Esposo Dominante: Éxtasis Pasional romance Capítulo 17

Esa tarde, Josefina llevó a Clara a la ciudad del mueble para comprar la cama y el sofá, porque le dijeron que para evitar la mala suerte en la casa, tendrían que cambiar la cama y el sofá.

Josefina, por supuesto, esperaba que Luisa no se divorcieara de su hijo, después de todo, el divorcio era demasiado problemático, y podría llevar a la división de la propiedad familiar.

Clara la tomó del brazo a Josefina, tan íntima:

—Señora, ¿qué hacemos aquí?—.

Los viejos ojos de Josefina centellearon y no parpadeó:

—Es para ti y para Lorenzo, y es hora de cambiar los muebles de la casa.

Clara lo creyó y sonrió con mucha alegría en la cara, pero fingió estar modesta:

—Eso es mucho pedir a la señora.

Josefina hizo un gesto con la mano:

—¡Qué va! Debo hacerlo para ti y Lorenzo.

Las dos estuvieron toda la tarde en la ciudad muebles y acabaron eligiendo una cama de matrimonio y un conjunto de sofá completo de cuero, y cuando salieron a pagar, el comerciante les dijo que no tenían existencias y que tendrían que esperar hasta mañana, pero como cambio la instalación sería gratuita.

Josefina no tenía prisa, por eso se fue satisfecha después de pagar el dinero.

La noticia no tardó en llegar a oídos de Adrián a través de Tomás, y el hombre pensó por un momento:

—Manda a uno fingir ser montador, y de paso, monte esto en su casa.

Con ello, sacó del cajón una de las cámaras de pines más avanzadas del país, muy pequeña e invisible e indetectable con un detector de metales, cuyo desarrollo costó una fortuna en primer lugar.

Como el bufete de abogados más poderoso del país, era imposible hacerlo sin algunos medios especiales y, por supuesto, estos trucos no se podían revelar al público.

Adrián nunca había utilizado estas tácticas a la ligera, pero ahora hizo una excepción. Tomás la tomó y tomó nota mentalmente para no descuidarse con Luisa la próxima vez que la veía.

—Señor Adrián, las entrevistas para la contratación de otoño son mañana, están previstas para las 10 de la mañana y la reunión ordinaria se ha pospuesto a las 3 de la tarde, ¿está bien? —Tomás sacó su horario y repasó las sugerencias.

Adrián aceptó, esperó a que Tomás se vaya, cogió el teléfono de su mesa, pensó en algo y lo volvió a dejar. Luego se dirigió a la gran librería en la esquina del despacho, su figura alta y erguida se detuvo brevemente para encontrar dos libros sobre recursos humanos, ninguno de ellos muy grueso.

Al mirar la portada del libro, vio a una imagen de una mujer con camisa blanca y pantalón negro, un atuendo profesional típico de OL, no pudo evitar pensar en cómo sería si fuera Luisa la que llevara tal vestido profesional.

Con eso en mente, llamó a la gran tienda de ropa internacional donde solía hacer sus pedidos: —Uno conjunto de los nuevos vestidos de mujer de esta temporada, blusas, faldas, entregado en la Villa 1004.

***

Luisa estaba leyendo en su teléfono en el salón cuando recibió la ropa, y cuando alguien llamó al timbre, abrió la puerta sólo para encontrar a dos mujeres empujando dos filas de perchas.

—Hola Sra. Luisa, esta es su ropa pedido, por favor firme aquí.

Luisa miró la ropa que había en el largo perchero cubierto por una capucha transparente y se llenó de preguntas:

—Yo no pedí ninguna ropa, ¿están equivocadas o qué?

La dependienta sonrió amablemente:

—Lo encargó el propio señor Adrián para usted, no hay ningún error.

«¿Sr. Adeián? ¿Adrián?»

Luisa miró la fila de ropa y le vino a la mente un pensamiento muy improbable y extraño, pero sonrió con calma:

—Un momento, por favor.

Luisa se acercó a la ventana y sacó su teléfono para marcar a Adrián:

—Adrián, ¿has pedido ropa para mí?

El hombre al otro lado del teléfono estaba tranquilo y contestó:

—Sí.

Luisa volvió a mirar a las dos dependientas, sonrió con resentimiento y volvió a desviar la mirada: —Pero no necesito tanta ropa ...

Los ojos del hombre se alzaron ligeramente:

—Mañana a las diez de la mañana, en la sala de conferencias B-201 de BW, no llegues tarde.

Luisa tardó medio día en digerir esta información, y cuando le vio subir, le siguió a pequeños pasos, con la boca preguntando constantemente:

—¿Me has conseguido un trabajo en HW?

—Sí.

—Pero hay tantos cuerpos legales, ¿por qué ...?

En las escaleras, el hombre se detuvo en seco y medio giró el cuerpo, con su mirada opresiva puesta en ella:

—¿No quieres ir?

Luisa tragó saliva, donde se atrevió a decir la verdad:

—¡Quiero ir! Es que ... ¿hay alguna otra opción?

Adrián la ignoró y se dirigió al guardarropa, que Luisa solía evitar cuando llegaba a casa para entrar a cambiarse, pero hoy, le siguió sorprendentemente hasta la habitación

Luisa vio que no dijo nada en absoluto, débilmente recordó:

—HW tan bueno por supuesto que quiero ir, no estoy por su bien, después de todo, nuestra relación si se pone en una empresa, parece un poco inapropiado ...

Adrián se tiró de la corbata y miró de reojo:

—¿Qué relación tenemos?

Luisa se congeló ante la pregunta, se dio cuenta de lo que había dicho y se apresuró a cerrar la boca con fuerza y a negar con la cabeza.

Adrián no estaba dispuesto a dejarla marchar, su figura de casi metro noventa bloqueó la luz mientras se inclinaba ligeramente y apoyaba una mano en el armario detrás de ella:

—¿Dime?

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