Entre Mafias romance Capítulo 34

Mía

Pulso el botón rojo para colgar la llamada. Marcus me va a matar.

Las chicas me miran divertidas, no entienden que mi marido no es alguien normal, es el tipo de persona que si me quedo en casa de una amiga, contrata un ejército para que nos proteja.

Respiro profundo armándome de valor y vuelvo a marca el número de Marcus. Al segundo tono de llamada descuelga.

- Dime - Contesta sabiendo que soy yo - ¿os lo estáis pasando bien?

- Genial - Trago saliva nerviosa - Solo te llamaba para decirte una cosilla...

Las risas suenan de fondo. Hasta Lea se tapa la boca intentando contenerla, traidora....

- ¿En qué pensabas para dejar cinco mujeres con mojitos rodeadas por hombres tan guapos como los que habéis contratado? - Lo suelto rápido, se me traba la lengua un par de veces, pero aún así, continúo.

Las chicas rompen a reír con todas sus fuerzas y yo cuelgo el teléfono sin dejar que Marcus conteste. El corazón me va a mil, me golpea el pecho queriendo salirse. Si dentro de diez minutos no comienzan a descender en helicópteros los S. W. A. T, entonces estamos a salvo.

- Sois malas - Acuso con un falso enfado.

- Bah, pasa de él. Venga ¿un chapuzón?

Holly es la primera que Salta de cabeza a la piscina. Nos vamos levantando y acercándonos al borde. El agua está perfecta, calentita.  Sin dudarlo demasiado salto detrás de ellas y me zambullo hasta el Fondo.

Nos acomodamos en La parte menos profunda. Colocamos la cabeza en el bordillo y cerramos los ojos disfrutando del Sol. Aunque es primavera, hace un día típico de verano.

Después de la piscina nos duchamos y nos ponemos el pijama. Yo llevo un pantalón corto de raso negro y una camiseta del mismo tejido, negra también. Me sorprende que Marcus no haya movilizado a media Italia ¿puede estar realmente madurando? Tal vez mi opinión sobre Marcus es algo errada, pero entonces me vienen a la cabeza todas las cosas que han ocurrido desde que volví a Verona y la respuesta exagerada de mi marido a todas y cada una de ellas.

Estamos en una habitación enorme. En la pared del fondo una televisión, la más grande que he visto en mi vida, y en el suelo enmoquetado, han dispuesto muchísimos mullidos cojines. Vamos a ver una película, según dice Mery es una sorpresa y no nos quiere desvelar el nombre, me espero lo peor.

- Voy al baño, ahora vuelvo - Digo levantándome y caminando descalza hacia la puerta.

Hay un pequeño recibidor con un balcón con vistas al jardín. La brisa fresca entra por él y mece las cortinas. Salgo a respirar el aire fresco que trae el aroma de la dama de noche que adornan las paredes de la mansión.

Siento un movimiento a mi derecha, pero antes de que me dé tiempo a volverme para comprobar que ocurre, una mano me tapa la boca. Intento quitármela de encima golpeándolo con todas mis fuerzas, pero no consigo deshacerme de la persona que me retiene.

- ¿Así recibes a tu marido? - Dice Marcus divertido.

Me suelta y yo me tiro violentamente hacia él. ¿Este es el concepto de broma que tiene? ¿Está loco?

- ¿A ti que te pasa? Me has dado un  susto de muerte.

Cierro el puño y le golpeo en el pecho. Quiero hacerle daño, quiero ver su cara de dolor, pero mientras más me enfado yo, más divertido parece él.

- Tenía que comprobar cuales eran esos hombres tan guapos - Levanta una ceja.

Con el susto me había olvidado por completo de la llamada que le hice. Miro a ambos lados esperando que no haya hecho ninguna tonteria. Todo parece en orden. Los hombres que han contratado siguen en sus puestos vigilando.

- Solo era una broma... Ya sabes, verdad o reto.

- ¿Tu reto era poner celoso a tu marido?

Pasa su nariz por mi cuello, rozándome delicadamente. Todo el vello se me eriza con su contacto. Siento el escalofrío que recorre mi cuerpo.

- En realidad si - Susurro concentrándome en las sensaciones que me produce.

- No había visto ese pijama ¿no tienes frío?

Río por lo bajo por su comentario. Así que está celoso de verdad. El gran Marcus Moretti es un inseguro. Jamás lo habría dicho.

- Tengo calor - Susurro sugerente en su oído - Mucho calor.

Coloca una de sus grandes manos sobre mi glúteo y acerca nuestros cuerpos. Sus labios rozan los míos, para al momento juntarse deseperadamente, con necesidad, con anhelo. Su mano alcanza mi nuca, que me aprisiona contra él. Puedo notar como su erección crece y como su lengua invade mi boca y se encuentra con la mia.

Con un soberano esfuerzo me separo de él.

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