Luisa replicó:
—De todos modos, ahora no tengo nada que perder, a ver si me atrevo o no.
—¡¿Quieres el divorcio?! Bien, ¡acepto tu pedición! —Lorenzo abrió el cajón que había debajo de la mesa de centro, sacó un documento y lo arrojó delante de ella.
Cuando miró hacia abajo, descubrió que era un acuerdo de divorcio.
Luisa estaba un poco sorprendida, y pero según su conocimiento por Lorenzo, suponía que este había se había dejado una salida a sí mismo.
Como licenciada en derecho, no le fue difícil leer el acuerdo de divorcio, y después Luisa llegó a la conclusión de que ella no podía llevarse ni un céntavo de la familia Maduro según el acuerdo.
Si las condiciones fueran favorables para ella, el hombre no habría redactado ese acuerdo en pocos días, para sacarla de la casa sin darle ni un céntavo.
—Qué haces ahí parada, estabas gritando por el divorcio, ahora es tu oportunidad, fírmalo rápido —la insistencia de Lorenzo hizo que Luisa se derrumbara finalmente.
Realmente creía que ella era una perdedora total, al final aun no podía recuperar el corazón de este hombre.
Con las lágrimas inundadas en los ojos, Luisa cogió los papeles y los puso delante de él, ahogando un sollozo mientras le interrogaba:
—Lorenzo, ¿nunca me has amado?
Como si escuchara una broma, el hombre habló sin dudar.
—No, nunca.
Las lágrimas brotaron y se deslizaron por sus mejillas al suelo, y Luisa preguntó:
—Entonces, ¿por qué te casaste conmigo, fue porque mi padre podía ayudarte en primer lugar?
Lorenzo no esperaba que ella llorara gritando. En el año que llevaban juntos y casados, Luisa, aunque blanda y obediente, nunca había sido una mujer que lloraba fácilmente, y si ella lloraba, debía ser por algo muy triste.
Lorenzo sintió un nundo de tomaño de huevo en la garganta mientras cogía el cigarrillo de la mesa y lo encendía:
—En realidad fue así. Cuando me pretendía con tanto ahínco, era imposible que yo no sintiera nada por ti, pero después de que nos juntamos, Luisa, pregúntate hasta qué punto te protegías de mí... Al principio ocultaste todo sobre tu familia, me enteré por otra persona. Y no me dijste nada hast que te pregunté personalmente, ¿de verdad quién soy para ti?
Luisa escuchó en silencio, sitiendo una punzada en el corazón.
Lorenzo dio una fuerte bocanada de humo y exhaló lentamente, su rostro era ilegible en la neblina del humo, sólo se oyó su voz pausada:
—Tu padre era oficial alto, y aunque mis padres tienen un pequeño éxito en los negocios, ¿te atreves a decir que tus padres no nos miraban con desprecio entonces? La primera vez que fuimos a tu casa, ¡tu padre se burló mucho de mis padres!
—¿Así que te habrás alegrado al saber después que mi padre había sido denunciado?
Lorenzo sonrió:
—Sí, claro.
Ella se cubrió la boca impotente con la mano y dio dos pasos hacia atrás, incrédula, temiendo romper a llorar más.
«Si la verdad es así, ¿por qué no la ha liberado antes?»
—¿Por qué...? —murmuró Luisa perdida en sus pensamientos— ¿Por qué esa amante tiene que ser Clara...?
Si se tratara de cualquier otra persona, tal vez estaría un poco menos devastada, pero ahora que se enfrentaba a la traición de sus dos personas más cercanas. Luisa no se atrevía a pensar profundamente en ello, y el más mínimo pensamiento la haría ahogarse en una inmensa pena.
—Porque ella es tu revés, lo que tú no puedes darme, ella sí.
Clara venía de una familia pobre y sus padres hacían trabajos esporádicos, por lo que sabía leer a la gente y entender cómo complacerla, que era exactamente lo que necesitaba Lorenzo.
Luisa trató de recobró su cordura:
—Sea lo que sea, no es razón para que me traiciones.
Luisa dio patadas y puñetazos al azar, golpeando con las manos al hombre que tenía encima, pero como si no se diera cuenta, no tenía intención de parar.
—¡Lorenzo, loco bastardo, no tienes miedo de que le diga a Clara si haces eso! —Luisa pensó que la mención de Clara lo frenaría más o menos.
Pero nunca esperó que Lorenzo se limitara a burlarse:
—Está bien, pues las dos vosotras podéis servirme juntos.
Luisa se quedó sorprendida y le regañó:
—¡Eres un maldito sinvergüenza!
De hecho, Lorenzo no tenía ninguna intención de hacerlo. Lo dijo a propósito, le gustaba el aspecto de Luisa cuando se enfadaba, estaba muy lejos de su anterior ser tierna y vulnerable.
—Luisa, ¿no siempre me has deseado? —Lorenzo sintió el tierno cuerpo bajo su cuerpo.
Mirando su rostro sonrojado, Lorenzo se puso más excitado.
La besó a la fuerza, y Luisa no pudo evitar que le chupara los labios, e inmediatamente apretó los dientes por miedo a que él irrumpiera, casi vomitando de asco.
De repente pensó en Adrián, pero ella prefería ser forzada por él ante por Lorenzo.
¡La idea de que Lorenzo deseara a Clara de la misma manera le daba ganas de vomitar!
Se decía que las mujeres sentía un afecto diferente por el hombre que conseguía su primera vez, y ahora ella lo creía.
Preferiría que fuera Adrián quien estuviera encima de ella ahora.
Cuando Lorenzo vio que ella no abría la boca, ni siquiera pellizcarle las mejillas sirvió de nada, y cuando pensó en lo gustosamente que se acostaba con otros hombres, se enfureció y mordió sus labios.
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