Era muy difícil para ella que la hicieran conducir este enorme barco. Se había esforzado mucho pero aún era joven, así que le faltaban experiencia y habilidades. A Jiang Ning se le oprimió el corazón cuando vio que Lin Yuzhen estaba al borde de las lágrimas. Le limpió unas que estaban a punto de caerle de los ojos.
-¿A quién le importa que esta compañía caiga? Mi querida esposa casi llora, ¿cómo vamos a resolver eso? -dijo Jiang Ning con rostro serio.
Lin Yuzhen lo miró confundida. Entendió a qué se refería Jiang Ning. Aunque no lograra manejar al Grupo Lin y se derrumbara, a él no le molestaría para nada. La única persona que le importaba era ella.
—¿No me culparás? —preguntó con cautela.
Jiang Ning negó con la cabeza.
-No. Sólo ve y haz lo que debas, no te sientas presionada.
Sólo era un Grupo Lin. Jiang Ning podía crear otras cien compañías iguales para que Lin Yuzhen practicara. Estaba seguro de que no lograría hacer que las cien fracasaran.
-Jiang Niiiiiing... —Lin Yuzhen alargó su nombre pero esta vez sonaba conmovida.
-Queridito.
-Queridito. Gracias, queridito.
Él le limpió las lágrimas y ella respiró hondo antes de seguir trabajando. Jiang Ning volvió a sentarse en el sillón a comer fruta y jugar en su teléfono. Después de un rato, su teléfono comenzó a sonar. El hermano Gou estaba llamando. Jiang Ning contestó.
—Gran jefe, la gente de Shengcheng ha venido a dar problemas.
Como lo esperaba, llegaron en cuanto Huang Yuming se fue. Esa gente nunca lo decepcionaba. Temía que los de Shengcheng fueran demasiado cautelosos y no hicieran nada. Sin embargo, ahí estaban y era hora de divertirse un
Nadie de los que estaban jugando o viendo el espectáculo se atrevió a quedarse. Algunas personas dejaron dinero para pagar sus juegos. Otros ni siquiera se molestaron y simplemente salieron corriendo del club. El alborotador estaba muy complacido cuando vio que el lugar se quedó vacío en un santiamén. Le pateó la cara al hombre que estaba a cargo y sonrió con soberbia.
—Ahora, pórtate bien y discúlpate. Arrodíllate y llámame «gran jefe» o puedes olvidarte de seguir administrando el club a partir de hoy.
—¿Quieres que me arrodille? ¡Sigue soñando!
El hombre que estaba a cargo del club era un tipo duro. Si acababa perdiendo contra alguien en su propio territorio, podía olvidarse de seguir en el círculo.
¡PAF! El alborotador le dio una fuerte bofetada.
—¡Arrodíllate!
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