Encuentro cercano romance Capítulo 90

Alejandro dejó boquiabiertos a Josefina y a Roberto cuando reveló que Danitza era su esposa.

Roberto no tardó en reaccionar y le dijo a Alejandro con desdén:

—Ja, ja, ja, señor Alejandro, usted es el hombre más poderoso de la Ciudad R, ¿cómo es que recoge algo que ya he usado? —Su reciente proyecto con el Grupo HD había fracasado y le guardaba rencor a Alejandro por haberle hecho quedar mal ante el Grupo Ramírez.

Ante las palabras de Roberto, el rostro de Alejandro se ensombreció al instante.

Josefina se sintió contenta por lo que dijo Roberto, pero vio la cara de Alejandro y tiró de él.

Roberto había perdido la cabeza en ese momento, su corazón estaba lleno de celos, pues ni siquiera había tocado a una Danitza tan bella en esos tres años de matrimonio, ¡qué pérdida!

—Danitza, vuelve conmigo, todavía te quiero, no importa con cuántas personas te hayas casado, te sigo queriendo. —Roberto intentó entonces coger a Danitza de los brazos de Alejandro.

Cuando Josefina escuchó las palabras de Roberto, no pudo soportarlo más. «Se atreve a decir eso delante de tanta gente, ¿Acaso Roberto ha perdido la cabeza? ¿No ha visto la cara de Alejandro o qué?»

—¡Vete a la mierda! —Alejandro le dio una patada a Roberto y lo alejó de una patada.

Enseguida, Alejandro rodeó con su brazo a Danitza y se alejó.

Roberto cayó al suelo por la patada y Josefina fue a ayudarle.

—Lárgate, zorra, lárgate de aquí... No, Danitza..., Danitza, me equivoqué, ¡me equivoqué de verdad!, ¡aún te quiero!, ¡y tú también me quieres!¡Lo sé!, ¡debes quererme! —Roberto exclamó, atrayendo a mucha gente.

Josefina lo jaló para salir de allí, pero Roberto se negó porque se sentía reacio a que Danitza se fuera.

—Saquen a la gente del Grupo Ramírez de aquí. No volveremos a trabajar con ellos. —el señor Jones, habiendo visto la falta de respeto de Roberto hacia Danitza desde la distancia, ordenó a los de seguridad que estaban a los alrededores.

Aquellos hombres fueron a echar a Roberto, que éste seguía negándose en salir, hasta que al final fue expulsado a la fuerza.

Josefina siguió a Roberto hacia afuera, llevando uno de sus zapatos que se le había caído, y al salir, juró para sí misma: «Danitza, pagarás por lo que nos hiciste hoy».

Josefina pensó que Danitza los había echado.

—Señor Alejandro, no tires de mí. Victoria está mirando, ¿no tienes miedo de que se enfade? —Danitza se sentía incómoda con Alejandro sosteniendo su mano todo el tiempo.

—Eres mi mujer, es normal que te tome de la mano. Danitza, ¿Acaso no te gusto? —Alejandro susurró en la oreja de Danitza, el aliento caliente que salió de su boca le hizo cosquillas en la oreja, por lo que ella sonrió.

Victoria ya estaba deprimida, y al ver a Danitza sonriendo y a Alejandro susurrándole al oído, la tristeza se volvió en odio.

«Esa maldita puta, todo es por su culpa, si no lo hubiera instigado, seguro que Alejandro no me hubiera abandonado, qué zorra».

Cuando la fiesta alcanzó su punto álgido, llegó el momento de la subasta benéfica, en la que se dijo que habría un premio misterioso.

El señor Jones sacó gran parte de su colección para subastarla y así donar el dinero recaudado a las escuelas y a los hospitales.

A Danitza ni se le pasó por la cabeza tener esos lujos, tampoco los quería, ya que no tenían alguna utilidad práctica.

—El número veintiuno, por favor, que suba a recoger el premio misterioso —el presentador lo había dicho tres veces, pero aún así nadie había subido al estrado.

Alejandro echó una mirada a Danitza y se limitó a preguntarle:

—¿Cuál es tu número?

Fue entonces cuando Danitza sacó el papelito de su mano y la miró.

—Veinti...uno —dijo débilmente.

—Vamos, te llevaré a reclamar el premio, has ganado el premio misterioso. —Alejandro pensó que Danitza estaba muy perdida, pues ni siquiera sabía que ella ganó el sorteo. «¿no es un poco tonta?».

—¿Eh? ¿Gané el sorteo? —Danitza ni siquiera pensó que iba a ganar el premio, porque nunca en su vida había ganado algo, y hoy de verdad había conseguido el premio misterioso.

Alejandro subió al escenario con Danitza del brazo, y ésta estaba muy emocionada, «He ganado el premio, genial, genial, supongo que mi mala suerte ha llegado a su fin».

—Finalmente apareció el número veintiuno, al parecer es una hermosa jovencita. Señorita, ¿cómo se llama? —el presentador siguió diciendo un montón de cosas, pero Danitza no escuchó nada, su mente estaba puesta en ese misterioso regalo.

—...Bueno, bueno, al parecer la señorita está impactada por ser la ganadora... —Una vez que el presentador había dicho lo que tenía que decir, llegó el momento de que el señor Jones entregara el premio misterioso.

Se acercó una bandeja cubierta de terciopelo rojo con bordes dorados, la cual parecía realmente muy misteriosa.

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