Esposo Dominante: Éxtasis Pasional romance Capítulo 138

A la mañana siguiente Luisa y Adrián fueron juntos a la oficina. El pequeño incidente de la noche anterior no afectó el ambiente entre ellos. Luisa estaba un poco ansiosa por volver al trabajo después de unos días de ausencia.

No dijo ni una palabra en todo el trayecto, sentada inusualmente tranquila en el asiento del copiloto. Adrián pudo ver lo que tenía en mente y, en voz baja, la tranquilizó:

—No te preocupes, Ernesto ya ha hablado con tu jefe estos días.

Por supuesto, Luisa sabía que él se encargaría de ello, pero ni siquiera eso podía disipar el miedo de su corazón. Al fin y al cabo, su relación con Adrián era bien conocida en toda la empresa. De hecho en la sociedad actual, nadie se atrevía a perseguirla abiertamente, y precisamente por eso necesitaba disciplinarse aún más.

«¿Qué debe pensar Felicia de mí ahora que he faltado al trabajo durante tanto tiempo sin despedirme?»

Luisa se dirigió nerviosa a la entrada de la oficina, se bajó del coche y tomó el ascensor hasta la planta del edificio de oficinas en el que se encontraba sin decir unas palabras a Adrián.

Nada más entrar en el despacho, las miradas de sus compañeros se dirigieron hacia ella. Luisa respondió a estas miradas con una pequeña sonrisa formal:

—Buenos días a todos.

Elvira parpadeó y pensó que se había equivocado, haciéndole un gesto con la mano para que Luisa no se sintiera tan avergonzada:

—Ahí estás, he estado muy ocupada últimamente, ven aquí.

Luisa se acercó y sólo se tranquilizó en el momento en que su trasero se sentó en su asiento.

Elvira asomó la cabeza:

—Por fin ahí estás, no pude comunicarme contigo por teléfono y no te encontré, pensé que lo habías dejado.

—No —Luisa se acarició mentalmente su pelo, no realmente desordenado—, pedí permiso por estar enfermo últimamente.

—¡Pche! —Elvira hizo una mueca— Puedes engañar a los demñas, pero a mí no. No eres de las que abandonan cuando no te sientes bien. Supongo que es algo que tiene que ver con el señor Adrián...

La expresión de Luisa era aún más antinatural al ser sorprendida por sus palabras.

Elvira no le dio importancia y le entregó la información que estaba reuniendo:

—El acta de la reciente reunión, échale un vistazo.

—Gracias, Elvira.

Luisa se sintió abrumada, era muy duro tener una amiga tan cariñosa en el trabajo.

Elvira hizo un gesto con la mano:

—De nada.

Había estado fuera unos días, así que tenía mucho trabajo y necesitó tiempo para reorganizarlo. Luisa tardó toda la mañana en conseguirlo, y cuando levantó la vista pasada la hora de comer, comprendió de repente por qué Adrián trabajaba hasta tan tarde.

Era una empleada normal y corriente, y mucho menos una gran jefa de la empresa.

Luisa levantó la mano y se frotó el cuello dolorido, un poco rígido por haber mantenido la cabeza baja en esta posición durante tanto tiempo.

El teléfono de la mesa vibró dos veces y al cogerlo vio un mensaje de texto de Adrián:

—¿Has comido?

Dos palabras, concisas y sin añadir una sola palabra sin sentido.

Luisa enganchó ligeramente los labios, las yemas de sus dedos golpeando alegremente la pantalla como si fuera su corazón en ese momento:

—Todavía no, es que he estado ocupada con el trabajo.

Cuando terminó de teclear y pulsó enviar, la barra verde de progreso ni siquiera se había leído del todo cuando, detrás de ella, Felicia volvió a la oficina antes de tiempo tras el almuerzo y la llamó por su nombre:

—Luisa, ven un momento.

Dejó inmediatamente el teléfono y se levantó para seguirla al despacho.

La puerta se cerró y Felicia se dirigió al sofá que había en el centro del despacho y se sentó, señalando el asiento de enfrente:

—Toma asiento.

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