Shenghai, por ser una enorme ciudad ubicada en el norte que era conocida a nivel internacional, siempre había sido un lugar de gran prestigio, había mucha gente que venía a perseguir sus sueños allí, porque se decía que había oportunidades en todas partes. Si se aprovechaba una buena oportunidad, se podía llegar a ser rico y famoso, pero muy pocos sabían que las posibilidades de que esto ocurriera eran muy escasas.
La mayor parte de los recursos ya se habían repartido entre unos pocos grupos de personas hacía algún tiempo, y los que llegaron tarde se peleaban con todas sus fuerzas por el mísero trozo que quedaba. El estatus que lograron alcanzar después de toda una vida de lucha era sólo el principio para algunos otros. Era una realidad cruel pero que daba qué pensar.
Su Mingquan era el tercer hijo de la familia Su, por lo que, desde el día en que nació, tenía un apellido y una posición difícil de alcanzar. Cuando se enteró por Wang Wei de que traería a Ye Qingwu desde Donghai, se sintió muy emocionado y arrogante. Sólo hacía falta un poco de confabulación para que los demás hicieran el trabajo por él, no era necesario exponerse al peligro ni luchar contra unos cuantos perros callejeros.
—Dile a Wang Wei que traiga a Ye Qingwu a mi bungaló.
Su Mingquan se levantó y la mujer que estaba de rodillas frente a él inclinó la cabeza con educación y se apretó los labios con fuerza.
—Lo arreglaré enseguida, joven amo Su. —Liu Xiaodao asintió y llamó a Wang Wei.
Sabía que ese bungaló era el que Su Mingquan utilizaba para hacer esa clase de cosas. Una vez que Ye Qingwu llegara allí, nadie sabría lo que le había pasado, ni siquiera si moría.
—Ye Qingwu, ¿No eres una cantante? Entonces tus gemidos deben sonar muy placenteros al oído. —Su Mingquan se rio a carcajadas, salió, subió a su coche deportivo y se marchó.
Mientras tanto, Jiang Ning y el resto acababan de llegar al centro de la ciudad de Shenghai. El hermano Gou no podía dejar de ver los numerosos rascacielos y las calles que estaban abarrotadas de coches y personas, no pudo evitar sentir envidia al ver varios coches deportivos que de seguro eran muy costosos.
—Hay algunos coches que son tan costosos que, si no puedes pagarlos porque no naciste en una familia adinerada, nunca podrías conducir uno —comentó Jiang Ning con calma—. Pero ahora tienes la oportunidad.
El hermano Gou puso los ojos como platos.
—¿Te gusta ese? —Jiang Ning señaló un McLaren—. Trabaja duro y te daré uno.
—¡Gracias gran jefe!
El hermano Gou de inmediato comenzó a sentirse motivado, sabía que Jiang Ning tenía más que suficiente para regalarle un coche que valía diez millones de dólares, pero se negaba a aceptar un regalo si no había trabajado lo suficiente para ganarlo. Aunque era gracias a Jiang Ning que el hermano Gou estaba mejorando y haciéndose más fuerte, también era él el que recibía la recompensa por ello. A veces el hermano Gou pensaba para sí que ahora su vida era en realidad muy buena.
—Señor Jiang, están llamando.
—Iremos a ese lugar ahora —le indicó Jiang Ning.
—Señor Jiang, ¿vamos a ir, así como así?
Sólo había unas cuantas personas en el coche. ¿No era eso condenarse a morir? ¿Podrían sólo unos pocos rescatar a sus padres de Su Mingquan? Él tenía varios luchadores que eran en verdad feroces.
— ¿Acaso qué? ¿Quieres comprar un regalo antes de ir? —El hermano Gou lo miró con molestia—. No seas tan indeciso al respecto, ni siquiera era necesario que el gran jefe viniera esta vez. Son sólo unos cuantos donnadies, puedo ocuparme de ellos yo solo.
Ya había escuchado a Número trece, esos hombres de la familia Su no valían nada en absoluto, aunque fueran veinte o treinta, sólo se necesitaban unos pocos para derrotarlos. Pero como Jiang Ning había venido, eso quería decir que no lo había hecho sólo para rescatar a algunas personas.
El coche giró y se dirigió a la villa, por alguna extraña razón, Ye Qingwu ya no se sentía tan nerviosa, Jiang Ning estaba sentado a su lado y estaba muy tranquilo, así que Ye Qingwu también se calmó. No pudo encontrar ni un solo rastro de preocupación en su expresión, era como si solo fueran a ver a unos perros callejeros y no a una mala persona como lo era Su Mingquan. Ni siquiera el jefe de Ye Qingwu tenía ese tipo de seguridad y tranquilidad.
—Señor Jiang, espero que pueda rescatar a mis padres, haré cualquier cosa por usted —Wang Wei le suplicó—. Se lo dejo todo en sus manos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Héroe Retrasado