Historias eróticas romance Capítulo 35

El profesor tuvo que apretar los dientes para no gritar de placer y agarrar su pene por la base con la mano para retrasar el momento de la eyaculación. Él volvió a deslizar su miembro en la garganta de la joven criatura, de la sorpresa ella se sacudió para alejarse, pero el hombre le agarró la cabeza con las dos manos, sin permitirle que se alejara, y comenzó a embestir su boca mesuradamente.

Desde la penetración profunda, la niña comenzó a tragar aún más rápido, para no ahogarse con el miembro, pero tan pronto como sintió que su cabeza estaba siendo sostenida con fuerza, entró en pánico.

Al darse cuenta de que no funcionaría ahora, aceptó humildemente su destino y relajó la mandíbula, tratando de respirar por la nariz y dejando que el hombre se moviera como quisiera. La saliva le corría por la barbilla, la cual ya no tuvo tiempo de tragar, sus labios estaban entumecidos, pero todo esto no le impidió disfrutar del proceso.

“Buena niña.” El profesor la elogió acariciando su mejilla con un dedo. “Eres buena en esto. Una estudiante capaz.”

El elogio hizo que las mejillas de la niña se sintieran calientes. Cuántas veces soñó con escuchar de él la aprobación del tema, pero invariablemente sólo se topó con una mirada burlona y recomendaciones para dedicar más atención y tiempo a sus estudios.

El profesor empujó abruptamente su miembro por su garganta. La niña hizo todo lo posible por no apretar la mandíbula. El hombre le permitió que entrara aire en sus pulmones, casi escapándose de su boca, y nuevamente hundió el cañón en su boca, trazando su cabeza a lo largo del interior de su mejilla.

Le quitó las manos de la cabeza y ya no la abrazó. La niña no supo cómo comportarse más, pero el profesor no le impidió actuar y no la obligó a nada. Podía sentir en su boca la excitada carne de un hombre, su astringencia y sabor.

Todo esto emocionado y empujado para darle aún más placer al hombre. Cuando las lágrimas dejaron de fluir por la penetración aguda anterior en la garganta, la niña pasó la lengua por la cabeza, no entendió que el hombre estaba al borde del orgasmo.

El profesor juntó toda su voluntad en puños, que apretó frenéticamente para no volver a agarrar a la alumna por el pelo y no tirar de ella bruscamente sobre el pene para verterla en su garganta con deleite. Miró el rostro de la pobrecita, cómo sus pestañas, que estaban pegadas por las lágrimas, revoloteaban, cómo los labios pálidos se estiraban alrededor de su tronco, y... no pudo contenerse. Con un gemido ahogado, comenzó a verter en su boca.

La niña sintió las pesadas gotas de semen llenándole la boca. Se quedó paralizada por la sorpresa, sin saber qué hacer a continuación. No entendió el sabor de la semilla, pero no sintió disgusto por la espesa masa que se le había acumulado en la boca. Así que se sentó de rodillas, sin siquiera respirar, hasta que el miembro dejó de temblar por las sacudidas del semen.

El profesor le sacó el miembro de la boca, por lo que se extendió un espeso hilo de semen, mezclado con la saliva de la niña. Silenciosamente miró al hombre y trató de tragar, ni siquiera se le ocurrió escupir el contenido en el suelo.

Había mucho esperma, la niña sintió que el esperma frío fluía por su barbilla. Tomando el primer sorbo, tomó aire con él e inmediatamente se atragantó. Ella comenzó a toser y a ahogarse con una mucosidad espesa. Aún así, debía acostumbrarse a esto.

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