Esposo Dominante: Éxtasis Pasional romance Capítulo 134

Cuando Adrián regresó a su despacho, devolvió inmediatamente la llamada perdida que acababa de recibir. El teléfono se descolgó al poco de sonar y la delicada voz de la mujer se coló por el auricular:

—Adrián, ¿interrumpo tu trabajo?

Adrián se abrió la corbata un par de veces con una mano y se sentó en el sofá con una postura algo perezosa:

—Sólo en una reunión, ¿qué pasa?

Al otro lado del teléfono, Flora escuchó la voz del hombre, los cinco dedos que sostenían el teléfono se tensaron ligeramente unos puntos:

—No es nada en realidad, es sólo que el Dr. George me dijo hoy que estoy bien, y me dijo que hubo comunicación con usted sobre mi regreso, y quería preguntarle al respecto.

Flora es una mujer muy inteligente que conocía a Adrián y sabía las debilidades del hombre, por lo que sabía exactamente qué tono utilizar con él y cuándo.

En este momento, por ejemplo, se hacía de rogar con un toque de mendicidad, pues sabía que Adrián sería intolerante a causa de sus padres.

—George dice que te estás recuperando bien, y que si nada se tuerce pasado mañana estarán listos los resultados después de las pruebas de todo el cuerpo —En este punto, hizo una pausa en su tono y se tomó unos segundos para asimilarlo antes de añadir—. Si los resultados son normales, empezaré a hacer los preparativos para que vuelvas a casa.

Aunque Flora sabía en lo que se metía antes de hacer la llamada, oírlo de boca del propio Adrián acabó por poner una piedra en el aire.

Miró la noticia de hace un tiempo en sus manos, en la que aparecían nada menos que Adrián y Luisa, la mujer empujada al suelo y el hombre lleno de gestos defensivos, mientras el texto que la acompaña era su reconocimiento de la identidad de Luisa.

Flora miró y perdió un poco el control, obligándose a mirar hacia otro lado antes de tener un colapso emocional:

—Genial, definitivamente cooperaré con George y trataré de volver a casa antes para poder estar ahí para ti...

Adrián escuchó sin decir nada, sólo cambió de tema:

—Todavía estoy arreglando un lugar para quedarte en casa, así que no te preocupes por el resto mientras te mejoras.

Lo dijo con unos pensamientos egoístas, temiendo que Flora se enterara de la existencia de Luisa, por lo que quería que hiciera lo que se le dijera y no prestara atención a nada más.

Pero las palabras cambiaron en los oídos de Flora y sintió que Adrián se preocupaba por ella y su tono se volvió puchero:

—Adrián, gracias, si mis padres siguieran en este mundo se alegrarían de ver esto.

Ante la mención de los dos ancianos de la familia Santos, Adrián sólo sintió que los hombros se le ponían más pesados y respondió débilmente:

—Bueno, así será.

Puso los ojos hacia el reloj de la pared, levantó la mano y pellizcó la posición de su frente, sacando una excusa al azar:

—Tengo una reunión, ya hablaremos más tarde.

Flora tenía los ojos entrecerrados y la decepción crecía en ellos. Sentía que Adrián había cambiado mucho, que cuando hablaba con ella por teléfono, colgaba inmediatamente ni una palabra sobre nada más después del evento principal, como si no tuviera más remedio que hablar con ella por teléfono.

Aunque había algo de reproche en su corazón, Flora no mostró nada de ello en sus labios y habló de forma comprensiva:

—Está bien, sigue con tus asuntos, yo estaré bien, cuídate.

—Tú también, voy a colgar.

Adrián colgó el teléfono y lo tiró sobre la mesa con un ¡clang! que hizo temblar el vaso.

Apoyó un momento la cabeza en el respaldo del sofá que tenía detrás y tuvo que volver a marcar el número de su subordinado:

—Envía a alguien a empaquetar la casa del norte de la ciudad mañana.

—Sí, señor Adrián —la voz del hombre era un poco seca pero competente—. ¿Necesita algún otro equipo de apoyo?

—No, yo me encargo del resto.

—Sí.

Todo estaba arreglado y el cuerpo de Adrián se sentía como si pesara mil kilos mientras se sentaba en el sofá. El regreso de Flora al país no era poca cosa y le pesaba en el pecho haciéndole perder un poco el aliento.

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