Encuentro cercano romance Capítulo 82

—Alejandro, ¿estás aquí? Gracias por venir a verme, estoy bien. —Victoria trató de incorporarse con dificultad, pero estaba demasiado débil para levantarse.

—Bueno, como amigo, es justo que venga. Victoria, piensa en que Micaela, que te ha criado durante más de veinte años, además está tu familia. S le romperá el corazón a todo el mundo si haces esto. —Alejandro se sentó junto a Victoria y trató de persuadirla.

—Alejandro, ya ni siquiera te importo, ¿qué sentido tiene vivir más? Te he amado toda mi vida, pero me has mentido, dijiste que me esperarías, pero aún sin siquiera regresar, te has casado con otra mujer, ¿qué crees que debo hacer? —Victoria habló de un tirón antes de recordar que era una persona que no había comido durante días.

—Cof, cof, cof, cof. —Victoria empezó a toser, dando la impresión de que se ahogaba por hablar demasiado.

Micaela se apresuró a acariciar la espalda de Victoria. Si hubiera sido en los viejos tiempos, Alejandro la habría oído toser y le habría dado palmaditas en la espalda por la angustia que sentía. Pero, ahora Alejandro sólo miraba a su madre hacerlo y no ayudaba.

—Victoria, las cosas pasaron y no es necesario que nos detengamos en ellas, aún eres joven y hay muchos hombres buenos esperándote. Hoy he venido a decirles que estoy casado y no tengo intención de divorciarme. —Alejandro sintió que debía hablar claramente sobre lo que había sucedido.

—Micaela, no importa lo que pienses de mí, pero le diré una cosa, ahora que estoy casado, seré responsable de mi mujer, lo que quedó en el pasado se queda allí y no vamos a rememorar nada, ¿crees que tengo razón? —dijo Alejandro a los Yepes con toda seriedad.

Tenía que dejarle claro a Victoria que tenía esposa y que no podía seguir así.

Victoria sintió como si su corazón recibiera una fuerte puñalada.

«¿Por qué el mundo es tan injusto? Antonio dijo que tiene a alguien en su corazón desde hace mucho tiempo y que no la aceptaría nunca. Pero este hombre, que sólo la tenía a ella en su corazón, ahora también había cambiado, soy demasiado desafortunada».

«No, imposible, tengo que conseguir a uno de los dos mejores hombres de la Ciudad R. Antonio nunca me ha dado ninguna oportunidad, pero Alejandro sí lo hizo en el pasado. Tal vez ahora solo está temporalmente seducido por esa mujer».

—Alejandro, no te molestaré más, no te preocupes, yo también tengo mis principios. —Victoria giró la cabeza hacia un lado, mostrando un lado muy fuerte de sí misma.

«Si no funciona con Alejandro, entonces iré a por Danitza. No creo que Danitza confíe tanto en Alejandro».

Alejandro venía preparado para ser sincero, pero cuando vio la cara de Victoria, sintió un poco de pena.

—Entonces Victoria, cuida bien tu cuerpo, ya no hagas más huelgas de hambre, sé fuerte. —Al final, Alejandro no sabía qué decirle, tampoco esperaba que Victoria lo aceptara tan rápido.

—Vale, Alejandro, déjame en paz. ¡Vete! —Victoria luchó contra sus propias lágrimas, no podía quebrarse, no se lo permitiría.

Alejandro echó una mirada a los Yepes, se despidió de ellos y se marchó sin mirar atrás. Esta vez lo hizo con la mayor crueldad y le hizo saber a Victoria cómo se sentía, lo que significaba que en el futuro, pasara lo que pasara, no volvería a tener un corazón blando.

***

Acababa de volver a la empresa cuando recibió una llamada de la oficina de Francia, diciendo que había una emergencia allí y que Alejandro tenía que ir inmediatamente.

Alejandro estaba listo para ir a casa y enfrentarse a Danitza, pero esta llamada le hizo retrasar su explicación a ella.

Danitza no había visto a Alejandro desde el día en que la anunció como su esposa.

A veces, ella hasta se había olvidado de que tenía un marido.

De todos modos, suponía que Alejandro estaba pensando en cómo hablar con ella para adelantar el tiempo de ese contrato, que en realidad no era gran cosa, podía decírselo directamente, ella estaba dispuesta a ser echada a la calle en cualquier momento.

Cuando llegó al Grupo San Juan, Danitza le entregó la traducción hecha a Cristian y luego le preguntó qué nuevas traducciones tenía que hacer.

—Cristian, aún no me has dado el trabajo nuevo. —Después de esperar un rato, Danitza se dio cuenta de que Cristian no le había dado los documentos.

—Oh, que despistado que soy, ahora no tengo los documentos nuevos, los tiene un cliente, le doy la dirección para que vaya a buscarlo. —Cristian sacó un bolígrafo, escribió una dirección y se la dio a Danitza.

—Por cierto, Danitza, esta vez puedes coger un taxi. El cliente lo requiere con urgencia y puedes reembolsar el dinero del taxi con la empresa —Cristian añadió para enfatizar.

—Ah, vale, pues voy para allá —Danitza tenía vergüenza de que la empresa le reembolsara el viaje en taxi.

Con la dirección en la mano, salió y tomó un taxi.

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