Historias eróticas romance Capítulo 25

Esta propuesta me desconcertó tanto que hasta me olvidé por un minuto de la vergüenza que me atormentaba.

Solté su polla de mi boca. Se deslizó fácilmente porque estaba cubierta de saliva, como el mejor lubricante del mundo, y la miré como si la viera por primera vez.

“Mete la lengua por la hendidura.” Dice mi padrastro. ¿Qué quiere decir?

Mientras me entregaba a estas reflexiones, el pene comenzó a caerse y la cabeza desapareció en la capucha del prepucio.

“Date prisa.” Sonrió el padrastro. “De lo contrario tendrás que empezar de nuevo.”

Pero la cabeza ya se ha hundido en el prepucio. Y luego, como me pareció, me di cuenta de que aquí está la ranura. Cubre la cabeza con un anillo. Volví a agarrar resueltamente el pene con los labios y traté de meter la lengua debajo del prepucio.

Pero el pene en mi boca se tensó de nuevo como un globo y la hendidura desapareció.

Desconcertada, retorcí mi lengua alrededor de la suave cabeza y no entendí qué hacer a continuación.

“Eso es una tontería.” Dijo cariñosamente mi padrastro. “Mira aquí.”

Movió las caderas y su pene erecto y resbaladizo volvió a salir de mi boca.

“¿Ves este agujero al final?”

Asentí con la cabeza.

“¡Aquí y mete la lengua!”

“¿Dolerá?” Pregunté con sorpresa.

El padrastro y su amigo se echaron a reír.

“No, no lo hará.” Dijo mi padrastro entre risas. “Ni tú ni yo. Ambos seremos muy buenos.”

Miré dubitativa el diminuto agujero en la cabeza. Un agujero tan pequeño perdona mi lengua. ¿Cómo encaja ahí? ¿No le rompo la polla en absoluto?

El padrastro y su amigo continuaron riendo.

“¡El bebé tiene miedo de lastimarse!” Dijo el amigo del padrastro entre risas.

“¡Qué bebé tan cariñoso!” Respondió el padrastro, secándose las lágrimas de los ojos, que brotaban de la risa. “¡Vamos! ¡Hacia adelante!”

Torció sus caderas y su pene golpeó mis mejillas.

Me sentí aún más avergonzada. El amigo de mi padrastro mete sus dedos en mi ano y vagina, mientras el padrastro mismo tuerce su extremo frente a mi nariz. Por supuesto, todo esto es muy agradable, pero de alguna manera terriblemente incómodo.

Lamí la cabeza con la punta de mi lengua, traté de empujarla hacia adentro. No funciona. No encaja, ni siquiera llora.

El padrastro y su amigo, mientras tanto, seguían riendo. Todo lo que sucedió, aparentemente, les divirtió terriblemente.

“¡Piensa, nena, piensa!” Me animó mi padrastro. “¡Mueve la circunvolución del cerebro! ¡Eres inteligente con nosotros!”

“Hermano, apuesto a que ella no sabrá cómo hacer esto.” Riendo, dijo el chico.

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