Fei Hou comenzó a gritar cuando vio a Jiang Ning, Lo haría pagar por abofetearlo. Si no lograba abofetearlo por lo menos unas diez veces entonces no podría aplacar su furia. ¿Desde cuándo podía ser abofeteado de tal manera?
—Tú, el que está ahí, ¡detente! —Fei Hou corrió hacia él y sujetó a Jiang Ning con una risa desdeñosa—. ¿Tratando de escapar después de golpearme? No te lograrás librar de mí si no te rompo las piernas hoy.
Jiang Ning se giró y su expresión se oscureció, nadie nunca se había atrevido a hablarle de semejante manera.
—Suéltame.
Su voz era in poco indiferente pero sus ojos eran como cavernas de hielo que hacían sentir como si cayeras a un abismo. El corazón de Fei Hou se agitó de forma violenta, ni siquiera podía entender la causa de ese miedo tan repentino.
—Tú… ¿aún tratas de actuar de manera altiva y poderosa? —Fei Hou lo soltó y retrocedió dos pasos, se giró y gritó—. Es él, este es el que se atrevió a causar problemas y parece no saber quién es el organizador de este evento. Sujétenlo, quiero abofetearlo unas cuantas veces yo mismo. —Fei Hou apretó los puños con fuerza como si estuviera reuniendo su energía—. Después de que acabe con él, rómpanle las piernas y échenlo de aquí.
Después de ver la cara de Jiang Ning, los hombres que lo acompañaban sentían como si les faltara la respiración, sentían que se sofocaban. Era el rey, ¡el rey de Donghai!, ese que hacía que sus jefes se inclinaran ante él y lo idolatraran tan sólo con oír su nombre. El rey que sacudió los círculos ilegales de Tianhai y aterrorizó a todos los poderosos del norte con una sola mano. El rey que asesinó al luchador de artes marciales de alto nivel, Ye Xinhuo, de un solo golpe.
Nunca lo habían visto en persona porque no eran dignos, pero recordaban su foto y las de los que eran importantes para él aún mejor que lo que recordaban a sus propios padres, porque eran personas que en definitiva no podían darse el lujo de ofender, molestar o ser irrespetuosos en lo absoluto. Y ahora Fei Hou quería que lo sometieran para que pudiera abofetearlo, abonado a eso, Fei Hou quería que le quebraran las piernas y lo sacaran. Todos ellos pasaron saliva y sentían que las piernas les temblaban, casi se orinaban del miedo.
—¿Romperme las piernas? —Jiang Ning los miró con los ojos entrecerrados—. Nadie nunca me había dicho algo así.
Todos los hombres que siguieron a Fei Hou sintieron que sus cerebros habían explotado y no les quedaba nada.
—¡Sujétenlo!
El líder de los hombres dijo con desdén y furia, por poco y ofendían al rey. Incluso sin Jiang Ning o sus lobos, su propio jefe los desollaría vivos por atreverse a hacerlo.
—¿Qué… qué está pasando? ¡Ay!
El líder no esperó a que Fei Hou saliera de su estupor y lo abofeteó una docena de veces con gran furia.
—Golpéenlo a él, a él ¡ay!, ¿porqué… me golpean a mí?
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