Entre Mafias romance Capítulo 67

Marcus

Uno de los placeres de mi vida es despertarme con la cabeza de mi mujer apoyada en mi pecho, su brazo rodeando mi cintura y su pierna sobre la mía.

Suena un mensaje en mi teléfono. Estiro el brazo intentando no moverme. No quiero despertarla. Esta noche ha descansado poco. Toda ella es adictiva y no puedo dejar de adorar su cuerpo.

Deslizo el dedo sobre la pantalla y lo desbloqueo. Un mensaje desde el mismo número que ayer.

Tiene un archivo adjunto. Es una imagen.   Es Paul, el hermano de Mía, atado a una silla y con el rostro ensangrentado. Todos creíamos que estaba de viaje de negocios ¿Cómo han podido capturarlo? Y lo peor de todo ¿Por qué cojones no sabíamos nada?

Este maldito hijo de puta nos tiene cogido por los huevos. Por mi dejaría que Paul se pudriera, pero dudo que Mía opine igual. Aunque tengo más claro que el agua que de momento no voy a decirle nada.

Me deslizo con cuidado hasta que dejo a mi mujer sobre su almohada. Salgo de la habitación sin hacer ruido y le reenvío el mensaje a Killian, espero un poco y le llamo.

- ¿Qué cojones hacemos? - pregunto entrando en la cocina.

Preparo la cafetera mientras espero una solución divina que no sea poner en peligro a nadie.

- Leonardo está aquí pensando algo. Ven en cuanto puedas.

Saco una taza del armario y la dejo sobre la mesa.

- Estoy hasta los cojones de complicaciones, pensad algo para acabar de una puta vez con ese tío.

Cuelgo el teléfono y lo dejo sobre la mesa. Podríamos entrar todos de golpe armados hasta los dientes, y lo más probable es que mataran a Paul en el minuto uno, aunque a mi me importa poco, mi prioridad es matar a Ricky, pero me costaría una buena discusión con mi mujer, y eso si que me da miedo.

Me doy una ducha rápida y me visto. Mía está sentada con un café entre las manos mirando al infinito. Lleva el pelo recogido en un moño informal, varios mechones sueltos caen por su rostro.

- Estas preciosa - Acaricio su oído con mis labios.

Me regala una de sus sonrisas, por una de ellas iría al infierno y regresaría, aunque tengo la sensación de que eso es justo lo que voy a tener que hacer.

- Tengo que ir al castillo hoy también - Le doy un mordisco a su tostada de aguacate.

- Eh, deja mi desayuno - Bromea - si me esperas puedo ir contigo.

Si viene no podremos planear como liberar a su hermano, y que ella se entere de todo no es una opción.

- Vamos a interrogar a los tipos que entraron  el otro día, no creo que te guste ver eso.

Se queda a mitad de camino la tostada de su boca y la vuelve a dejar en el plato. La última vez que vió como se interrogaba a un enemigo fué al marido de Lea y salió corriendo cuando terminó con una bala en la frente.

- No, prefiero no ver eso. ¿Vendrás a comer? Podríamos salir y comer fuera.

Se cuanto le cuesta estar encerrada, aunque sea en un sitio amplio como este.

- Vale, me parece perfecto. Deja que lo prepare todo.

Dejo un beso en su frente, después otro en la punta de su pequeña nariz y termino con un  último beso en sus labios. A Mía le divierte mi adicción a ella, y a mí me sabe a poco.

En cuanto cierro la puerta tras de mi, cambio la actitud. Conduzco entre las calles de Verona hasta que poco a poco las voy dejando detrás.

Aparco en la entrada del Castillo. En el despacho que solía ser mío, pero que ahora es de Killian, están reunidos con los planos de los edificios del Polígono. Espero que ya tengan algo en mente.

- Que hacemos - suelto nada más entrar.

Leonardo va moviendo los planos encima de la mesa.

- Lo primero es averiguar en cual de estas naves está - Descarta un par de edificios y quita los planos de la mesa - Si tuviera que apostar, lo apostaría todo a este.

Deja un en medio. El edificio es grande, tiene cinco plantas y muy pocas ventanas y las pocas que tiene, están protegidas por verjas. Está en la parte alta del Polígono, eso quiere decir que no hay edificios cerca, ni posibilidad de francotiradores.

El hijo de puta piensa en todo. Solo hay dos formas de acceder. Una puerta delantera y otra trasera.

- Vale, crees que es este - Coloco las manos sobre la mesa - ¿Cómo rescatamos a Paul?

Niega efusivamente.

- Tengo que irme, seguid trabajando en lo de esta noche, en cuanto coma con Mía vuelvo.

Killian sale conmigo y me acompaña hasta el coche.

- Marcus... No me gusta que seas tú el que entres.

Nos hemos odiado en silencio durante años, y ahora que tengo pocas probabilidades de salir de allí con vida, se pone tierno.

- Todo va a salir bien.

Me subo al coche poco convencido. Esta noche todo puede salir mal, pero no es la primera vez que me encuentro en una situación parecida, siempre he sabido controlar los peores escenarios, hoy no debería ser distinto.

Mi mujer me espera en el portal. Se sube al coche y arranco. Cuatro coches nos siguen  de cerca.

- ¿Cómo te ha ido la mañana? - Pregunta poniendo la radio.

- Poco fructífera.

Odio hablar de trabajo con ella, pero por encima de todo, odio que hayamos vuelto a esta vida. Si todo sale bien hoy, si salimos con vida, pienso volver a irme con Mía, trabajar en el bar mientras ella atiende la clínica. Una vida tranquila y relajada, disfrutando de cada pequeño momento.

La comida ha sido más silenciosa de lo que esperaba. Tengo en la cabeza demasiadas cosas que tengo que tener preparadas. Mía me ha preguntado unas cuantas veces si estoy bien, comienza a sospechar. Tengo que hacer que piense en otra cosa.

- ¿Sabes? Hoy me ha llamado el marido de Mery. Dice que su mujer hace una fiesta de pijamas y que le encantaría que fueras.

Su cara se ilumina al escuchar el plan de esta noche. Nada le hace sospechar que es programado, tanto por sus maridos, que nos van a ayudar esta noche, como por sus mujeres, que tienen que estar alerta por si algo ocurre.

- ¿En serio? La última vez me lo pasé muy bien. Me encantaría ir, pero ¿no te aburrirás tu solo?

- Muchísimo, pero me gusta verte tan contenta, así que no se hable más.

Una cosa menos que tengo que preparar. Tenemos que engañar a ese hijo de puta como sea, porque la opción en la que no nos salga todo como queremos ni la contemplo.

Esta noche con un poco de suerte, Mía y su hermano se reencontrarán, y el cabrón de Ricky dormirá en el infierno.

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