Después de una noche de sexo, Luisa apenas se levantó de la cama a la mañana siguiente, sintiendo el dolor de espalda y de piernas de una trama ficticia con la sensación de ser atropellada por un camión.
Vio al hombre que dormía a su lado de repente.
Cuando miró la hora, eran las 9.30. ¿Un hombre que se despertó a las 6 de la mañana en su reloj biológico estaba perezoso en la cama? Pero al pensar en la noche anterior, no pudo detenerse ni un momento, así que debía haber gastado mucha energía.
Luisa se sintió desequilibrada e indignada al mirar ese rostro tan apuesto incluso cuando acababa de despertarse por la mañana.
En invierno se le enfrían los pies, y con un destello de perspicacia Luisa levanta sus pies y los coloca sobre los duros abdominales del hombre.
Hielo y fuego, alguien abrió los ojos de repente, sus ojos profundos aún tenían un toque de pereza sexy porque acababa de despertarse, se encontró con esos grandes ojos astutos, sus cejas se fruncieron, —¿Qué haces?
Luisa solía esperar a que él terminara de lavarse antes de hablar para no pisar minas.
En ese momento, al ver su cara de disgusto, se mostró inexplicablemente alegre, ignorando su disgusto y diciendo con arrogancia:
—¿Qué hora es y todavía estás durmiendo? El sol ha salido.
Al ver que se había despertado y que su propósito se había cumplido, Luisa estaba a punto de apartar sus fríos piececitos del cuerpo del hombre cuando se movió sólo para ser atrapada por sus grandes manos bajo las mantas.
Volvió a encapucharse, pero no se soltó, y cuando levantó la vista, se encontró con la mirada atenta del hombre, y tragó saliva:
—¿Qué estás haciendo?
Adrián la miró fijamente durante un momento, pero el mero hecho de levantar una ceja le produjo una sensación demoníaca, y curvó los labios en silencio:
—¿No tuviste suficiente anoche? Todavía tienes energías para meterte conmigo ahora.
Estaba furiosa cuando hablaba de la noche pasada, los recuerdos dolorosos eran tan vívidos que al final prácticamente le estaba rogando a su abuelo que la dejara ir, pero él, en vez de dejarla ir, ni siquiera la miraba suplicando, sólo era No la dejó ir.
Adrián sintió la rabia arder en sus ojos y levantó una mano para sujetar su suave pelo:
—Es que me desmayé en medio, no pasará la próxima vez.
La cara de Luisa estaba tan caliente que humeaba, este hombre lo hacía a propósito.
Luisa, sin poder hablar ni luchar, levantó la manta sobre su cabeza:
—¡Cállate!
—¿No estoy admitiendo mi error ante ti?— Con eso, soltó los esbeltos tobillos de la mujer y se los frotó, —¿Cansada?
Luisa no quiso seguir discutiendo el tema con él, y al ver que seguía de buen humor, no continuó con su condena:
—Llevo unos días sin ir a trabajar otra vez, todo por tu culpa, y seguro que el jefe se va a decepcionar otra vez.
—¿Pensé que tu caso había terminado?
—Pero aún no he redactado el informe de cierre, debía entregarlo la semana pasada y ya ha pasado una semana, eh…—
Luisa dejó escapar un largo y sentido suspiro mientras pensaba en lo que le esperaba en la oficina.
—El informe de cierre es un asunto menor, no tiene importancia.
Adrián sabía que se tomaba en serio su trabajo y que había mejorado mucho entretanto, y Felicia tenía grandes expectativas en ella y no podía evitar sentirse aliviada.
Luisa iba a bajar a decirle a Fonseca que cocinara cuando Adrián la detuvo:
—No, comemos fuera.
—¿Eh?— Luisa le lanzó una leve mirada,—¿Estás físicamente bien con eso?
—Estoy bien.— Adrián se incorporó de la cama, —Recoge y ponte en marcha.
—¿El lugar está reservado?
—Claro.— A Adrián le hizo gracia ver su cara de sorpresa, —mi princesa.
—Exacto.— Adrián se acercó y le abrió la puerta del coche, —Por favor, Srta. Luisa.
Luisa se puso rígida, y cuando se subió al coche, miró el interior del mismo y suspiró un poco:
—¿Por qué vas hoy por la forma llamativa?
Rara vez condujo un coche deportivo, sobre todo sedanes y SUV, por lo que fue una sorpresa que eligiera un coche deportivo de un color tan claro hoy.
Adrián se actúa hábilmente para arrancar el coche y mira de reojo:
—¿No te gusta?
—Me encanta.— Los ojos de Luisa miraban hacia un lado y otro con curiosidad, cómo no le iba a gustar, todo el mundo tiene un corazón extravagante y es bueno darse un capricho de vez en cuando.
Cuando el coche salió del garaje subterráneo, el rugido del motor hizo que el corazón de Luisa diera un salto y animó a Adrián a abrir la capota, y él así lo hizo, con el viento soplando y levantándole el pelo de la frente, haciendo que fuera difícil resistirse a estirar la mano y tocarlo.
Media hora después, el coche se detiene frente a un restaurante francés muy íntimo.
Adrián paró el coche y le dijo que se bajara primero, mientras él conducía el coche hacia el aparcamiento.
Luisa se quedó un rato en el mismo sitio, esperando que viniera, y estaba a punto de llamarle para preguntar por él, cuando de repente un camarero con chaleco y pajarita se acercó a ella y le llamó respetuosamente:
—Srta. Luisa, su regalo.
Una caja de regalo cuadrada de terciopelo negro fue colocada frente a ella y Luisa se señaló a sí misma:
—¿Mía?
—Sí.
Lo cogió con incredulidad, y cuando el broche de oro se abrió, era una delicada y pequeña bola de cristal con una pequeña flecha que apuntaba en la dirección que tenía delante.
Luisa miró en la dirección y su corazón se golpeó al instante cuando finalmente cayó en la cuenta de lo que estaba sucediendo…
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