocionado. Era la primera vez que tenía una tarea importante que realizar desde que llegó al Grupo Jones.
Danitza llevó a Raúl a la casa de té de Fernanda, el lugar señalado. Era la hora señalada pero Victoria aún no había llegado.
Danitza saludó a Fernanda y tuvo la intención de marcharse. Sin embargo, alguien le entregó un paquete en ese momento.
—Déjame abrirlo —dijo Raúl y tomó el paquete.
—No lo abras ahora. Espera un segundo. Primero llamaré a Victoria —dijo Danitza. Pensó que había algo mal en él, así que le impidió abrirlo y se propuso llamar a Victoria.
—Siento mucho tener que esperar por mí. Hay mucho tráfico en el camino y estoy muy ansiosa. Entremos —dijo Victoria. Llevaba un cheongsam rosa, que resaltaba su fina figura. Sorprendentemente, el que la siguió fue Rolando.
—¿Rolando? —Danitza vio a Rolando y lo saludó.
Rolando le respondió con una sonrisa avergonzada. No había dejado a Victoria desde el día en que la encontró. Sabía que su comportamiento molestaba a Victoria.
Danitza echó un vistazo a la tetera, la levantó y rellenó su taza.
Rolando tomó otro sorbo de té porque sentía mucha sed.
Después de terminar esa taza de té, le empezó a doler el estómago.
—Me duele el estómago —gritó Rolando. Tenía la intención de soportar el dolor, pero el sudor seguía rezumando en su cabeza y su estómago se revolvía como si lo hubiera removido un cuchillo.
—¡Mándalo al hospital ahora! —le dijo Danitza a Raúl.
En ese momento, Victoria llegó desde el exterior. Al ver la mirada de dolor de Rolando, parecía que había logrado hacer algo inmoral.
—¿Qué te ha pasado, Rolando? No me asustes así —gritó Danitza. Hoy había llorado muchas veces.
—Estoy bien. Me duele un poco el estómago. Quizá haya comido algo impuro —dijo Rolando. Le dolía mucho y empezó a echar espuma.
—Oh, no. Empieza a echar espuma. Envíenlo al hospital ahora —gritó Danitza. Al ver su aspecto gris, pidió a la gente que lo enviara al hospital inmediatamente.
—Espera un segundo. Voy a llamar a la policía —dijo Victoria. Luego sacó su teléfono sin prisas.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Encuentro cercano