De repente, Lorenzo sintió un dolor en la frente, y su cabeza zumbó al instante mientras miraba a la mujer que tenía debajo, el pequeño y pálido rostro manchado de determinación, sosteniendo la lámpara.
Un fluido cálido se deslizó de su frente y Lorenzo alargó la mano para tocarse, y vio el color rojo de la sangre.
Luisa vio que, la mitad de la cara del hombre estaba empapada de ella, incluso sus ojos estaban teñidos de un rojo intenso. Tiró la lámpara en su mano asustada y lo apartó al hombre. Pero antes de que pudiera recuperarse de la conmoción, Lorenzo se acercó inesperadamente a ella con una mirada horrorizada, tapando la herida sangrando.
—¡Ah!
Luisa abrió la puerta de un tirón, salió corriendo, cerró rápidamente la puerta del dormitorio principal, sacó su teléfono móvil y llamó a la ambulancia, dando su dirección.
Después corrió al estudio, sacó la memoria USB, y se fue corriendo directamente de la villa ...
La brisa cercana a la mañana era ligeramente fría, y soplaba como una hoja de afeitar sobre su cara llena de lágrimas, y Luisa entró en pánico, corriendo por el carril de la villa hasta la carretera principal antes de detenerse.
Se sentía muy incómda después de haber corrido tanto tiempo precipitadamente y se sentó a un lado de la carretera, estando muy nerviosa y asustada sin saber qué hacer.
La cara manchada de sangre de Lorenzo le surgió en la mente de Luisa.
«¿Le pasará algo? Si él muriera, ¿se me condenaría a muerte?»
Ella estaba arrepentida de haberle golpeado tan fuerte, en realidad no tenía intención de matarlo, nunca.
Durante un rato, la mente de Luisa estuvo en un caos, con todo tipo de pensamientos, pesimistas y deprimentes, como una red invisible que la envolvía, tan tensa y mortal que hasta le quitó el aliento.
En su prisa por salir corriendo hace un momento ni siquiera llevaba su teléfono móvil consigo, y en la interminable noche no sabía dónde podía ir.
Pasó el tiempo lentamente, ella oyó la estridente sirena de la ambulancia y vio cómo el coche entraba por las puertas de la villa y en diez minutos volvía a salir.
«Debe haber venido a llevar a Lorenzo al hospital, no sé cómo estará ahora...»
Luisa se puso en pie tambaleándose para irse de aquí cuando, de repente, un coche se detuvo a su lado y la luz blanca y brillantes del coche casi le cegó.
Antes de que pudiera ver quién venía, su brazo fue agarrado por una fuerza enorme y fue arrastrada hacia el coche, lejos de la luz cegadora del coche, y finalmente vio quien era la persona, un rostro que le era familiar y lleno de ira.
—¿Cómo sabías que estaba aquí ...? —preguntó Luisa con voz helada, pequeña y temblorosa, sus palabras desafinadas.
Andrián frunció las cejas, sus ojos se clavaron en sus ropas rotas y desaliñadas, y justo cuando iba a hablar, vio de repente una pequeña mancha de sangre en la parte de su barriga, le preguntó seriamente:
—¿Estás herida?
Luisa siguió su mirada y al ver la mancha de sangre, levantó la mano para cubrirse la cara y reprimió sus sollozos:
—No fui yo, fue Lorenzo quien se quedó herido...
El corazón de Andrián se hundió ligeramente:
—¿Qué has hecho con él?
—Lo golpeé, ahora está en el hospital, no sé si va a morir ... —Luisa estaba casi incoherente— La ambulancia le llevó al hospital, he estado sentada aquí y lo vi con mis propios ojos ...
—Luisa —Andrián levantó su barbilla y la llamó por su nombre—. Mírame.
Luisa cerró los ojos mientras las lágrimas se deslizaban por su rostro:
—Andrián, estoy acabada, Lorenzo nunca me dejará ir ...
—No —la voz del hombre era tranquila y sosegada, cada palabra tan firme—. No te pasará nada.
Sólo al escuchar esto, Luisa abrió los ojos de par en par y preguntó insegura:
La ira de Andrián, que había estado conteniendo, se avivó por fin, y agarró la muñeca de ella, con fuerza:
—¡¿Por qué te disculpas?!
Los ojos de Luisa estaban ligeramente enrojecidos:
—Siento por haber roto tu vaso.
—¿Qué más?
Al ver que bajaba la cabeza y guardaba silencio, Andrián se limitó a pellizcarle ambas mejillas y a levantarle la cabeza, obligándola a mirar a él:
—¿Quieres que lo diga por ti? ¿Sientes haber roto mi vaso, o sientes haber golpeado a Lorenzo?
A Luisa le dolió su pellizco, lo tomó del brazo con los ojos llenos de impotencia y de lárgimas, —Andrián, tengo miedo ...
—¿Tienes miedo? —el hombre esbozó una sonrisa maligna— ¡Entonces hacemos el amor, hasta que no tengas miedo!
Se desnudó su ropa y la apretó contra la pared, las frías baldosas estimularon el cuerpo de Luisa y ésta se estremeció. Al momento siguiente, el hombre le entró violentamente.
¿Por qué no sentía esa sensación de malestar cuando se enfrentaba a Andrián?
Confundida e incapaz de encontrar una salida, Luisa sintió su presencia claramente en sus adentros: el hombre le penetraba en el cuerpo, en su alma.
Desde el cuarto de baño hasta el sofá y la cama, estuvieron enredados durante mucho, mucho tiempo, tanto que Luisa no podía saber si estaban en el mundo real o en un sueño.
Parecía que ella ya estaba cautiva por él. Luisa miró al hombre que la follaba a contraluz, las lágrimas corrían por un lado de su cara:
—Andrián, ¿por qué nunca me besas?
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